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15/01/2008 | USA’08 – Obama: afroamericano casi blanco

Pedro Rodriguez Lebanon

Al subir hasta el norte de New Hampshire, las montañas con nieve, hielo y niebla se multiplican. Y al mismo tiempo, la carretera se estrecha.

 

Pero no hace falta el GPS para llegar hasta el mitin de Barack Obama organizado a primera hora de la mañana, justo el día antes de las primarias, en la localidad de Lebanon. Frente al teatro municipal, una multitud con casi tres horas de cola bajo un frío siberiano rodea el lugar de la convocatoria, entre la estatua dedicada a los soldados unionistas que lucharon en la guerra de secesión y el monumento que recuerda que este pueblo de 13.000 habitantes fue fundado en 1761.

Los inspectores del cuerpo de bomberos local han prohibido el acceso de más gente al haberse colmado ya el aforo de ochocientas personas de un recinto con butacas de madera y paredes blancas que con ciertas pretensiones se conoce como «Opera House». Pero toda la gente agolpada en la puerta, casi tanta como en el interior, no parece resignada a perderse la oportunidad de ser testigos de uno de los mayores y más fascinantes fenómenos en la política de Estados Unidos desde los años sesenta.

Finalmente, el carismático afroamericano de 46 años llega a bordo de su autobús de campaña. Y contra el consejo médico de dar un descanso a su voz agotada y el deseo de sus cada vez más numerosos escoltas de limitar su exposición en lugares abiertos, celebra dos mítines en Lebanon. Uno para la gente junto a la puerta de la «Opera House» y otro dentro. «Vosotros sois la ola que me lleva», dice Obama denotando un poco su historia personal. Hijo de madre de Kansas y de padre de Kenia, criado en lugares tan exóticos como Indonesia o Hawai, con acceso a playas idílicas para intentar equilibrios sobre el mar en perpetuo movimiento. Una buena metáfora para alguien medio blanco y medio negro -que no va de víctima racial- y que aspira en serio a convertirse en presidente de Estados Unidos.

Este lunes, su brillante discurso contiene más detalles de lo habitual sobre su programa político. Pero el candidato, que ha marcado con su mensaje de cambio el tono del reñido ciclo electoral en curso, no puede contenerse a la hora de hablar de esperanzas. Se queja de que en el último debate, uno de sus competidores por la nominación presidencial del Partido Demócrata -en referencia a Hillary Clinton- le ha reprochado ofrecer «esperanzas falsas» sobre lo que es posible lograr: «¿Esperanzas falsas? ¿Esperanzas falsas? Eso no existe. Es algo así como si John F. Kennedy hubiera mirado a la Luna diciendo, "demasiado lejos". Es como si Martin Luther King en la marcha de Washington hubiera mirado desde el monumento a Lincoln hacia el magnifico gentío diciendo "lo siento, el sueño morirá, no se puede hacer...". No necesitamos líderes que nos digan lo que no podemos hacer, necesitamos líderes que nos inspiren». Y esa es la especialidad de Obama. La inspiración

Con solo tres años en la primera fila de la política como senador por Illinois, Barack Obama ha pasado de ser un celebrado telonero en la última convención demócrata de Chicago a ganador de los «caucuses» de Iowa y perdedor por tan solo unos cuantos miles de votos en las primarias de New Hampshire al frente de una campaña presidencial que el año pasado fue capaz de recaudar más de cien millones de dólares. Una ascensión meteórica en la que este seductor candidato ha sabido sobre todo convertir su historia personal no solo en un «best-seller», sino también en plataforma electoral. Como dijo en su celebrado discurso de 2004, su padre en Kenia trabajó de niño como pastor y se educó en una choza, pero consiguió una beca «para estudiar en un lugar mágico, América», donde se casó con una mujer blanca de Kansas y, aunque no eran ricos, su hijo pudo licenciarse en Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia y como abogado por Harvard.

De todos los republicanos y demócratas que compiten por la Casa Blanca, Barack Obama es con diferencia el mejor orador. La gente siente que les está hablando directamente a ellos. Su mujer y madre de dos hijas pequeñas, Michelle Robinson, es también una de las parejas electorales más interesantes, con la excepción obvia del marido de Hillary Clinton. Pero, al mismo tiempo, Obama es uno de los candidatos con menor experiencia ejecutiva. Para justificarse, el senador por Illinois, con palabras del líder de los derechos civiles Martin Luther King, suele insistir en la «feroz urgencia del ahora». Y ya solo con haber ganado en Iowa, uno de los Estados más blancos de la Unión y porque los republicanos le teman bastante más que a Hillary, su urgencia merece ser tomada en serio.

ABC (España)

 


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