Como muchos de ustedes habrán leído, la Orquesta Filarmónica de Nueva York y su director Lorin Maazel cosecharon una ovación a principios de esta semana en Pyongyang, la capital de Corea del Norte, donde dio un concierto sin precedentes en ese régimen estalinista. El concierto incluyó el himno nacional de Estados Unidos, y fue difundido a nivel nacional en Corea del Norte.

Horas después del concierto en Pyongyang, llamé a los encargados de política exterior de las campañas presidenciales de los senadores John McCain, Barack Obama y Hillary Clinton, y les pregunté si sus respectivos candidatos enviarían una orquesta estadounidense a Cuba.

Estados Unidos tiene una larga historia de ejercicio de ''diplomacia sinfónica'' con estados totalitarios. El Departamento de Estado autorizó a la Orquesta Sinfónica de Boston a viajar a la ex Unión Soviética en 1956, y la Orquesta de Filadelfia visitó China en 1973.

¿No sería una buena idea aprovechar la designación de Raúl Castro como nuevo presidente de Cuba en reemplazo de su hermano Fidel para enviar una orquesta estadounidense a la isla, y empezar un proceso que podría acelerar la apertura de la isla al mundo exterior?, les pregunté. ¿O solo serviría para darle una victoria propagandística al nuevo --viejo-- régimen militar de Cuba?

Esto es lo que me contestaron:

• Randy Scheunemann, jefe del equipo de política exterior del candidato republicano McCain, dijo que ``si enviar a la Filarmónica de Nueva York o cualquier otro programa de intercambio ayuda a lograr una apertura de la sociedad cubana, apoyaríamos la iniciativa''.

Sin embargo, matizó esta afirmación agregando: ``mientras el gobierno cubano no tome medidas tales como liberar a los presos políticos, autorizar a medios de difusión independientes o planear elecciones libres, no me está claro de qué manera el envío de una orquesta podría ayudar al pueblo cubano a recuperar sus libertades''.

• Lee Feinstein, el director de política exterior de la campaña de Clinton, respondió ''claro que sí'' cuando le pregunté si el próximo gobierno de Estados Unidos debería enviar la Filarmónica de Nueva York a Cuba. Agregó que los equipos de béisbol cubanos han visitado Estados Unidos,``y Estados Unidos ha permitido intercambios culturales con países cuyos regímenes no apoyamos''.

• Bill Burton, el jefe de prensa de Obama, me dijo en un e-mail que Barack Obama consideraría seriamente la idea de enviar una orquesta estadounidense a Cuba, pero agregó que la prioridad de su candidato sería ``autorizar los viajes familiares y los envíos de remesas de dinero ilimitados a Cuba''.

Tras escuchar las opiniones de las tres campañas presidenciales, llamé al presidente de la Fundación Cubano Americana, Francisco ``Pepe`` Hernández, quien me señaló que ``sin duda de ninguna clase, un gesto en este sentido rompería el hielo y provocaría tal vez la necesidad de estudiar cómo se puede sacar del impasse al proceso cubano''.

En una entrevista telefónica, Oswaldo Payá, uno de los principales líderes de la disidencia cubana, me dijo desde La Habana que una visita de una orquesta de primer nivel de Estados Unidos no sería mala idea como gesto de buena voluntad, siempre y cuando no sea interpretada como evidencia de una apertura que no se ha dado en la isla. Citando como ejemplo las alegaciones de funcionarios españoles de que la reciente liberación de cuatro prisioneros políticos evidencian un cambio para bien en Cuba, Payá señaló que muchas veces ``esos gestos se convierten en sustitutos de cambios reales, y entonces lo que hacen es justificar el inmovilismo''.

Mi opinión: es muy probable que veamos algún tipo de diplomacia musical, o diplomacia deportiva, a principios del próximo gobierno de Estados Unidos, no importa quién gane.

Incluso si gana McCain, el más duro de los tres respecto de Cuba, no sería raro: MCCain fue, a fin de cuentas, una figura clave en el levantamiento del embargo de Estados Unidos al régimen comunista de Vietnam. Y tampoco sería el primero en la historia reciente: el gobierno de Clinton autorizó a los Baltimore Orioles a jugar en Cuba el 28 de marzo de 1999. De manera que afine su batuta Lorin Maazel, o, quien sabe, en una etapa posterior, la Orquesta del Nuevo Mundo de Miami.

El primer paso de la diplomacia norteamericana en la era post Castro probablemente sea un evento musical. Y mientras no sea interpretado como algo más que un gesto de buena voluntad, como bien advierte Payá, no sería una mala idea.