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16/03/2008 | ¿Pueden los ‘media’ provocar una guerra?

Jean Meyer

Acuérdense de Gustave Flaubert: “Me he presentado ante el príncipe Napoleón, pero había salido. He oído cómo hablan de política. Es algo inmenso. ¡Ah! ¡Qué vasta e infinita es la estupidez humana!”. Le agradezco a Enrique Vila-Matas esa cita que había escapado al lector de Bouvard et Pécuchet, esa epopeya de la estupidez. Pero cuando la maldad se casa con la estupidez… puede surgir la guerra.

 

La mal asegurada independencia proclamada por los albaneses de Kosovo es el último episodio de una larga y amarga historia multisecular, pero es también el resultado de la guerra y de la “limpieza étnica” que empezó en 1991 y acabó con Yugoslavia. Todo principió con las nalgas de un pobre campesino serbio que no tuvo ninguna responsabilidad en el desastre. Según contó Dubravka Ugreshich, encontraron algún día, en su parcela, en Kosovo, un pobre diablo moribundo, un tal Martinovich, con una botella en el ano.

Durante meses la prensa serbia expuso el asunto en primera plana de los diarios y los canales de televisión lo tomaron como sujeto favorito. Para esa fecha Slobodan Milosevich ya había cancelado la autonomía de Kosovo y de la Voivodina húngara.

La versión oficial serbia fue que Martinovich había sido violado por unos albaneses; contra la oficial surgió la versión de que había sido efectivamente violado con la botella de cerveza (precisión ulterior), pero por los servicios secretos serbios que armaban así un casus belli contra los kosovares albaneses. No faltaron espíritus ingeniosos para decir que no había ninguna víctima sino un perverso que había casi acabado con su vida al abusar del “placer solitario”.

En cuanto al numeroso clan familiar, intentaba defender a su pariente, sin acusar a nadie, lo que era inconveniente para los medios masivos de comunicación y para el gobierno de Milosevich y su programa de realización de la Gran Serbia que incluía la expulsión de los albaneses de “la cuna de Serbia”, a saber Kosovo. Martinovich, sitiado por periodistas y cámaras en su cama de hospital, se limitaba, bastante debilitado, a sonreír a los televidentes. Los MMC habían transformado sus pobres nalgas en un explosivo capital político, digno de una película de Emir Kusturica.

Así fue como el caso del campesino serbio Martinovich confirmó al pueblo serbio en su convicción de que su gran líder Milosevich tenía toda la razón cuando había impuesto de manera unilateral la modificación de la constitución yugoslava al suprimir la autonomía de las dos provincias ya mencionadas. Era justo y justiciero y el asunto Martinovich confirmaba que los serbios de Kosovo estaban amenazados de “genocidio”, es más, que desde 1389, año de la derrota y muerte gloriosa del príncipe mártir Lazar en el campo de batalla de Kosovo Polié, “el campo de los mirlos”, el “genocidio” no había parado: ayer los turcos, hoy los albaneses. Por lo tanto, expulsar a los albaneses era una necesaria autodefensa, legítima y patriótica.

Los medios masivos de comunicación siguieron explotando tan rica veta y las masas se acostumbraron a su mensaje único, apreciaron con gusto las innumerables “pruebas” del “genocidio” cometido por los albaneses contra la minoría serbia. Quién sabe de dónde salieron, pero salieron en las pantallas de los televisores muchas y muchas mujeres serbias violadas, claro, por albaneses, ¿por quién más?

Para vengar el honor manchado de sus mujeres (y de los mitos nacionales que olvidan decir que en el ejército del sultán otomano que derrotó a Lazar, el mártir inolvidable, había muchos príncipes serbios y que más de la mitad de los soldados eran serbios y cristianos, vasallos del gran monarca), los nacionalistas serbios apoyaron con todo corazón al gobierno y a las fuerzas policiacas y militares de Milosevich cuando desataron una implacable represión contra los albaneses de Kosovo.

Así la mentira estúpida y sin vergüenza se transformó en verdad absoluta, en palabra de Evangelio, la ficción se volvió realidad y engendró la guerra que asoló a todos los Balcanes de la ex Yugoslavia, con la sola excepción de Eslovenia que se salvó de puro milagro, porque tenía fronteras con Europa y que no tenía, ¡milagro!, minorías étnicas en su seno. En esas guerras la práctica de la violación de las mujeres se volvió cotidiana ¿para vengar al campesino Martinovich?

No vayan a pensar que la mentira, la estupidez y la maldad hayan sido privilegio de Milosevich, de sus MMC y de su pueblo. No, los nacionalistas del grupo mayoritario en cada república hicieron lo mismo, empezaron por la mentira enorme y masiva para terminar con la “limpieza étnica”.

Los medios descubrieron su poder y aplicaron la regla enunciada por Hitler en Mi lucha: “para mentir bien, la mentira tiene que ser enorme; más grande la mentira y más aceptada resultará”.

Así fue, así es. Descubrieron con estupefacción y gozo que el pueblo, privado de otra fuente de información e intoxicado por el discurso nacionalista, estaba dispuesta a tragarse todos los sapos que le ofrecían. La diabolización del “otro” fue la cosa más fácil del mundo. Fácil y mortífera. En Sarajevo primero, en Kosovo más tarde, asistimos a una versión demasiado real de Mad Max, Terminador, Blade runner, hasta que la intervención de la ONU, de la Unión Europea, de Estados Unidos puso fin a la masacre.

Hoy Serbia, apoyada por Rusia y China, sostiene que la independencia kosovar es una violación de la legalidad internacional y de su soberanía; los kosovares contestan que han sufrido cinco siglos de yugo otomano y 87 años de opresión a manos de los serbios (menos durante los años 1970-1980, durante el llamado “decenio feliz”) que culminaron con la feroz “limpieza étnica” en tiempos de Milosevich. Serbia perdió toda legitimidad cuando, en lugar de protegerla, intentó destruir su minoría albanesa; hoy los kosovares independientes no deben reproducir esta conducta a expensas de la minoría serbia en Kosovo.

¿Serán capaces sus medios de comunicación de enseñar otra cosa que la mentira, la estupidez y la maldad?

jean.meyer@cide.edu  

Profesor investigador del CIDE

El Universal (Mexico)

 



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