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25/03/2008 | El drama de la resistencia palestina

Henrique Cymerman

La mujer bomba que no llegó al paraíso

 

"Lo más difícil para mí, como mártir suicida, fue informar a mi hija y decirle que su madre iba a estallar en pedazos en Israel, en una operación sagrada para vengar la sangre palestina.

Hace seis años exactamente, Diana, que tenía ocho, lloró desconsoladamente y me rogó que no lo hiciera. Lo único que se me ocurrió decirle fue que nos reencontraríamos en el paraíso", explica a La Vanguardia Shifa al Qudsi, palestina que entonces tenía 24 años y se había divorciado unos años antes. Nos recibe en su casa de Tulkarem, en Cisjordania, y la sonrisa casi nunca se le borra de la cara, aun cuando explica una realidad tan dramática que no parece posible. "Le dije a Diana que, si me extrañaba, fuera a la azotea, mirara al cielo y buscara la estrella más cercana. Allí me iba encontrar".

Shifa al Qudsi no fue la primera candidata a suicida de su familia. A los doce años, su hermano Mahmud fue movilizado por el brazo armado de Hamas y empezó así su proceso de adoctrinamiento. A los quince años, en enero del 2002, le colocaron un cinturón de explosivos, le enseñaron a apretar el botón y le llevaron en coche a Israel. Mahmud fue arrestado por la policía israelí antes de lograr su propósito y fue condenado a 18 años de cárcel. En esos días, Shifa vio también como la enfermera de Ramala Wafa Idris cruzaba hacia Jerusalén en su ambulancia, bien vestida y maquillada, para hacerse estallar en la céntrica calle Jaffa (dos muertos y 150 heridos).

Wafa y Shifa eran ambas divorciadas, lo que en su sociedad es visto como una mancha. Al Qudsi trabajaba en una peluquería para novias. Hoy reconoce que el atentado de Wafa y la detención de su hermano, así como las operaciones militares israelíes, la impulsaron a ofrecerse como mujer bomba. "Me dirigí al brazo armado de Al Fatah, pero ellos, que saben que soy una persona que ama la vida, creyeron que era un capricho y me rechazaron. Un mes después volví a hablar con ellos y los amenacé con que si no me aceptaban me ofrecería a Hamas o a la Yihad Islámica".

Rápidamente, le contestaron de forma positiva y empezaron a planificar el atentado. Shifa tenía que irse a la ciudad israelí de Hadera disfrazada de embarazada, con un cinturón de explosivos de 25 kilos. Con su eterna sonrisa en los labios explica: "Me lo puse, y era tal mi motivación que ni sentía el peso. Sin embargo, les dije que no quería hacer el atentado en Hadera, sino en una de las ciudades más bellas que conozco, la mediterránea Natania, situada a sólo 16 kilómetros de mi casa y que visité tantas veces en el pasado. Pensé: si ellos destruyen nuestras ciudades más bellas, se merecen que yo haga lo mismo".

Después de que ella se hiciera estallar estaba previsto que otro hombre bomba acudiera al lugar disfrazado de enfermero israelí, para morir matando a más gente en medio del caos.

Shifa reconoce que durante la espera de varias semanas no podía evitar pensar en su cuerpo hecho pedazos y en que a lo mejor su hija la vería de esa forma. Según la tradición islamista, los hombres mártires suben al paraíso para encontrar a las 72 vírgenes que les esperan. "A mí, en ese momento, me bastaba con convertirme en una virgen al servicio de nuestros héroes". Temía arrepentirse en el último momento y vio en su cerebro decenas de veces cómo llamaría por teléfono a su hija para despedirse de ella, recitaría mentalmente una última plegaria y apretaría el botón.

El 7 de abril del 2002, la joven recibió el esperado SMS: "La boda tendrá lugar hoy o mañana". Shifa cuenta que ese día fue el más largo de su vida. Su hija Diana - a la que llamó así por su admirada Lady Di- no paraba de llorar. Por la noche se acostaron. No logró dormirse hasta las dos de la madrugada. Cuando faltaban dos horas para su partida hacia Natania, madre e hija oyeron fuertes golpes en la puerta. Era una unidad especial del ejército israelí que venía a arrestarla. Un colaborador palestino de los servicios secretos israelíes había delatado a la candidata a suicida.

Shifa corrió con su móvil al baño y se deshizo de su tarjeta SIM para esconder a sus contactos. Luego le dijo a Diana que no contara nada a los investigadores. El ejército arrestó a la bomba humana potencial y tras sus largos interrogatorios y el juicio fue encarcelada en el centro israelí de Tel Mond durante seis años.

Hace pocas semanas, Al Qudsi fue liberada y fue recibida en Tulkarem como una heroína, en medio de disparos al aire y de fuegos artificiales. Desde entonces se produjo un gran cambio en la joven. "Por primera vez conocí a israelíes como mi carcelera Yasmina, de origen magrebí, que lloró junto a mí el día en que abandoné la cárcel. Aprendí hebreo, vi mucha televisión israelí y empecé a creer en la paz".

Shifa trabaja ahora en una asociación que ayuda a presos palestinos liberados y condena con dureza a los activistas de Hamas que reclutaron a su hermano cuando tenía 12 años. "Basta de lavados de cerebro. Iba a inmolarme, pero hoy entiendo que quien mata a civiles inocentes es un terrorista". Señala que la mejor forma de poner fin a la ocupación israelí, y para frenar al próximo hombre o mujer bomba, son las palabras y no los cinturones de explosivos. Su hija Diana, que acaba de cumplir 14 años, la abraza y la mira a los ojos: "No hay derecho a que me hayas dejado huérfana durante seis años. Gracias a Dios eres una bomba que no estalló y niñas israelíes de mi edad continúan vivas". Shifa baja la mirada, avergonzada, y susurra: "El paraíso puede esperar".

El Pais (Es) (España)

 



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