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13/04/2008 | Colombia – TLC: En sándwich

Cambio Staff

El TLC con Colombia es la primera víctima de la batalla electoral entre los demócratas y los republicanos en Estados Unidos. Nancy Pelosy, la poderosa presidenta del Congreso de Estados Unidos, desafió el miércoles al gobierno Bush al congelar el estudio del TLC con Colombia.

 

Bush se la había jugado toda al presentar el proceso el lunes. Con el banderazo del Gobierno, el TLC entró en una cuenta regresiva que solo tiene dos salidas posibles -su aprobación definitiva o su postergación indefinida- pero que le pondrá fin a la incertidumbre que existe desde hace dos años, cuando terminaron las largas negociaciones entre los dos países y se firmó el Tratado, que ya fue ratificado en el Congreso colombiano. Ahora, a diferencia de la etapa de negociación, en el escenario político de Estados Unidos se rompió el consenso bipartidista. Las reacciones a la audaz jugada de Bush en el Capitolio, fueron, en general, positivas entre los republicanos y negativas entre los demócratas.

Nancy Pelosy echó mano del llamado 'corto circuito' que establece, al contrario de lo que buscaba el Gobierno, que el TLC no tendrá que definirse en 90 días.

¿Por qué se arriesgó Bush a una apuesta que, en principio, parece perdedora? Hay razones de tipo personal: el tema se le ha vuelto una obsesión y hará lo que esté a su alcance para sacarlo adelante. La sola firma del proyecto, rodeado por todo su gabinete en Washington, en un acto especial con asistencia de diplomáticos, latinoamericanistas y empresarios, es muy elocuente sobre la importancia que tiene el asunto para la Casa Blanca. Por otra parte, según las normas que regulan el trámite de tratados comerciales, si el TLC con Colombia no se presentaba ahora habría tenido que ser postergado hasta después de las elecciones de noviembre y quedaría en manos de otro gobierno.

Entre los argumentos políticos y económicos, el Gobierno tiene varios ases en la mano. Desde el punto de vista exclusivamente comercial y económico, no es fácil sostener que el TLC será lesivo para los intereses estadounidenses. Si fuera así, tampoco habrían aprobado el acuerdo con Perú, firmado al mismo tiempo que el de Colombia y aprobado ya en el Congreso. Además, a Colombia le concedieron desde hace 15 años acceso privilegiado (ATPDEA) como contraprestación a la lucha contra el narcotráfico, razón por la cual el TLC no cambiará mucho en materia de importaciones. "El tratado no amenaza empleos nuevos en Estados Unidos y, por el contrario, remueve las barreras de entrada al mercado colombiano", dijo Jim McCrery, representante republicano por Louisiana.

Colombia, por lo demás, es un socio significativo para Washington en varios sectores, y hay empresas grandes de ese país para las cuales la apertura de mercados es crucial. "Para una empresa como Caterpillar, los mercados combinados de Perú y Colombia son más importantes que los de Japón, Alemania o el Reino Unido", dijo la representante comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, en entrevista para la revista U.S. News.

Si la discusión fuera técnica, con seguridad conduciría a una rápida aprobación. En los centros académicos y en las posiciones editoriales de todos los principales periódicos hay un apoyo amplio al TLC con Colombia. Sin embargo, el tema comercial siempre es controvertido y su discusión en plena campaña electoral lo convierte en una ficha del ajedrez político.

Atrapada

El TLC no se define en los despachos de los presidentes de las grandes compañías, ni en los consejos editoriales de los periódicos, sino en un Congreso que está en plena campaña. Una de las más competitivas en muchos años, caracterizada por una dura polarización entre los dos partidos, que ya casi no coinciden en ninguna posición fundamental. "Es muy mal comienzo haber introducido el TLC sin acuerdo previo con los demócratas del Congreso -dice Cynthia Arnson, directora del Programa para América Latina del Wilson Center-. Estos últimos ya pidieron, a cambio de su apoyo al Tratado, una mayor asistencia a los trabajadores estadounidenses que se podrían afectar por el libre comercio, lo cual hace aun más difícil un voto favorable en un año electoral".

Los gobiernos de Álvaro Uribe y George Bush contaban con que, para esta época, la candidatura del Partido Demócrata ya estaría definida, como la de John McCaine en el campo republicano. Pensaban que al entrar la primavera habría paz política y que se abriría una 'ventana de oportunidad'. Pero la lucha voto a voto entre Obama y Hillary generó exactamente el escenario contrario: la importancia de los sindicatos dentro del Partido implica que ninguno de los precandidatos puede arriesgarse a ceder simpatías. Y los sindicatos se oponen al TLC por dos razones: por la posibilidad de que se pierdan empleos por las importaciones de productos colombianos, y por la solidaridad con la violencia contra sindicalistas colombianos (ver siguiente artículo).

Por primera vez en la historia, Colombia es un factor de discusión en la campaña electoral de Estados Unidos. "Es la primera víctima -dice Michael Shifter, subdirector del Diálogo Interamericano-. Colombia está atrapada en medio de la batalla política". Para Bush, la situación le ha servido para poner contra las cuerdas a los precandidatos demócratas, pues al obligarlos a votar el TLC los puso a escoger entre dos alternativas perdedoras: si lo apoyan, se echan encima a los sindicatos, y si lo rechazan, pagan costos por no respetar acuerdos internacionales, por su falta de interés en América Latina y por dejar al lado a un aliado fiel como Colombia, enfrentado, además, a un enemigo acérrimo de Estados Unidos como Hugo Chávez.

Como afirma Shifter, Colombia es el gran perdedor y los meses que vienen serán incómodos para los representantes diplomáticos del gobierno Uribe en Washington. Primero, porque hay posibilidades de que el TLC no sea ratificado. Segundo, porque Estados Unidos ya ha aprobado tratados con otras naciones cuyas exportaciones compiten con las de Colombia, en particular las de Centroamérica y Perú. Y finalmente, porque en los próximos 90 días -período establecido para el trámite legislativo- saldrán a flote en los debates enconadas posiciones sobre los problemas colombianos más graves: la parapolítica, la violencia contra los sindicalistas y las violaciones a los derechos humanos. Se convertirán en temas de las sesiones del Congreso y de publicaciones de prensa.

Apuesta difícil

Todo lo anterior no significa, sin embargo, que la suerte esté echada y que el TLC esté condenado a su hundimiento y a una renegociación con el Gobierno que resulte elegido el próximo 6 de noviembre. A pesar del escenario adverso la ley podría salir adelante en un voto-finish. "En política nada es imposible -sostiene José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch-.  Sin embargo, la estrategia del gobierno de Uribe, basada en campañas de relaciones públicas y afirmaciones apocalípticas sobre el panorama regional, no alcanza. El Congreso está suficientemente informado sobre la realidad colombiana como para ser presa fácil de un lobby de eslogan".

En los círculos diplomáticos de Washington se dice que Carolina Barco se ha convertido en la 'Embajadora del TLC'. Su oficina se ha dedicado casi por completo al tema. El domingo pasado, The New York Times publicó un informe sobre las firmas de lobby que apoyan esta tarea, contratadas por una cuantía cercana al millón de dólares: Glover Park Group, Johnson, Madigan, Peck, Boland and Stewart y Burson Marsteller. En esta última se produjo el escándalo de la semana pasada, motivado por el hecho de que su presidente, Mark Penn, asesoraba la campaña de Hillary Clinton (opuesta al TLC) y a la Embajada de Colombia en su estrategia para aprobar el TLC. Penn fue expulsado de la campaña de la senadora.

En las próximas semanas,  el gobierno del presidente Álvaro Uribe enviará al vicepresidente Francisco Santos, al canciller Fernando Araújo y  a otros ministros para responder a las inquietudes que existen sobre la violencia contra sindicalistas y las relaciones de políticos y congresistas con grupos paramilitares.

¿Podrán salvar la nave en medio de la tormenta? Difícil. Hay un pequeño grupo de congresistas demócratas que siguen indecisos o que, incluso, simpatizan con el TLC. Generalmente provienen de estados como Florida y Nueva York donde hay colonias colombianas grandes. En ellos harán presencia los ministros colombianos en una estrategia de "diplomacia de órbita" complementaria a la ofensiva de lobby que se lleva a cabo en Washington. Con el apoyo de 25 de estos congresistas, la iniciativa podría salvarse. "La clave -le dijo el secretario de Comercio Carlos Gutiérrez a la FM de RCN el miércoles-, es que el voto no sea de partido, sino individual".

Pero la decisión de Nancy Pelosy de sacar el proceso del procedimiento normal, el miércoles, fue considerada como un golpe mortal. Lo cierto es que el TLC, y Colombia, quedaron inmersas en el huracán de la política electoral estadounidense. Y a esta, si hay algo que la caracteriza, es que no tiene predicciones posibles. Para Colombia, y para el Gobierno de Álvaro Uribe, el TLC quedó convertido en un corcho, a la deriva del remolino de la política electoral estadounidense. Pero el corcho del TLC, por una vez, podría hundirse.

Revista Cambio (Colombia)

 


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