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El Universal (Mexico)

 

21/04/2008 | Réquiem por el libre comercio

John Bailey

¿Qué importancia tiene para las relaciones México-Estados Unidos el hecho de que la Cámara de Represen-tantes estadounidense posponga la votación sobre la ratificación del acuerdo de libre comercio Estados Unidos-Colombia?

 

Creo que la postergación representa una enorme piedra más sobre la pesada carga que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, tiene que soportar ya al tiempo que se aproxima la temporada electoral en Estados Unidos.

¿Qué importancia tiene si aumenta la oposición de la opinión pública al TLCAN en2008? La lección que he aprendido con los años es que cuando México y Estados Unidos persiguen un propósito común trascendente, los conflictos y problemas de rutina son más fáciles de sobrellevar. Lo contrario también es cierto: cuando los dos países no comparten una gran meta común los conflictos cotidianos pueden resultar magnificados.

La posposición, registrada el 10 de abril, de la votación sobre el pacto comercial Estados Unidos-Colombia se debió a un conflicto político entre el liderazgo demócrata en la Cámara de Representantes y el presidente Bush en torno de las medidas para enfrentar la crisis de vivienda estadounidense. Parece una relación extraña —entre un problema inmobiliario y el libre comercio—, pero demuestra la vulnerabilidad adicional que sufren los acuerdos comerciales en momentos económicos difíciles.

En forma parecida, es la política lo que explica la retórica contra el libre comercio lanzada por Barack Obama y Hillary Clinton al tiempo que buscan la nominación presidencial demócrata. El libre comercio es particularmente impopular entre las bases del partido demócrata y más aún en estados industriales como Ohio y Pennsylvania, así que ninguno de los candidatos quiere ser retratado como alguien “suave” en este asunto.

Para reforzar su postura contra el libre comercio, ambos candidatos tienen que reescribir la historia. Clinton afirma que siempre tuvo dudas sobre el libre comercio, aun cuando apoyó públicamente el TLCAN negociado por su esposo en 1993. Durante la campaña para las primarias en Ohio, declaró que “he sido crítica del NAFTA desde el principio. No expresé una posición pública al respecto porque era parte de la administración (Clinton). Pero desde que empecé la contienda al Senado, he sido crítica”. El ex presidente Bill Clinton, sin embargo, sigue apoyando el libre comercio y respaldó el pacto entre Estados Unidos y Colombia.

La senadora Clinton declara que si obtiene la nominación y la presidencia misma, intentará renegociar el TLCAN para fortalecer sus disposiciones laborales y ambientales.

Hasta hace poco Barack Obama sostenía una posición en general favorable al libre comercio. El 11 de abril de 2008, la agencia AP divulgó una nota en la que señaló que “en su campaña al Senado de Illinois en 2004, Obama dijo que Estados Unidos debía buscar más acuerdos como el NAFTA. AP informó entonces que Obama había resaltado los enormes beneficios que se habían acumulado en su estado gracias al NAFTA, aunque agregó que también había demandado mayores protecciones comerciales para los trabajadores estadounidenses”. El despacho señala más adelante que este matiz se perdió cuando Obama declaró en febrero pasado: “No creo que el NAFTA haya sido bueno para los estadounidenses y nunca lo he creído”.

A su vez, el senador John McCain, presunto candidato republicano, ha manifestado su firme apoyo al TLCAN y ha señalado que fortalecería los programas para capacitar y apoyar a los trabajadores estadounidenses que son desplazados por los acuerdos comerciales.

Pero incluso si McCain ganara la presidencia, es muy probable que enfrente un Congreso controlado por los demócratas, y también es muy probable que el Congreso adopte un papel más activo en futuras negociaciones comerciales. En el pasado, los pactos comerciales eran negociados por el presidente y el Congreso se limitaba a votar sí o no. Esa mecánica permitió al gobierno de Estados Unidos establecer acuerdos en paquete con otras naciones sin el riesgo de que el Congreso reabriera las negociaciones al incluir decenas, si no centenas, de enmiendas.

¿Qué país estaría dispuesto a negociar el mejor acuerdo sabiendo que el arreglo sería reabierto más tarde por el Congreso? No obstante, la autoridad comercial del presidente expiró en julio de 2007, y pienso que el próximo Congreso buscará demostrar su poder en forma más agresiva, suponiendo que tenga algún interés en los pactos comerciales.

Si el gobierno de Estados Unidos pierde el interés en promover el comercio, es difícil pensar de dónde podría provenir el liderazgo en materia de política comercial. El Acuerdo de Libre Comercio de las Américas está empantanado, y la ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio aparentemente no va a ningún lado.

En mi opinión, estas tendencias apuntan hacia un cambio en las conversaciones sobre libre comercio en Norteamérica. Más que una conversación acerca de un “NAFTA-plus”, podríamos empezar a hablar de un “NAFTA-menos”. Algunos grupos en México tienen fuertes reservas sobre las disposiciones agrícolas del TLCAN, y muchos canadienses están descontentos con las cláusulas en materia de energía del pacto. Si los estadounidenses agregan sus preocupaciones el TLCAN no sólo estará paralizado; podría empezar a entrar en reversa.

Probablemente deberíamos reformular la lección aprendida a lo largo de los años de que la existencia de un objetivo común en las relaciones bilaterales puede hacer que los conflictos normales sean más manejables. Esto es cierto a menos que el objetivo común sea atacar en forma conjunta un acuerdo establecido.

(Traducción: Gregorio Narváez)

* Es director del Proyecto Méxicoen la Universidad Georgetown


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