En la carretera, se forman largas filas de camiones con el preciado contenido que cargan en las haciendas y luego depositan en gigantes silos a la espera de ser embarcado en buques al exterior.

Hay que recuperar el tiempo perdido. Del grano color oro de la soja dependerá la subsistencia de toda una comunidad, que vive una prosperidad inédita de la mano del "boom" de esta oleaginosa en el mercado internacional, alentado principalmente por la voracidad de las economías en expansión de Asia, pero que ahora sus pobladores ven peligrar con el nuevo sistema de gravámenes móviles a su exportación dispuesto recientemente por el gobierno.

Las ventas de soja y sus derivados como aceites y harinas, principalmente a China, le reportaron al país sólo en 2007 unos 13.500 millones de dólares, convirtiéndose en su mayor fuente de ingresos y factor determinante para que la economía argentina levantara vuelo tras la crisis de 2001.

En Ferré, ubicado en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, corazón de la "Pampa Húmeda" -las tierras más fértiles del país-, su población de menos de 3.000 habitantes se sostiene económicamente de la soja.

"Lo que más lamentan nuestros productores es que se les quitó la esperanza de recibir futuras subas con las retenciones (gravámenes) móviles. Nos les permite aprovechar esta coyuntura internacional de muy buenos precios en alza", explica a AP Sergio Rodríguez Santorum, gerente de una cooperativa agropecuaria que reúne a unos 600 productores de la región.

El nuevo sistema anunciado por gobierno de Cristina Fernández el 11 de marzo, a menos de un mes del inicio de la cosecha de soja, varía de acuerdo con la cotización de los granos en el mercado externo. La soja fue la más afectada, ya que en un contexto de precios récord las retenciones pasaron en un día del 35% al 45%.

Como respuesta, los productores frenaron la comercialización de productos y cortaron carreteras de todo el país durante 21 días, desabasteciendo grandes ciudades. La protesta, inédita en magnitud y duración, desató la primera crisis para Fernández en apenas 100 días en el poder, aunque su política hacia el sector no difiere a la aplicada por su esposo y antecesor, Néstor Kirchner, que también ordenó fuertes subas a las retenciones.

La huelga se suspendió a principios de abril por el plazo de un mes para retomar el diálogo con el gobierno. Además, los campesinos no podían postergar más la trilla de soja y exponerse a que una lluvia o la caída de granizo dañaran sus campos.

Pero el disgusto está latente e hizo surgir fisuras en el gobierno, que desembocaron en la renuncia del ministro de economía Martín Lousteau, uno de los principales propulsores de los gravámenes. Lousteau, de 37 años, dimitió cuatro meses después de haber asumido.

"Las retenciones son un robo", afirma Carlos Ranalli, productor mediano de la zona, mientras en una de sus 400 hectáreas sigue atento cómo el acoplado de un camión se llena de granos de soja que escupe el brazo de una tolva, máquina que acompaña en su recorrido a la cosechadora y recibe en simultáneo lo que levanta del suelo.

Este pueblo y otros tres que pertenecen al partido de General Arenales sufrirán en total pérdidas por 31,4 millones de dólares en retenciones, según estiman productores de la zona.

El argumento oficial para justificar la suba fue redistribuir la riqueza de los sectores que obtuvieron mayor rentabilidad hacia los menos favorecidos y frenar la "sojización" del país -se estima para la campaña 2007/08 unas 16,6 millones de hectáreas de soja, 2,8% más que el período anterior- en perjuicio de otros cultivos como el trigo y el maíz y de la ganadería, cuya escasez empuja los precios en el mercado interno en un contexto de inflación en aumento.

"¿Cómo se hace la redistrubución del ingreso si no es precisamente sobre aquellos sectores que tienen rentas extraordinarias?", se preguntó la presidenta Fernández en el primero de los cuatro discursos durante la protesta rural.

Agregó que si "no hubiera retenciones, quiero decirles a los argentinos que el pollo, la carne, la leche la verían por televisión.

Sus explicaciones no convencieron a los "chacareros". "Lo que ellos nos sacan era un dinero que se iba a reinvertir en una camioneta para trabajar, en tractores, en mano de obra, en equipos que realmente hacen a la mayor producción. La soja es una fuente de ingresos para los pueblos del interior, nos da de comer a todos", explica Ranelli.

Otra de las críticas a la medida es que no diferenció entre los grandes hacendados de más de 100.000 hectáreas, para los cuales la suba de retenciones tiene menos impacto, de los medianos y pequeños productores que usan las ganancias de una cosecha para sobrevivir, proyectar la siguiente campaña y afrontar la compra de insumos importados como fertilizantes.

La ruta angosta que conduce a Ferré, por la que días atrás sólo circulaban vehículos particulares debido a los "piquetes" de campesinos, es ahora un ir y venir de camiones que llevan la oleaginosa desde los campos a las plantas de acopio, a las que los productores le venden su cosecha al precio que fija el mercado.

En uno de estos establecimientos, rodeado de praderas amarillentas -el color de la planta de soja cuando está lista para ser cosechada- un grupo de empleados barren con escobas los granos que caen desde los acoplados a un subsuelo. Luego, mecánicamente la mercadería se guarda en silos con capacidad para 600 toneladas. El destino final probablemente será un puerto asiático.

Sin embargo, el titular de una de las plantas más importantes de la región y productores consultados por AP admitieron que como consecuencia del conflicto con el gobierno muchas operaciones se cancelaron porque prefieren guardar la cosecha hasta tener mayores certezas.

"Uno no hace negocios esperando a ver qué pasa. Acá hay un dicho que dice 'vamos a desensillar hasta que aclare'. La gente está asustada", confió el productor Rodolfo Arata.

Las cuatro principales entidades del agro y el gobierno volverán a sentarse a negociar una salida al conflicto, que hoy parece lejana: los primeros quieren que Fernández dé marcha atrás en la suba de retenciones, pero la mandataria se ha mostrado firme en su decisión.

Así las cosas, el campo amenaza con otra "rebelión".

"Defiendo lo mío. Aquí pasamos por muchas crisis, vi a muchos productores desaparecer. Yo a esa época no quiero volver. La presidenta debería bendecir a la soja. En el 2001 estábamos en llamas y gracias a la soja hoy sólo hay brazas", sostuvo Walter Perrotta, con los ojos llorosos, mezcla del polvo que levanta a su paso una cosechadora y la angustia por un futuro incierto.