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01/05/2005 | El problema número uno de Ecuador

Stephen Johnson

Estados Unidos no puede abandonar su compromiso pero tampoco puede confiarse de un grupo novato de reformistas para que les salve la situación. Mas bien debe reforzar el apoyo a los principios democráticos y a las instituciones sólidas

 

Durante la pasada década, los políticos ecuatorianos se han destacado por su falta de respeto a las reglas. Honrados cuando son elegidos, muy pronto se convierten en criaturas del corrupto sistema político. Cuando los reformistas los reemplazan y repiten el mismo error, el ciclo continúa. En años anteriores, Estados Unidos podría haber ayudado a Ecuador a fortalecer el estado de derecho para poner coto a la impunidad. Ahora estamos empezando otra vez con nuevos líderes y nuevas agendas. La inestabilidad de Ecuador es como un cuento con moraleja de advertencia que nos dice por qué Estados Unidos debe concentrar sus esfuerzos en principios democráticos e instituciones sólidas.   La última víctima de Ecuador es el ex presidente Lucio Gutiérrez, destituido por una mayoría simple de legisladores el 20 de Abril, rechazando 2 Cortes Supremas una tras otra. Los opositores dicen que abandonó su cargo rompiendo la ley y autorizando al congreso a destituirle sin un juicio por impeachment y sin debate público.

Nadie tiene que sentirse triste por Gutiérrez. Tuvo muchos malos ejemplos. En 1996, sirvió como asistente militar del presidente Abdalá Bucarám, conocido como el Loco, que se quejaba de robarle a los oligarcas y luego puso a sus compinches en el gobierno quienes a su vez presuntamente robaron a la Hacienda Pública. Cuando trató de imponer medidas de austeridad, los legisladores lo echaron.   Como coronel del ejército, Gutiérrez se unió a líderes sindicales y exclusivos grupos de presión para derrocar al presidente Jamil Mahuad que estaba tratando de dolarizar la economía. El vicepresidente de Mahuad y su sucesor Gustavo Noboa dolarizaron la economía de todas maneras para contener la inflación desenfrenada antes que su propia administración terminase por un escándalo de bonos.   En 2002, los votantes eligieron a un contrito Gutiérrez. Se rodeó con consejeros competentes y ayudado por los altos precios del petróleo mantuvo la economía en crecimiento con contención fiscal. Aseguró a los líderes extranjeros que no seguiría el ejemplo populista del hombre fuerte de Venezuela Hugo Chávez. Pero su base izquierdista lo abandonó y sus adversarios bloquearon su agenda. Así es que él respondió del mismo modo con decisiones cada vez más arbitrarias.   En Noviembre de 2004, cuando los legisladores trataron de hacerle un proceso de impeachment a Gutiérrez, los partidarios de Bucarám vinieron en su auxilio. Como pago por el favor, llamó a su mayoría parlamentaria para que destituyese a la Corte Suprema justo cuando los jueces estaban revisando los cargos contra el exiliado líder. Pero los legisladores no pueden echar a los jueces directamente y sólo la corte puede nombrar a sus sucesores.   En Marzo, la nueva corte anuló los cargos de corrupción contra los presidentes Bucarám y Noboa. Al regresar del exilio, Bucarám dijo a sus partidarios que volvería a presentarse a las elecciones presidenciales para liderar “una gran revolución bolivariana” como Chávez en Venezuela. Cuando los ecuatorianos oyeron eso, muchos salieron a las calles en protesta. Gutiérrez declaró el estado de emergencia y disolvió el nuevo tribunal. Y como las protestas se intensificaban, los parlamentarios votaron 60 a 2 para destituir al presidente Gutiérrez, marcando la tercera vez desde Bucarám que un jefe de estado elegido en las urnas ha sido destituido.   Para complicar el asunto aún más, 52 parlamentarios “abandonaron” la constitución en diciembre para ayudar a Gutiérrez a destituir la primera corte suprema. Luego está el problema de la presente corte suprema, o la falta de ella. El congreso despidió al tribunal preexistente y Gutiérrez despidió al que le sucedió. Es poco probable que el gobierno interino del ex vicepresidente Alfredo Palacio pueda calmar las aguas sin la intervención considerable de organizaciones foráneas como la OEA.   Para volver a tierra firme, los políticos ecuatorianos deben ponerle freno a la impunidad y abrir el gobierno para una participación popular más amplia. El Doctor Edgar Terán que lidera una fundación llamada “Hacia la Seguridad-Imperio de la Ley” dice que el congreso debe simplificar los códigos legales y eliminar miles de leyes “basura” que son contradictorias y que facilitan la corrupción gracias a una interpretación arbitraria. También debería enmendar artículos de la constitución para imponer un sistema de equilibrio de poderes y controles mutuos (el sistema americano de “check and balances”) para los nombramientos judiciales y poner un límite a los despidos presidenciales para asegurar una deliberación en regla.
Ya que el gobierno es del pueblo, dice Terán, las leyes deberían permitir elecciones primarias con listas abiertas para que cualquiera se presente a una elecciones, no sólo los amigos de los líderes del partido o los “dueños del partido” como a veces se les llama. Una escuela de liderazgo nacional podría ayudar a los candidatos a entender cómo se supone que debe funcionar un gobierno antes de aterrizar en el puesto.   Y mientras que Estados Unidos hizo un buen trabajo alentando a Gutiérrez a respaldar el libre comercio, a abstenerse de entrar en la Corte Penal Internacional y a permitir que Estados Unidos usara las instalaciones militares ecuatorianas para la lucha contra las drogas, sin embargo el promover un gobierno responsable e instituciones efectivas fue sólo una meta secundaria. Ahora, algunos de los nuevos ministros dicen que Ecuador debería renunciar a esos compromisos previos.   El tiempo es limitado. Los partidos izquierdistas quieren que Ecuador se distancie de Estados Unidos. Las guerrillas colombianas de las FARC están presentes en el norte de la provincia de Sucumbíos. Las fuerzas de seguridad ecuatorianas necesitan un mayor entrenamiento profesional. Hugo Chávez de Venezuela tiene activistas allí que están creando apoyos para su agenda populista. Algunos empresarios, alineados con banqueros locales, quieren la desdolarización para que sólo ellos puedan tener cuentas bancarias en una moneda estable.   Estados Unidos no puede abandonar su compromiso pero tampoco puede confiarse de un grupo novato de reformistas para que les salve la situación. Mas bien debe reforzar el apoyo a los principios democráticos y a las instituciones sólidas para que estén al servicio de los ciudadanos de a pie y no de las beligerantes élites políticas de Ecuador.   Stephen Johnson es el analista político decano especializado en América Latina del “Centro Douglas and Sarah Allison para Política Exterior”y del “Instituto Shelby Cullom Davis para Estudios Internacionales”de la Fundación Heritage.   ©2005 Traducido por Miryam Lindberg ©2005 The Heritage Foundation

Libertad Digital (España)

 



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