El hecho de que Nicolás Sarkozy, que además de presidir Francia es el presidente europeo de turno, haya optado por convocar a los cuatro miembros comunitarios del G-8 (los siete países más ricos más Rusia) en lugar de movilizar a las instituciones europeas refleja la debilidad institucional de la Unión para hacer frente a los retos colectivos con celeridad y eficacia.

Sarkozy ha optado por la rapidez de reacción, ya que es más fácil movilizar y poner de acuerdo a los cuatro grandes de la UE que a los Veintisiete, aunque finalmente deberán ser estos quienes aprueben las decisiones contra la crisis.

Antes de empezar la mini cumbre ya se había descartado la idea de estudiar la adopción de un plan de rescate bancario similar al de Estados Unidos, dada la enorme dificultad de aplicarlo, ya que los países europeos tienen gobiernos, reglamentaciones e instancias de supervisión diferentes. Esto hace que, en caso de crisis bancarias, cada país se vea obligado a resolver el problema por su cuenta, o a lo sumo en colaboración con los gobiernos de los otros países en los que una misma entidad estuviera presente. Hasta ahora se han afrontado así las seis crisis bancarias registradas esta semana.

El compromiso "solemne" de sostener a las entidades financieras que puedan entrar en dificultades, promulgado ayer por las cuatro primeras potencias europeas, es un nuevo e importante paso que, sin duda, contribuye decisivamente a la confianza en el sistema bancario de la UE, tanto entre los propios bancos como entre los clientes y depositantes.

Cada gobierno, según dijo el presidente francés, actuará con sus propios medios y métodos, pero sobre la base de la coordinación con el resto de los estados europeos. En caso de intervención pública en un banco en dificultades, los directivos serán sancionados y los accionistas soportarán las pérdidas, aunque los estados cubrirán los agujeros con cargo a los presupuestos. Ello obligará a flexibilizar el tope del 3% de déficit.

El plan de choque europeo no hace más que oficializar la práctica seguida hasta ahora, pero el objetivo público asumido por los dirigentes de los grandes países europeos es clave para el retorno a la confianza, que es el problema de fondo de la crisis financiera actual.

Resulta obvio que hay que hacer más para restablecer la normalidad crediticia y la liquidez internacional. Pero en la reunión de ayer los principales dirigentes europeos, que han pedido un encuentro del G-8 al completo para refundar el sistema financiero internacional, empezaron a asumir el liderazgo colectivo que les corresponde ante la crisis económica y financiera.