La crisis económica en pueblos como Pahrump - puntos negros del bajón de la vivienda- no sólo ha privado a muchos hispanos de su trabajo en la construcción, sino también, en algunos casos, de sus viviendas. Casi el 50% de las hipotecas basura concedidas en el 2006 iban a hispanos de bajos ingresos, y muchos ahora son víctimas de la ola de reposesiones bancarias.

Los indocumentados, por su parte, sufren el doble golpe de la recesión y las redadas. Tras los controles de la policía de inmigración y aduana, los casinos y hoteles de Las Vegas - otra gran fuente de empleo hispano- hacen revisiones muy estrictas y excluyen a los sin papeles. Al mismo tiempo, una campaña de intimidación ha hecho la vida más difícil para los clandestinos. En Pahrump, cuya comunidad mayoritaria son jubilados blancos, se intentó aprobar una ley para prohibir dar empleo, alquilar una vivienda o prestar dinero a los indocumentados.

Los problemas de Pahrump se reproducen en todo el país. Medio millón de los 40 millones de hispanos de EE. UU. han perdido sus empleos desde principios del 2007, la mayoría en la construcción. Unos 60.000 de los recién parados son indocumentados. En el mismo periodo, 208.000 de los doce millones de sin papeles han sido deportados.

Los hispanos desaparecen de Pahrump, pero no regresan a sus países, dice Rodolfo Rubio, de El Colegio de la Frontera Norte, en Ciudad Juárez. "Sólo los deportados vuelven a México. Las condiciones allí no están para volver; aunque sólo trabajes un día a la semana ganas más que en México". Y tras la construcción del muro en la frontera, "si se sale hay que pagar 1.500 dólares al traficante para volver a entrar en Estados Unidos". Es más probable que los mexicanos desaparecidos de Pahrump y otros pueblos devastados por la crisis de la vivienda se hayan ido a otros estados, quizás al norte, la próxima fase de la gran diáspora mexicana y centroamericana por Estados Unidos. Una decena de albañiles mexicanos viajaban en un avión a Alaska la semana pasada.

Aunque hay alguna señal de que el bajón económico, las redadas y la vigilancia en la frontera pueden estar bajando algo el flujo de indocumentados, "no es un impacto muy grande", dice Rubio. Según datos del Gobierno mexicano, 625.000 mexicanos cruzaron la frontera en el 2007, más que en el año anterior.

Pero la crisis económica y las redadas han hecho mella en la conciencia política de la comunidad. Las históricas movilizaciones de apoyo a los sin papeles del 2006 - con marchas multitudinarias en todas las grandes ciudades- ya parecen tan distantes como las famosas walk-out (huelgas escolares chicanas) de los años sesenta. "En la primavera del 2006 perdimos el miedo", dice Luz Miranda Mosquera, de Hermandad Mexicana, una ONG que ayuda a hispanos a hacerse ciudadanos. Se esperaba dar el siguiente paso desde las calles hasta las urnas, pero con la crisis del empleo y las deportaciones ha vuelto el miedo. "La gente baja la cabeza, se esconde - dice Mosquera-. Me temo que va a haber un gran absentismo". Aunque las deportaciones sólo afectan a los indocumentados, que no pueden votar, Mosquera dice que la gente con la que habla en Las Vegas "tiene un familiar en casa que es indocumentado, así que siente el miedo a votar también". Ya existe una enorme abstención latina. Los hispanos forman el 15% de la población de EE. UU., pero la participación media en elecciones presidenciales es de sólo el 6,5%.

Tampoco hay mucha confianza en la candidatura de Obama y existen prejuicios en la comunidad hispana respecto a los afroamericanos. "Yo tengo amigas de origen mexicano que dicen abiertamente que no votarán a Obama porque es negro; es chocante pero es así", dice Socorro Tabueco, de la Universidad de El Paso. Organizadores hispanos en Los Ángeles y Las Vegas se quejaron de que Obama no ha hecho suficientes esfuerzos para tender puentes entre las dos comunidades.

En estados indecisos del sudoeste como Nevada, Colorado y Nuevo México, en los que los hispanos forman el 12% de los votantes, una participación baja sería desastrosa para Obama. Pero Mc-Cain difícilmente aprovechará la situación, porque, pese a sus posiciones pro-hispanas en el debate sobre la reforma inmigratoria, no puede correr el riesgo de enajenar el voto de gente como los jubilados blancos de Pahrump.