¿Por qué ese trato tan desigual? Por el peculiar sistema para elegir al presidente. Sólo los estados que pueden ser reñidos tienen interés. Ya se sabe de antemano, por ejemplo, que en Nueva York, California, Illinois y Massachusetts ganará seguro Obama, y que McCain hará lo propio en Texas, Utah y Oklahoma. En la práctica, la campaña se circunscribe a un puñado de estados que son competitivos, aquellos en que uno y otro partido ganaron por estrecho margen en las elecciones pasadas o los que las encuestas señalan como muy disputados. Los trofeos más preciados, en el 2004 y también este próximo 4 de noviembre, serán Florida, Ohio y Pensilvania.

Hoy por hoy, el optimismo de los partidarios de Obama se basa en su capacidad, según los sondeos, de cambiar a su favor el mapa de los swing states (estados oscilantes). Para conseguirlo dispone de amplias legiones de voluntarios y mucho dinero. "Cada fin de semana llamamos a más de 100.000 puertas gracias a miles de voluntarios", declara a La Vanguardia Jared Leopold, portavoz de la campaña demócrata en Virginia, uno de los estados clave. Para Leopold, el secreto de este gran movimiento de base "ha sido la personalidad del candidato y el convencimiento de estar trabajando para la clase media, procurando que el país supere la actual situación de crisis".

La mayor esperanza demócrata es conquistar varios estados en los que ganó Bush en el 2004. Florida y Ohio son los más valiosos en términos de votos electorales, pero políticamente sería más extraordinario hacerlo en territorios que los republicanos han dominado desde 1968, desde las primeras elecciones que ganó Nixon. Es el caso de Virginia e Indiana. El objetivo está al alcance, sobre todo en el primer caso.

En la alteración del mapa electoral no sólo cuenta el candidato, el programa, la crisis o el legado de Bush. También influyen cambios demográficos en un país muy dinámico y de gran movilidad geográfica. Esos cambios influyen, en parte, en las buenas perspectivas de Obama para ganar tres estados del sudoeste, Nevada, Colorado y Nuevo México.

A lo largo de los meses, los swing states han ido cambiando. Iowa, es un ejemplo claro de estado oscilante. En el 2004 votó por la mínima por Bush. Ahora se considera bastante seguro para los demócratas, en parte porque allí fue donde emergió Obama al ganar los caucus del pasado 3 de enero. McCain, sin embargo, no ha renunciado a competir allí y en dos estados vecinos, Wisconsin y Minnesota, que comparten el mismo perfil socioeconómico.

McCain ha apostado por Pensilvania - que ganó el demócrata Kerry en el 2004- porque en sus zonas rurales viven muchos blancos de clase media baja y valores culturales conservadores que se sienten reacios a votar a un candidato afroamericano con fama de liberal. En Nuevo Hampshire, McCain se ve también con opciones porque este pequeño estado, con muchos votantes independientes, siempre ha sido muy favorable a McCain. Ganó allí las primarias del 2000 y del 2008.

Cada estado es pues un microcosmos con matices distintos. El genio de los estrategas consiste en repartir los recursos con inteligencia para optimizarlos en un mapa final que dé la victoria.

Obama y McCain centran su esfuerzo en los estados aún competitivos y que decidirán la elección

El vetusto sistema estadounidense para elegir presidente es indirecto. Cada estado, en virtud de su población, tiene asignados unos "votos electorales". Llega a la Casa Blanca el candidato que consigue o supera la cifra mágica de 270 votos electorales. En cada estado, el candidato ganador en las urnas se lleva todos los votos, haya tenido una ventaja apabullante o mínima. Esa es la razón por la que carece de sentido hacer campaña en estados donde el desenlace es muy seguro de antemano. Y también es el motivo de una importante distorsión de la democracia. En teoría, el vencedor en voto popular - como ocurrió con Al Gore en el 2000 y en otras ocasiones anteriores- puede perder en el cómputo global de votos electorales. Para complicar aún más las cosas, dos estados - Nebraska y Maine- son una excepción en la norma general del "ganador se lleva todos los votos". Allí, quien vence en voto popular en todo el estado se lleva dos votos electorales. Los otros tres - en el caso de Nebraska- se adjudican a quien haya ganado en cada uno de sus tres distritos electorales. En Maine dos votos electorales se asignan al vencedor de sus dos distritos.