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08/05/2005 | Rusia: ¿Podrá el partido del poder quitarle a la izquierda la iniciativa del referéndum?

Yuri Filippov

La Fiesta del 1 de Mayo y el Día de la Victoria, celebrado en Rusia el 9 de mayo, son tradicionalmente dos fiestas de mayores connotaciones patrióticas y comunistas. Precisamente en estas fechas de mayo, durante las manifestaciones festivas de la oposición, las fuerzas de la izquierda nacionalista hacen la revista de filas anual, ensayan las nuevas consignas y sondean los ánimos de sus militantes.

 

La izquierda tradicional, representada en primer lugar por el Partido Comunista, tiene este año competencia muy fuerte. La audiencia de la calle se ha movido por una serie de razones hacia la izquierda: en enero pasado, Rusia abordó una importante reforma que traspasa buena parte de los compromisos sociales del Estado a las condiciones del mercado. El Gobierno ruso dejará de subvencionar directamente los servicios del transporte público, municipales, de salud pública y educación transfiriendo tal función a los consumidores y limitándose a ayudar únicamente a las personas minusválidas o de bajos ingresos económicos, aquellas que sean incapaces de pagar un fármaco de importancia vital o un billete de tranvía.

Dicha reforma se ha dado en llamar ya como "fin del socialismo ruso". A pesar de que Rusia lleva catorce años implementando las reformas de mercado, el mantenimiento de las subvenciones públicas al sector social permite prácticamente a cada ciudadano beneficiarse, si se lo propone, de grandes privilegios. Tan grandes que el mínimo de vida en Rusia crecería dos o tres veces, si la práctica del "socialismo a la rusa" se eliminara en un día.

El moscovita alcalde Yuri Luzhkov, quien ha hecho este cálculo, cree que el Gobierno federal se apresura demasiado a dar la despedida al socialismo. Puesto que el salario medio en Rusia continúa siendo muy bajo, del orden de 200 dólares mensuales, sería más razonable, según él, prolongar dicho proceso por unos quince años, o sea, por el tiempo necesario para que todos los ciudadanos rusos se vean implicados sin grandes costes ni choques en las relaciones de mercado civilizadas.

Al intervenir el 1 de mayo en un mitin sindical, Luzhkov no dejó piedra sobre piedra en la política del Gobierno que guarda los petrodólares como el perro del hortelano y a la vez limpia los bolsillos del ciudadano y los presupuestos de las regiones para financiar la reforma social.

Curiosamente, el moscovita alcalde es uno de los militantes más activos del partido presidencialista "Rusia Unida", gracias al cual fue adoptada la ley de la reforma social. Criticándole al Gabinete, Luzhkov procura salvar tanto al partido propio como la reforma en sí puesto que el Gobierno no siempre cumple la condición fundamental de la reforma, que es la estricta equivalencia de las compensaciones monetarias a los beneficios sociales suprimidos, y hacer la vista gorda ante ello significa, primero, perder la confianza de los electores y, segundo, desprestigiar la idea del "adiós al socialismo".

La izquierda tradicional, entretanto, también se dedica a hacer cálculos. Los comunistas mencionan la cifra de 30 millones de personas, o un 20% de la población rusa, afectadas por la primera fase de la reforma social. Hay muchos más perdedores que ganadores y a futuro, cuando la reforma se haya extendido a los sectores de sanidad y educación, la crisis de solvencia no dejará a salvo prácticamente a nadie, con la mera excepción de los ricos que no rebasan el 5% de la población.

A lo largo de los últimos años, los comunistas han intentado frenar las reformas de mercado aprovechando para ello su influencia en el Parlamento. Esta vez, cuando se trata del "fin del socialismo", están dispuestos a decir un rotundo "no" a las reformas. Ya se ha formado un grupo de iniciativa que se encarga de preparar las cuestiones con vistas a un plebiscito nacional para verificar la actitud de los rusos a una serie de problemas clave, tales como la privatización de las grandes empresas, la propiedad sobre los recursos minerales y, desde luego, la reforma social.

Las autoridades rusas, incluida "Rusia Unida", se oponen a la idea de tal referéndum. La Comisión Electoral Central desestimó la primera versión del cuestionario comunista, alegando que es demasiado largo para una papeleta del voto. Sin embargo, resulta más conveniente no rechazar de entrada esa iniciativa pensando precisamente en el bien de la reforma, aunque pueda parecer paradójico. Vale la pena formular bien y luego defender las preguntas. Una cosa es preguntarle al elector, si está de acuerdo con la monetización de los privilegios en especie, que es lo que sugieren los comunistas, y otra completamente distinta, presentar la misma cuestión en los términos siguientes: "¿Está de acuerdo que la supresión de los privilegios en especie debería ir acompañada de compensaciones monetarias equivalentes y el paralelo aumento de los ingresos de la población?" En el primer caso, se pondría cruz y raya sobre la reforma, mientras que en el segundo obtendría, probablemente, el apoyo ciudadano y quedaría ennoblecida por ciertas condiciones civilizadas. Quitarles a los comunistas la iniciativa del referéndum sobre la política social es la cosa más fuerte que podrían hacer las autoridades rusas, las cuales insisten en implantar los mecanismos de mercado en el sector social. Un plebiscito exitoso no sólo podría legitimar "el fin del socialismo" sino que también contribuiría a elevar el prestigio de "Rusia Unida" de cara a las elecciones presidenciales de 2008, que tienen importancia enorme.

Para animarse a dar semejante paso, el "partido del poder" necesita algunos políticos brillantes, no triviales, y hasta la fecha no hemos visto a nadie del perfil requerido a excepción de Yuri Luzhkov.

Ria Novosti (Rusia)

 



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fecha
Título
07/06/2005|

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