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09/05/2005 | Las relaciones entre Europa y Rusia

Jean Meyer

Las relaciones entre Rusia y la Unión Europea son y serán ambiguas, como nos lo recordó la crisis ucraniana del invierno pasado. Por una vez Europa no se hizo tapetito debajo de los pies del presidente Putin, como lo ha hecho en demasiadas ocasiones

 

En enero de 1917, en Zurich, Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, daba una conferencia: "Nosotros los viejos no veremos las batallas decisivas de la revolución futura". Lenin, quien no era tan viejo, se equivocaba. Un mes después, la revolución de febrero en Petrogrado (San Petersburgo antes, Leningrado después) acababa con la multisecular monarquía rusa.

Una vez más, se confirmaba que las previsiones generalmente fallan, y que las fuerzas de la Historia operan como las energías telúricas que truenan de repente en forma de volcanes en erupción, temblores, sismos y maremotos. Ningún acontecimiento decisivo para el destino de Rusia (y del mundo) en el siglo XX ha sido realmente profetizado: ni la Primera Guerra Mundial (que iba a ser, decían, un conflicto localizado en los Balcanes y, una vez deslocalizado, no iba a durar mas de tres semanas, eso decían), ni la caída de los Romanov, ni la desintegración sin guerra de la URSS en 1991. De la misma manera, nadie atinará al profetizar qué le tocará a Rusia o a Europa en el siglo XXI.

Una Unión Europea con Turquía y Ucrania (está por verse) sería un reto mayor para Rusia, reto que podría contestar para bien y para mal. ¿Bien y mal para quién? Otra pregunta a la cual no se puede contestar. Sin embargo, a corto plazo, a veces hay buenos profetas, buenos porque son prudentes. Así, hace 10 años mandé comprar para la biblioteca del CIDE un libro extraño, de política-ficción, intitulado Rusia 2010 , publicado en Nueva York por un ruso Daniel Yergin y un especialista en petróleo, de nombre Thane Gustafson.

Prudentes, presentaban tres o cuatro guiones posibles para los 10 próximos años, es decir, hasta 2005. Estoy lejos de la biblioteca y no puedo consultar el libro, pero creo recordar una hipótesis muy pesimista ("El tiempo de los disturbios"), una muy optimista ("Milagro ruso") y otras dos, quizá "El águila de dos cabezas" (que mira al este y al oeste) y el "Oso ruso". Uno de los cuatro guiones ha funcionado y corresponde a la situación actual de Rusia, con una economía de mercado que empieza a arrancar y un régimen político nacionalista y autoritario, con una pequeña guerra interminable localizada en el Cáucaso.


Se acabó en Rusia el negro pesimismo de los años 90, el cultivo amargo del resentimiento y de la humillación; Vladimir Vladimirovich Putin encarna la ideología del optimismo histórico, del renacimiento nacional, de la grandeza rusa, quizá de la vocación de Rusia. Eso corresponde a una incontestable modernización y a un poderoso crecimiento económico, posiblemente demasiado ligado a la actual bonanza petrolera: nadie sabe cuánto durará, pero por lo pronto eso permite la recuperación de todo el pasado para construir una nueva (y eterna) identidad nacional. El Estado se ha dado una interesante simbólica, sumando al escudo bizantino de Iván III y su águila bicéfala, la bandera tricolor (holandesa) de Pedro el Grande, el himno con su música estaliniana y sus nuevas palabras postsoviéticas.

Lo más importante, que tiene mucho que ver con la vecina Europa, es que por primera vez en su historia Rusia es un Estado nacional. Ha dejado de ser un imperio en el cual los rusos eran una minoría, la más grande, la rectora, pero una minoría; en la actual Federación de Rusia, los rusos forman 85% de la población. En ese sentido se parecen más al Estado-nación común en Europa. Por lo mismo el nacionalismo debería desarrollarse "forjando patria". Vivimos esa etapa, tanto en México como en Europa, y nadie debería escandalizarse por lo tanto.

En cuanto al desliz hacía el autoritarismo que vive actualmente Rusia, lo podemos interpretar otra vez en referencia a nuestra experiencia nacional. Entre 1867 y 2000, México ha proclamado siempre, en forma constitucional, su veneración por los principios democráticos; y los ha violado siempre, hasta los años 90. Los politólogos nacionales e internacionales inventaron para nosotros, para nuestra democracia, toda una serie de adjetivos en forma de eufemismos. ¿Por qué no hacer lo mismo para Rusia y hablar de su "democracia no liberal"? Con la esperanza de que llegue un día al equivalente del 2000 mexicano. Los rusos copiones hablan de su "transición". Algún día tendrán una "democracia sin adjetivos".

Las relaciones entre Rusia y la Unión Europea son y serán ambiguas, como nos lo recordó la crisis ucraniana del invierno pasado. Por una vez Europa no se hizo tapetito debajo de los pies del presidente Putin, como lo ha hecho en demasiadas ocasiones; por una vez no se dividió en función de la política externa de cada país. Hizo saber que el fraude electoral era inadmisible y el "amigo Gerardo" (el alemán) habló muchas veces con su compadre Vlad para convencerlo que "los otros" (europeos) hablaban en serio. No se puede pensar en la eventualidad de la entrada de Rusia a la UE en la próxima generación. ¿Entonces? Los rusos prefieren una manera de TLC, con libre circulación de las personas y una alianza energética.

Por cierto, Europa depende mucho, muchísimo de Rusia en cuanto al gas. "Si los europeos quieren gas, que lo pidan al Estado ruso", dijo Putin a Gerardo (Schroeder). Esa dependencia energética bien podría tener algún día un costo político. Business es más que business . Eso no excluye una serie de pactos para luchar contra la criminalidad organizada y el terrorismo, pero nada más. Finalmente, Moscú jugará está en su derecho de las divisiones entre los europeos, como siempre lo ha hecho, desde antes que existiera la UE; por ejemplo, en I946 cuando desarrollaba con el general De Gaulle la "amistad franco-soviética" para debilitar la presencia de EU en Europa.

Pero todo esto, política interna y externa, estará sometido a una variable siempre olvidada, la demográfica. Nadie sabe cuántos habitantes tendrá Rusia en 2050, ni cuál será su edad promedio. Por lo pronto pinta mal. Sin rusos, no habrá Rusia. Rusia deberá recurrir a la inmigración, pero los candidatos vendrán de China, Asia Central, el Cáucaso y serán mal vistos. Al tiempo, pues.

Diario Exterior (España)

 



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