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11/05/2005 | De camino a Moscú

Ariel Cohen

Si Rusia se quiere modernizar, necesita liberalizarse. La libertad es de interés nacional para los rusos. Estados Unidos puede ayudar, si los rusos así lo quieren.

 

Las visitas del Presidente George W. Bush a Letonia, Rusia y la República de Georgia sirven para mostrar cuánto ha cambiado el panorama geopolítico 13 años después del colapso del imperio soviético.   En Riga, Bush habló con los líderes de Estonia, Letonia y Lituania. Ellos son los nuevos aliados de Estados Unidos, miembros de la OTAN. También miembros de la Unión Europea. Rusia es un antiguo rival y un socio estratégico, término bastante vago en verdad. Georgia (y la vecina Azerbayán) son aliados emergentes.   En Riga, Bush deberá evitar más líneas que dividan a Europa pero se debe pedir el reconocimiento de las fronteras letonas y estonias con Rusia y la firma de un tratado de paz. El Presidente debería decirle a la gente de los estados bálticos que su bien ganada y muy merecida libertad no debería deshonrarse con expresiones de simpatía por los nazis o con medidas discriminatorias contra la población rusa.   También debería reconocer las grandes hazañas de nuestros nuevos aliados pasando a la democracia y al libre mercado así como su integración en la OTAN. Debería recordar a las nuevas generación que no saben lo que es sufrir la ocupación soviética ya que ellos no son tan proamericanos como sus padres. El Presidente debe recordarles a estos jóvenes que Estados Unidos apoyó la independencia de los Países Bálticos y que jamás reconoció la anexión soviética. La tarea ahora es que esos jóvenes sigan siendo amigos de América.   Los desafíos de Bush en Rusia son distintos. Debería hablar con el pueblo ruso en conferencias de prensa y en reuniones con activistas democráticos. Debería reconocer los grandes sacrificios de la gente de Rusia y de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, un tópico muy querido en el corazón de los rusos. Stalin sin duda posibilitó que Hitler empezara la guerra y el régimen soviético estaba tan sediento de sangre como los nazis. Stalin también destrozó la cúpula de generales soviéticos y fue negligentemente criminal e indiferente al ataque nazi, la operación Barbarroja, que empezó en Junio de 1941. En ella, millones de soldados soviéticos fueron rodeados y escuadrones enteros fueron destruidos.   Sin embargo, fue la sangre y el heroísmo de los rusos, ucranianos, tártaros, judíos, georgianos y otros los que detuvieron la máquina de guerra nazi. Las batallas de Stalingrado y de Kursk rompieron la columna vertebral de la Wehrmacht. Los regalos estratégicos del Mariscal Georgi Zhukov ayudaron muchísimo. Pero los soviéticos perdieron 25 millones de hijos e hijas. Bush podría recordarle a sus oyentes que las victorias del Ejército Rojo fueron en gran medida gracias al programa de “Préstamo y Arriendo” de Franklin D. Roosevelt: camiones Studebaker, aviones de combate Cobra, carne enlatada (la famosísima lata de SPAM) y botas para sus soldados.   Hoy el Presidente debería decir que Estados Unidos y Rusia se enfrentan a un nuevo enemigo: El implacable terrorismo islámico que codicia armas de destrucción masiva. En conversaciones con Putin, Bush debería proponer esfuerzos antiproliferación como el programa Nunn-Lugar de casi mil millones de dólares cuyo objetivo es asegurar y destruir el desvencijado arsenal ruso de armas de destrucción masiva y materiales afines.   Estados Unidos y Rusia deberían trabajar para prevenir que Irán obtenga armas nucleares. Mientras que Teherán puede atacar suelo ruso, aún no tiene la capacidad de misiles que ataquen suelo americano. Los dos líderes deberían discutir los desafíos futuros con los que Estados Unidos y Rusia se pueden encontrar por parte de una China muy segura de sí misma y ávida de recursos.   El Presidente debería extender una mano amiga a los rusos. América puede ayudar a Rusia con sus catastróficas tendencias sociales: la epidemia de SIDA y tuberculosis y una expectación de vida masculina de 58-59 años, por detrás de Egipto. Rusia sufre de una epidemia de alcoholismo, drogas y enfermedades relacionadas y su índice de aborto sigue siendo entre los más altos del mundo. Y eso no es geopolítica, es ayudar a los rusos a vivir con salud y a ser más felices.   Al reunirse con los activistas democráticos de Rusia, el Presidente Bush debería explicar por qué Estados Unidos fomenta la democracia en el mundo. Sin discursos estentóreos, Bush debería explicar por qué transiciones suaves y sin sangre de una élite de poder a otra es en beneficio de Rusia, cómo es que unos medios de comunicación libres ayudan a luchar contra la corrupción, por qué la transparencia y el imperio de la ley atraen la inversión extranjera. Si Rusia se quiere modernizar, necesita liberalizarse. La libertad es de interés nacional para los rusos. Estados Unidos puede ayudar, si los rusos así lo quieren.   Acabar con un discurso en la Plaza de la Independencia en Tiflis es una gran oportunidad para mirar el futuro. Bush debería reconocer los éxitos de su Revolución de la Rosa, un cambio de poder pro-democrático y sin derramamiento de sangre. Debería expresar la firme esperanza americana y del mundo de que Georgia se mantendrá en el camino de la democracia y que su integridad territorial y soberanía serán restauradas. Estados Unidos debe apoyar el regreso de Abjasia y de Osetia del Sur a Georgia así como la retirada de bases militares rusas de suelo georgiano.   Además, Bush debería exigir el final de los “conflictos congelados” entre Armenia y Azerbayán por Nagorno-Karabaj y Transnistria en Moldova. Estos conflictos han durado demasiado, hacen sentir mal a todos y no permiten que se desarrollen económicamente.   Y para finalizar, Bush debería expresar nuestro deseo que se respete la voluntad de las gentes de estas regiones –de Bielorrusia, Turkmenistán o Uzbekistán– a elegir a sus propios líderes. Tiflis será un lugar magnífico para lanzar una campaña por un futuro mejor en esa zona ex soviética, un futuro donde la dignidad, el imperio de la ley, la sociedad civil, el desarrollo económico y la libertad prevalezcan.   ©2005 The Heritage Foundation ©2005 Traducción por Miryam Lindberg Ariel Cohen es miembro investigador especializado en estudios rusos, euroasiáticos y de seguridad internacional de energía en la Fundación Heritage.  

Libertad Digital (España)

 



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