Y si se tiene en cuenta lo sucedido en los meses que pasaron, caracterizados por hechos que van desde los últimos cortocircuitos (ayer mismo el presidente Néstor Kirchner adelantó el regreso de la cumbre de Brasilia, que reunió a los mandatarios de la región con autoridades de países árabes, y dejó para otro momento su encuentro con el brasileño Luis Inacio Lula da Silva), hasta las presiones por parte de miembros del establishment de uno y otro país para despedir al MERCOSUR y darle la bienvenida al ALCA, podría concluirse que se está más cerca del paso hacia delante – la caída – que del resurgimiento del viejo sueño unionista.

Las cuestiones políticas entre ambos países y la tentación de protegerse bajo la sombra del enorme paraguas estadounidense, debilitaron hasta hacer olvidar por muchos el primer objetivo del bloque: fomentar el comercio entre sus socios. Los números, en este sentido no dejan lugar a dudas. Mientras en el período que abarca los años 1997 y 2004 el comercio mundial se incrementó 60% en dólares corrientes, el intercambio comercial entre Argentina y Brasil cayó 12%. Hay más. En 1997, el volumen de comercio con Argentina representaba para Brasil 13% de su intercambio total, una participación que cayó a 8% en 2004. Así las cosas, semejante contraste dividió las aguas según la lectura que se haga del fenómeno descrito.

Hay quienes prefieren ver la botella medio llena cuando para otros está medio vacía. Echar mano a la tan utilizada imagen de la botella es preferible a la de caer en la tentación de clasificar a los defensores de una u otra teoría en optimistas y pesimistas. Ambos apoyan sus argumentaciones sobre datos ciertos. Los segundos, hay que reconocerlo, son los que la tienen más fácil. Las estadísticas señaladas llevan agua hacia sus molinos y, aprovechando el torrente, aconsejan meter el MERCOSUR en el arcón de los recuerdos para jugar la ficha del ALCA.

Para los que aún guardan esperanzas de revitalizar el bloque hacen hincapié en volver a las fuentes, apuntando a transformar el MERCOSUR como una plataforma exportadora de los productos argentinos y brasileños a terceros mercados. Quienes abrazan esta postura aseguran que la competitividad podría recibir un impulso adicional a través de las economías de escala que brinda la integración vertical de procesos productivos, con flujos equivalentes de valor añadido en ambos sentidos. "Así la dinámica exportadora argentina vinculada al consumo interno de Brasil se potenciaría y podría superar algunas barreras que hoy existen", afirma un documento del IERAL, instituto de estudios de la Fundación Mediterránea de Argentina.

El IERAL destaca que a diferencia de Chile, Argentina y Brasil están muy rezagados a la hora de concretar acuerdos comerciales con mercados desarrollados. Añade que Argentina tendría cosas para ganar con mayor acceso al mercado brasileño. "Pero tiene mucho más para ganar si, a través del MERCOSUR, pudiera lograr una buena negociación con los países desarrollados y con los mercados asiáticos. Las mayores barreras, sigue, están en esos mercados y su acceso potenciaría el comercio con Brasil por las dos vías".

Claro que antes ambos socios todavía deben ponerse de acuerdo qué productos debe liberalizar cada uno. Para eso se necesita un complejo proceso de negociación. La pregunta es, ¿están en condiciones argentinos y brasileños de sentarse en una misma mesa dejando fuera los prejuicios que los dividen? Si la respuesta es negativa, ya no habrá necesidad de recurrir al ejemplo de la botella: ésta se estrellará contra el piso, y derramará la esperanza que aún hoy guarda.