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01/02/2009 | Ni Oriente ni Occidente. República Islámica

M. Ayestaran

Hoy hace exactamente treinta años del retorno de Jomeini a Irán, que sirvió para dar un giro a la historia del país. Atrás quedaban los exilios de Irak y Francia en los que sus discursos grabados en cintas o escritos en octavillas llegaban a Irán de forma clandestina e iban agrandando su carisma entre los ciudadanos.

 

Un carisma subestimado por los dirigentes del Sah, que encendieron la auténtica chispa que dio inicio a las grandes revueltas que culminaron con el triunfo revolucionario al publicar un artículo en uno de los periódicos nacionales refiriéndose al imán como «un aventurero, sin fe y ligado a centros de colonialismo». Estas líneas provocaron protestas masivas entre los estudiantes de Teología de la ciudad santa de Qom, sesenta de los cuales murieron por la brutal represión. Un baño de sangre que desencadenó las revueltas que en tan sólo doce meses acabaron con el régimen Pahlevi.

Occidente perdía de la noche a la mañana a uno de sus mejores aliados y Jomeini proclamaba a los cuatro vientos la nueva dirección a seguir: «Ni Oriente, ni Occidente. República Islámica». Con la misma rapidez con la que se produjo la caída del antiguo régimen, en los siguientes meses un grupo de estudiantes tomó la Embajada de EE.UU. (4-11-1979) -cuyo secuestro se alargó 444 días y puso fin a las relaciones diplomáticas entre ambas potencias-, y Sadam Husein inició la invasión de la recién nacida República Islámica (22-9-1980).

«La historia de la revolución y la guerra están inextricablemente unidas», destaca la Premio Nobel de la Paz, Shirin Ebadi, en «El despertar de Irán». Un conflicto entre países fronterizos que Jomeini definió como «jang-e tahmili» (guerra impuesta) y en el que Sadam Husein contó con el respaldo y armamento de Occidente.

Esa sensación de abandono internacional permanece muy grabada en la mente de los actuales dirigentes, la herida de la guerra sigue abierta en el Irán del siglo XXI y ha marcado los 30 años de revolución que celebra hoy la República Islámica. Ruhollah Jomeini murió en 1989 y le sucedió el actual Líder Supremo, Alí Jamenei, uno de sus hombres de confianza que desde hace veinte años intenta mantener vivo el espíritu jomeinista que cambió el rumbo de la nación.

Irán honra la memoria del imán Jomeini mientras aguarda el «cambio» de Obama

Después de treinta años de desencuentros -varias veces al borde de la confrontación armada- el mundo mira con expectación el tímido cruce de declaraciones entre los dirigentes de EE.UU. e Irán, país que ayer daba comienzo a la celebración de la «Daheye Fayr» (Década de la Luz) o actos por los que se honrará durante diez días el triunfo del ayatolá Jomeini.

La oleada de optimismo que invadió a la comunidad internacional tras la elección de Barack Obama ha recibido por ahora la cautela como respuesta de Teherán, cuyos mandatarios se escudan en las palabras del nuevo presidente demócrata para pedirle «cambios reales» en su política exterior.

El presidente Mahmud Ahmadineyad, que envió una carta personal a su homólogo estadounidense nada más conocer su victoria en las urnas, exige «disculpas» por los crímenes cometidos en el pasado contra el pueblo iraní, y que se retire el apoyo incondicional a Israel.

Por su parte, Manoucher Mottaki, ministro de Exteriores, espera que «se siga el ejemplo de Irak en Afganistán» y se retiren las tropas. Y el jefe de la influyente Asamblea de Expertos, Ali-Akbar Hashemi-Rafsanjani, también detalla: «Las amenazas y las promesas poco claras no son el camino» para acercar posturas.

Viéndolas venir, Irán no quiso desaprovechar ayer la víspera de la efeméride para sacar músculo militar, tal y como anunció su ministro de Defensa: «Irán dispone ya de un nuevo «sistema inteligente» de batería antiaérea fabricado íntegramente en el país».

Poder militar. Más poder. Y es que la incógnita constante de un ataque con la que convive la República Islámica desde 1979 es uno de los puntos que explican para la profesora de Historia Contemporánea María Jesús Merinero -autora de «Resistencia creadora en Irán»- la imposibilidad de una relación normal entre ambos países pues «se trata de una amenaza continuada desde que en 2001 Bush incluyera a Irán en el «Eje del Mal»».

«Nada quieren de nosotros»

El Irán que se encuentra Obama en 2009 no es el mismo que se encontró su antecesor en 2001. La República Islámica, que desde 2006 forma parte del club de los países con desarrollo nuclear, es ahora la gran potencia en la región, y como confesó la ex secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, al diario «Washington Post» en mayo de 2007, «en este momento no hay nada que los iraníes quieran de nosotros y, por tanto, en cualquier negociación con ellos, seremos meros suplicantes».

Esto lo saben bien los dirigentes de la UE que desde 2003 tratan de mediar sin éxito en la crisis nuclear. Mientras que Occidente, con EE.UU. a la cabeza, exige el cese inmediato del enriquecimiento de uranio por temor a que el régimen islámico se haga con la bomba atómica, Teherán defiende que se trata de un derecho y que sólo persigue la obtención de energía con fines civiles. Dos posturas enfrentadas en las que ninguna de las dos partes está dispuesta, de momento, a dar el brazo a torcer. Pese a las sanciones económicas, Irán avanza en su tecnología a un ritmo más rápido del esperado.

La influencia iraní es decisiva en el Líbano con la milicia chií Hizbolá; en Siria, país con el que comparte un pacto militar de defensa mutua; en los territorios palestinos, con un apoyo firme a la causa de Hamás; en el Golfo Pérsico, donde circula la mayor parte del crudo que se consume en el mundo; y sobre todo en los dos países donde EE.UU. mantiene desplegados a sus hombres en la «lucha contra el terror»: Afganistán e Irak. Sin olvidar la frontera que comparte con Pakistán, país al que poco a poco se contagia el avispero afgano.

Su situación geoestratégica y la estabilidad interna del sistema le convierten en un socio imprescindible para el equilibrio de la región. Obama recibe la herencia de una política exterior hacia Irán iniciada por Jimmy Carter y que desde la crisis de los rehenes de 1979 siempre ha sido muy tensa.

En frente tiene, de momento, a Ahmadineyad, un dirigente que «con sus desafortunadas intervenciones no ha hecho más que granjearse la animosidad de parte de la comunidad internacional y crearse el descontento entre su sociedad», destaca la profesora Merinero,

Con la llegada de Obama, Irán celebra este año elecciones presidenciales tras las que se conocerá al responsable de encabezar el posible cambio. Aunque eso será en junio. Hoy es día de memoria. De aniversario. De «Daheye Fayr». Treinta años de Revolución. «¡Que los mártires resuciten!».

ABC (España)

 



 
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