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19/02/2009 | Futuribles - Puerta del Sol, febrero de 2019: ¿habrá vida después del euro?

Andy Robinson

Ha llegado el día P y una muchedumbre celebra el retorno de la añorada peseta, pero a los pocos minutos la alegría se esfuma...

(licencia de hacer un viaje ficticio a un supuesto futuro en el que la antigua peseta vuelve a circular y especula sobre sus nefastas consecuencias)

 

Era como reencontrarse con un viejo amor. "Una pela y veinte duros", gritaba la muchedumbre que llenaba la Puerta del Sol de Madrid, algunos disfrazados - eran días de carnaval-de las antiguas monedas de cien pesetas.

Una orquesta entonó La bien pagá y miles de mecheros prendieron fuego a billetes de cinco euros.

"¡Mira qué mono!", exclamó una señora de pelo blanco al ver por primera vez el nuevo billete de diez pesetas con un retrato de Fernando Torres. Era el 15 de febrero del 2014, el día P, y España finalmente había tirado la toalla y abandonado la unión económica y monetaria.

No se sabía cuál había sido la clave de la victoria aplastante del nuevo PP - Partido Peseta-el mes anterior con su sugerente lema electoral: "Sin el euro, regresaremos a un futuro mejor".

Quizás fueran los miles de okupas sin techo-con hipoteca que se habían instalado en los tres viejos rascacielos Madrid Arena de la Castellana norte - ninguno de ellos terminado-en el otoño del 2013.

O el terrorífico dato del paro de noviembre. O tal vez la salida - a finales de otro agosto de temperaturas récord-del último vuelo de Easy Jet desde Palma de Mallorca a Manchester, el fin simbólico del turismo británico en España, aniquilado por un euro que acababa de rebasar las tres libras esterlinas.

Cualquiera que fuera el motivo inmediato, después de siete años de lo que los economistas calificaban eufemísticamente como desinflación competitiva - implacables recortes salariales, imprescindibles para recuperar competitividad perdida sin la opción de la devaluación-,nadie lloraba el fin del euro. Y en la Puerta del Sol las lágrimas eran de alegría.

Pero la fiesta se interrumpió abruptamente al comunicarse mediante la pantalla gigante en forma de peseta instalada en la fachada de El Corte Inglés que la nueva moneda se había depreciado en los primeros diez minutos de cotización desde tres pesetas por euro hasta 28.

Cuando cayó hasta 230 en la siguiente media hora, un silencio sepulcral descendió sobre la plaza. Sólo se oyeron los ruidos de las sirenas de las furgonetas de policía dirigiéndose a las principales oficinas bancarias en la Gran Vía - todas cerradas-donde se habían formado largas colas de depositarios ansiosos por retirar sus ahorros de euros.

Transeúntes argentinos recordaron las escenas del corralito en Buenos Aires en el 2001 cuando - tras casi diez años de dolarización irreversible-el peso argentino se desvinculó del dólar.

Dentro de los bancos reinaba el caos ya que la desvinculación de España de la unión monetaria había imposibilitado el reembolso de sus deudas con la banca internacional denominada en euros. En el Carrefour de San Blas, familias de compradores contemplaron atónitas los parpadeos desquiciados de los letreros electrónicos: "¡Aproveche hoy! ¡Leche Pascual a solo 999 nuevas pesetas! Corrección:, 1.599 nuevas pesetas, corrección 2.999...".

En el concesionario de Mercedes, en el barrio de Salamanca, una pareja que había apalabrado tres días antes la compra de un SL descapotable plateado con asientos de cuero por 200.000 euros terminó por llevarse un Smart usado por 400 millones de pesetas.

Al otro lado de la M-30, en Vallecas, un joven gritaba histéricamente delante de la cafetería Brillante: "¡5.000 pavos por un bocadillo de calamares!". Este tuvo que ser reducido por unos guardias y a partir de ahí se produjeron los primeros disturbios de la era de la nueva peseta.

El lunes siguiente, la nueva presidenta del Gobierno se dirigió al pueblo desde un escenario erigido en la plaza Cibeles: "Estamos avanzando en la recuperación de nuestra soberanía monetaria; todos los funcionarios ya cobran la nómina en nuevas pesetas; hemos denominado las hipotecas y la deuda de tarjetas de crédito en pesetas y mañana se hará lo mismo con los depósitos bancarios", explicó.

"Sin embargo, en la transición a la plena adopción de la nueva peseta, especuladores enemigos de nuestro país han protagonizado fugas de capitales y una salida masiva de depósitos. Por tanto, el nuevo Gobierno se ha visto forzado a suspender todas las operaciones en el mercado de bonos y prohibir la retirada de euros de las cuentas bancarias".

Acto seguido, anunció controles de cambio y un plan de choque para recuperar la confianza de los mercados: prohibición de huelgas, recorte del 20% sobre los salarios de trabajadores públicos y toque de queda en Vallecas.

Quienes escucharon el discurso desde la acera de enfrente oyeron un intercambio acalorado desde dentro de la sede del Banco de España, un hervidero de actividad ya que recuperaba sus viejos poderes de gestión monetaria: "¡Me niego, me niego, me niego!", se le oyó gritar a uno. "¿Qué pensarán de mí si el primer día de la nueva era subimos tipos al 37,25%?". "Pero gobernador, recuerde la República de Weimar", respondió otra voz.

Mientras tanto, la transición técnica del euro a la nueva peseta había tropezado con algún escollo. Los cajeros automáticos ya daban nuevas pesetas pero conforme subía el número de billetes necesarios hasta para las compras más modestas - ya hacían falta 15 para comprar un paquete de tabaco-casi todos estaban atascados. Asimismo, miles de coches estaban atrapados en los parkings subterráneos de los grandes centros comerciales porque no se habían adaptado las máquinas de salida y la empresa encargada de ello quería renegociar el contrato debido a la inflación.

Un mercado negro de euros crecía como la espuma. Jóvenes marroquíes y chinos sujetando enormes calculadoras aparecieron en las calles de Madrid, en medio de las multitudes de pordioseros y vendedores ambulantes, ubicuos desde el inicio del periodo de desinflación competitiva.

Mirando de reojo por si se acercaba un guardia, duplicaban la tasa oficial de cambio por billetes de euro (las monedas sólo se aceptaban si llevaban el águila alemana aunque los euros con la cara del rey Felipe se cotizaban como artículos de colección).

Otros inmigrantes entrevistados en el barrio de Lavapiés explicaron que habían pedido a sus familiares en el Magreb, Latinoamérica y Europa del este que enviaran dinero a España ya que divisas como el dirham y el peso boliviano ya valían más que la nueva peseta. "Las llamamos reremesas; es el mundo al revés", dijo un parado uruguayo.

Lo cierto era que desde que el Partido Peseta empezó a imponerse en los sondeos electorales, miles de millones de euros habían salido de los depósitos bancarios en España y se había producido una venta masiva de bonos públicos.

Conscientes de lo ocurrido en Grecia, cuyo nuevo drakma con una imagen de Alejandro Magno ya valía 0,2 céntimos de euro, todos temieron una depreciación descontrolada de la peseta y, como iba siendo habitual desde el inicio de la gran crisis financiera en el 2007, los temores siempre se cumplían.

Economista tras economista habían advertido que si resultaba difícil permanecer en la zona euro, salir sería un suplicio. "Habrá incentivos irresistibles para que los inversores salgan corriendo desde los bancos nacionales y activos financieros, amenazando un colapso financiero", había advertido Barry Eichengreen de la Universidad de Berkeley en una entrevista con el diario La Vanguardia exactamente cinco años antes del día P.

De entre los nubarrones se colaba algún rayo de luz que iluminaba el camino para la nueva era de nacionalismo monetario.

Primero, bancos y Gobierno se dieron cuenta en seguida de que la depreciación, la inflación y la maquinita de pesetas, por poco virtuoso que fuera, era un método infalible de aligerar la carga de una deuda que, tras años de depresión y deflación - caídas de precios-,había alcanzado niveles estratosféricos.

Fue la salida brasileña de las crisis de endeudamiento aunque Brasil - y los otros BRIC emergentes: Rusia, IndiayChina-ya en el 2014 era un parangón de virtud en comparación con los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) que acababan de salir del euro.

La agencia de calificación de deuda con sede en Shanghai Standard, Poor´s& Wu Lin había rebajado la deuda del Estado español hasta el nuevo grado de alto riesgo TDTJ, por sus siglas en inglés correspondientes a Truly Disgusting Toxic Junk (basura tóxica verdaderamente asquerosa).

Pero, en realidad, el riesgo de suspensión de pagos se había esfumado con la nueva peseta.

"Que nuestros acreedores sepan: la deuda española ya está denominada en pesetas", dijo el nuevo ministro de Hacienda con una sonrisa maliciosa. "Y nuestro banco central es la autoridad que emite las pesetas".

"¡España es un país bananero!", sentenció el abogado estadounidense que representaba a un grupo de inversores internacionales que habían presentado los primeros pleitos por la presunta ilegalidad de la nueva denominación de contratos de bonos en pesetas, que calificaron como una moratoria de facto. El ministro respondió durante una visita relámpago a Tenerife, asegurando que atendería a todas las solicitudes de los acreedores, mientras pelaba y se comía un plátano de Canarias.

Asimismo, los hoteleros de la Costa Brava anunciaron una avalancha de reservas para la nueva temporada gracias a una oferta irresistible en la que una habitación de hotel de cinco estrellas en primera línea de mar salía por 20 euros la noche.

Hasta se había resucitado el interés de las inmobiliarias británicas en las urbanizaciones abandonadas que se extendían por toda la costa mediterránea.

A 7.000 euros el chalet con vistas al mediterráneo, ¿quién iba a decir que no? Alguna empresa manufacturera había podido aprovechar la nueva divisa competitiva para recuperar mercados perdidos en el extranjero y las exportaciones subieron aunque el caos financiero dificultaba cualquier inversión.

La inflación del 23% mensual ya empezaba a reducir el valor real de la deuda hipotecaria. Pero, para la mayoría, España había pasado - al igual que Alemania en los años veinte y treinta del siglo anterior-de la pesadilla de la depresión a la pesadilla de la hiperinflación. Y  no quedaba nada claro si habría vida después del euro.



La Vanguardia (España)

 


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