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23/05/2005 | Propiedad y Ley

David Boaz

La libertad realmente está recibiendo duros golpes en Washington, y ambos partidos merecen parte de la culpa. En el caso de los Republicanos: me acuerdo cuando este partido solía creer que la Constitución de los Estados Unidos estableció un gobierno de poderes estrictamente limitados.

 

Se suponía que éste nos iba a proteger de amenazas externas, entregar el correo y dejar todo lo demás a varios estados o al sector privado―individuos, familias, iglesias, caridades y negocios.

Yo pienso que eso es lo que muchos votantes asumieron iban a recibir cuando votaron por George W. Bush. Bush hizo su campaña alrededor del país diciéndole a los votantes, “Mis oponentes confían en el gobierno; yo confío en ustedes”. Esa fue la promesa que escuchamos en el 2000. ¿Cuál ha sido la realidad?

El gasto federal se ha incrementado bajo el mandato del Presidente Bush. Se podría decir: “El gasto federal siempre incrementa. No parece que podamos parar eso.” Pero―sin contar el pago de intereses, los cuales han bajado―el gasto federal subió 29 por ciento en 3 años. ¿Sabe usted quién fue el último presidente en gastar a ese ritmo? Lyndon Johnson.

El gobierno ha crecido en otras maneras también. Hay más empleados federales en asuntos no relacionados con defensa que nunca antes. La educación ha sido federalizada aún más con el No Child Left Behind Act. Los conservadores solían querer deshacerse del departamento de Educación; ahora la administración lo está convirtiendo en un consejo nacional de escuelas.

Bush torció cada brazo en el Congreso para pasar el programa más grande de otorgación de derechos en 40 años―la provisión de prescripciones de medicinas por Medicare. La administración dijo que iba a costar $400 mil millones en los primeros 10 años―lo cuál ya era bastante malo. Después del voto, autoridades de la administración revelaron que sería un tercio más que eso. Y eso es por un programa que ya ha acumulado una deuda sin fondos por la inimaginable suma de $37 millones de millones.

El presidente ha propuesto un proyecto de ley de energía que mi colega Jerry Taylor llama “una combinación de caridad y subsidios para virtualmente cada lobby de energía en Washington”.

Y eso son sólo las cosas grandes. Podría seguir y seguir sobre programas Clintonianos: un nuevo automóvil impulsado por hidrógeno, mentores subsidiados para adolescentes con problemas, consultoría matrimonial subsidiada, y más.

Y ese es sólo el record económico del presidente. También tenemos el Patriot Act de John Ashcroft y la expansión sin precedentes de las fuerzas federales del orden y poderes de vigilancia. El hombre que dijo “Mis oponentes confían en el gobierno; yo confío en ustedes” está ahora presionando por comparecencias secretas, ordenes de cateo secretas, arrestos secretos y juicios secretos. Ciudadanos norteamericanos están siendo encerrados sin acceso a un abogado o a un juez civil imparcial.

Republicanos de Gobierno Grande

Por supuesto que no quiero echarle toda la culpa al Presidente Bush. Un Congreso Republicano fue el que aprobó los gastos para todos esos proyectos de ley y el Patriot Act. Cuando Bush propuso una secuela al Patriot Act el otoño pasado, un Republicano de Capitol Hill declaró al New York Times: “Este es el p residente hablando. Tenemos que apoyar al presidente tanto como podamos”. Esa no es la actitud que James Madison esperaba que los miembros del Congreso tuvieran hacia el presidente.

Miembros Republicanos del Congreso proponen leyes federales para obviar la ley consuetudinaria de los estados respecto a demandas por armas y comida rápida―y una Enmienda Matrimonial Federal para decirle a todos los 50 estados que ellos ya no pueden hacer sus propias leyes matrimoniales.

Demócratas de Gobierno Grande

Nada de esto sugiere que los Demócratas serían mejores. Podría enumerar todos los incrementos del gasto que Kerry ha propuesto, pero no tengo tiempo―es una lista muy larga. Los Demócratas se han opuesto a las reformas de los beneficios otorgados bajo Medicare y demandado beneficios aún mayores en la prescripción de medicinas. Dicen estar preocupados por el déficit federal, pero han sido extremadamente irresponsables frente a deudas multi-billonarias sin fondos.

Los Demócratas han prácticamente renunciado al libre comercio, algo que incluso Bill Clinton respaldó. Volverían a pasar el Smoot Hawley este otoño si pudieran.

Algunos candidatos presidenciales de los demócratas se opusieron a la guerra en Irak, pero luego llamaron a enviar tropas norteamericanas a Haití y Liberia―países los cuales podemos estar absolutamente seguros que no son vitales para los intereses de los Estados Unidos. Todos los senadores que se postularon para presidentes este año, junto con Dick Gephardt, votaron para otorgar al presidente un cheque en blanco para afrontar la guerra en Irak. Ellos claman defender las libertades civiles, pero cada uno de ellos votó por el Patriot Act―sin siquiera leerlo.

Gobierno Descontrolado

Estos días, tenemos un gobierno fuera de control. La Administración de la Seguridad y Salud Ocupacionales (OSHA por sus siglas en inglés) trató de regular los espacios de trabajo en nuestras propias casas. Arrestamos a un millón de personas al año en un intento fútil de ganarle la guerra a las drogas. La última locura en esa guerra es la DEA yendo tras doctores que prescriben medicamentos para el dolor para pacientes adoloridos. Gobiernos en todos los niveles están tratando de forzar a nuestros hijos a ir a escuelas públicas, que fracasan, por más horas, más días, y más años. El Departamento de Justicia trató de robarse la mitad de la compañía que Bill Gates construyó. Gobiernos están poniendo más regulaciones en contrataciones, despidos, contabilidad, fumar, tomar, comer y otra cantidad más de cosas.

Pero no se preocupe: recientemente cortes federales y comisiones federales han determinado que el gobierno federal no fue responsable por el tiroteo de Vicki Weaver en Ruby Ridge, tampoco por el asesinato de un soldado gay en su barraca, ni por las muertes en Waco―y, parece que el gobierno no es responsable por nada, jamás.

¿Quieren los Votantes un Gobierno Grande?

Ahora, vale la pena pausar para preguntarse: ¿puede ser que ambos, Demócratas y Republicanos, le están dando a los votantes lo que quieren?

No lo creo. Cuando se les da la oportunidad de votar, a los estadounidenses no les gusta el gobierno grande. En el 2002, 45 por ciento de los votantes en Massachusetts, el estado más izquierdista de la Unión, votó por abolir el impuesto estatal al ingreso, a pesar de las horrendas advertencias de incluso líderes conservadores que la medida arruinaría los servicios vitales. El otoño pasado, votantes en Alabama rechazaron el incremento de impuestos por mil millones de dólares de su gobernador Republicano conservador. Cuando los votantes de California expulsaron al gran gastador de su gobernador, 62 por ciento votó para reemplazarlo con un candidato que prometiese no subir los impuestos. Votantes incluso rechazaron un impuesto al café en Seattle.

El año pasado, los votantes liberales de Oregon votaron 55-45 para rechazar una propuesta de incrementar impuestos, por lo tanto demandando a la legislatura recortar el gasto. Cuando la legislatura desafió a los votantes e incrementó los impuestos de todas maneras, los votantes revirtieron el incremento impositivo por un mayor margen.

Cuando tienen la alternativa, los estadounidenses rechazan el gobierno grande. El problema es que tenemos una clase dominante permanente en Washington que se ha hecho en gran medida impermeable a las elecciones. La gente dice “nosotros no necesitamos límites de mandato, tenemos elecciones”. El problema es que tenemos elecciones con una tasa de reelección del 99 por ciento. Solía ser que los votantes en un distrito congresal escogían a una representante al Congreso; ahora miembros del Congreso eligen a los votantes para representar. Falsificación de elecciones, restricciones de financiamiento a las campañas y otras reglas electorales hacen muy difícil para personas independientes entrar al sistema.

Una Sensación de Perspectiva

Cuando tomamos una perspectiva más amplia, las cosas no se ven tan desalentadoras. Cuando nos ponemos a pensar por todo lo que la raza humana ha pasado ¾ conquista y subyugación, teocracia, esclavitud, feudalismo, monarquía absolutista, dictadura militar, comunismo, fascismo, socialismo nacional ¾ nos damos cuenta que los sistemas políticos y económicos de más y más parte del mundo cada vez reflejan una gran cantidad de aprendizaje y mejoramiento. Hoy en día, vivimos en sociedades basadas en gran parte en derechos de propiedad, relaciones mercantiles, el imperio de la ley, tolerancia religiosa, e igualdad legal para personas de diferentes clases, razas, y sexos. Y debido a eso hemos avanzado enormemente en los últimos dos siglos en cuanto a salud y expectativas de vida. Ese es un tremendo logro.

El Cato Institute celebró su 25to aniversario unos tres años atrás. Y preparándome para escribir sobre eso, pensé en los 25 años que habían pasado. Pensemos nuevamente en los setentas. Recordemos como era el mundo entonces: Jimmy Carter. Tip O’Neill. Czares en energía. Líneas de gas. Aguda inflación. ABC-NBC-CBS. Mao Tse-tung. La Unión Soviética. Apartheid. Era un mundo diferente.

Un líder estadista intelectual, el Sen. Daniel Patrick Moynihan, escribió en 1976, en el tiempo del bicentenario norteamericano:

La democracia liberal en el modelo estadounidense tiende crecientemente a la condición de monarquía del siglo XIX; una forma consecuente de gobierno que persiste en lugares aislados o particulares aquí y allá. Es donde el mundo estaba, no hacia donde va. Crecientemente, la democracia es vista como un arreglo peculiar de un manojo de países del Atlántico Norte.

Qué equivocado estaba. Bajo la superficie las cosas estaban cambiando, pero incluso gente inteligente como Moynihan no lo veía. Algunas de las debilidades que llevaron a Moynihan a este pesimismo ¾ tales como la desastrosa triple jugada de Vietnam, Watergate y la estanflación por parte del gobierno federal ¾ erosionó la confianza depositada en el gobierno por el New Deal, la Segunda Guerra Mundial y la próspera década de los cincuentas. Las ideas que F.A. Hayek, Ayn Rand, Milton Friedman y otros habían expuesto por décadas, empezaban a echar raíces. Políticos como Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes habían leído a esos autores disidentes, estaban planeando sus desafíos al consenso del estado benefactor, y miles de otros lectores estaban preparándose para unirse a sus campañas.

De manera aún menos obvia, allá por 1977, los líderes soviéticos habían perdido confianza en la ideología Marxista que justificaba su poder y ese hecho iba a tener consecuencias tremendas en mucho menos tiempo de lo que la gente esperaba. En China, Mao acababa de morir, y su viejo camarada Deng Xiao-ping estaba maniobrando hacia el poder. Su victoria tendría consecuencias que nadie pudo haber anticipado en 1977.

Veinticinco años después, el mundo ha cambiado tanto que difícilmente podemos recordar como era 1977. Reagan y Thatcher movieron la política pública en dirección a menos impuestos, menos regulación y privatización. Ellos tuvieron un mayor impacto en la cultura política, tanto en sus países como alrededor del mundo. Ambos representaron y alentaron una nueva apreciación por los mercados y el empresariado. El optimismo de Reagan ¾ combinado con la montaña de datos acumulados por Julian Simon ¾ ayudaron a disipar el desastre y pesimismo de los setentas.

Reagan y Thatcher hicieron poco por cambiar el estado benefactor. Pero al fortalecer la economía y ayudar a la gente a apreciar los beneficios del empresariado y la inversión, contribuyeron a una mayor demanda de reformas.

La Revolución Mundial de Libre Mercado

En el extranjero, los cambios han sido aún más dramáticos. El Imperio Soviético cayó. Hemos visto una tendencia mundial hacia el libre comercio y libre cooperación económica a través de barreras nacionales.

El desarrollo económico de China ha sido increíble. Deng Xiao-ping liberó a granjeros para mantener más de las cosechas que ellos producían. Fueron capaces de cosechar suficiente comida para permitir que varios se vayan de las granjas a hacer otras cosas. Deng legalizó los municipios y las empresas privadas.

Cuando Cato organizó una conferencia en Shanghai en 1988, China era aún bastante pobre. Shanghai era una ciudad enorme sin casi ningún edificio alto. Desde el 16to piso del Shanghai Hilton, observé a través de millas de casuchas el Sheraton en la distancia. No había nada en el medio. Habían algunas cuantas tiendas y restaurantes y no tenían mucho que vender, y a nadie parecía importarle querer venderte algo.

Tuvimos otra conferencia en 1997. Fue también en el Shanghai Hilton. Cuando llegué ahí eran alrededor de las 10 de la noche, salí a caminar alrededor del vecindario y era dramáticamente diferente. Alrededor de mí, había bares, discotecas, restaurantes, puestos de frutas y granjeros vendiendo sandías de sus camiones. Era un mundo empresarial. Y el horizonte de la ciudad no se había convertido exactamente en Manhattan, pero estaba probablemente en la escala de Houston ¾ un cambio asombroso.

Recientemente se publicó un titular en el New York Times que puede haya resumido todo esto: “En China, el Capitalismo es posiblemente el Futuro del Comunismo”. Trate de imaginarse éste titular en 1977.

La Batalla por la Libertad Continúa

Alrededor del mundo, la libertad está ganando terreno. Pero la batalla por la libertad y el gobierno limitado está en urgente necesidad por un renovado compromiso aquí en casa. Estos días en Norteamérica tenemos líderes conservadores que rechazan a Calvin Coolidge y Barry Goldwater como sus antecesores a favor de Teodoro y Franklin Roosevelt. Esos conservadores de “gobierno grande” dicen admirar a Ronald Reagan, pero jamás hubiesen apoyado al Ronald Reagan que dijo lo siguiente en su discurso más famoso:

La idea de que el gobierno se debe a su gente, que no tiene otra fuente de poder excepto su gente soberana, es aún la más nueva y única de las ideas en la larga historia del hombre con relación al hombre. Este es el asunto [que nos enfrenta]:

O creemos en nuestra capacidad para autogobernarnos, o abandonamos la Revolución Norteamericana y confesamos que una pequeña élite intelectual en una capital distante puede planear mejor nuestras vidas de lo que podemos planearla nosotros mismos.

A ti y a mí nos dicen cada vez más que tenemos que elegir entre la izquierda o la derecha, pero yo quisiera sugerir que no existe tal cosa como la izquierda o derecha. Sólo existe un arriba o un abajo ¾ arriba hacia el viejo sueño del hombre ¾ lo máximo en libertad individual consistente con la ley y el orden ¾ o abajo hacia el totalitarismo, e independientemente de su sinceridad, sus motivos humanitarios, aquellos que intercambiarían nuestra libertad por seguridad se han embarcado en este rumbo en declive.

Ese es el tipo de liderazgo comprometido y de principios a favor de un gobierno limitado que necesitamos hoy en día. Con líderes políticos de ambos partidos entregándonos un gobierno grande, esta debe ser nuestra tarea ¾ tratar de hacer llegar el mensaje que los Estados Unidos se beneficiaría de un gobierno más pequeño... y que los norteamericanos quieren menos gobierno.

Traducido por Augusto Ballester para Cato Institute.

David Boaz David Boaz es vicepresidente ejecutivo del Cato Institute y autor de Libertarianism: A Primer. Esto es un extracto de sus comentarios en Freedom Fest en las Vegas, en Mayo del 2004

El Cato (Estados Unidos)

 



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