Las 305 páginas del informe de Daniel Reeves, preparado para el fisco norteamericano, detallan con meticulosidad todas estas prácticas y aumentan un poco más la presión sobre una UBS debilitada por las pérdidas de 13.500 millones de euros en 2008 y por las enormes presiones ejercidas por EEUU para que revele los 52.000 nombres de los titulares de las cuentas secretas.

Para conseguir clientes, UBS no dudó en utilizar métodos dignos del mismo James Bond. El objetivo era entrar en EEUU sin despertar sospechas. Para ello, los gestores mentían en la aduana, diciendo que viajaban por placer y no por negocios.

El riesgo del banco era enorme, porque el departamento de gestión de fortunas de UBS Suiza no tenía licencia para operar en EEUU, sólo su filial norteamericana. Pero, era la sede suiza la que se ocupaba de los titulares de esas cuentas secretas.

A los clientes se les proponía crear sociedades pantalla, guardar dinero líquido en cajas fuertes suizas o comprar obras de arte o productos de lujo durante sus viajes en el extranjero con una carta sin nombre facilitada por UBS. También utilizar un lenguaje codificado en sus correos electrónicos para no ser descubiertos.

UBS violó así conscientemente la ley norteamericana y los acuerdos firmados entre Suiza y EEUU que estipulan que todo norteamericano con activos, acciones o líquido en un banco suizo debe declarar al fisco de su país los beneficios generados.

Según el informe, se calcula que UBS establecía unos 3.800 contactos anualmente, y durante las entrevistas se exigía que el cliente destruyera toda prueba que delatara la actividad del banco en suelo norteamericano.

Con tales prácticas, UBS ha puesto en peligro su imagen, el secreto bancario, y todo el sistema de gestión de fortunas suizo. / Ginebra