El Presidente Zelaya, que creo tiene buenas intenciones, trata de aplicar su gobernanza con una actitud “folclórica y confrontativa”, que por ende no forma consenso, sino que por lo contrario, tiende a formar ejércitos de gentes insatisfechas.

La crisis financiera mundial que ha provocado una recesión global y que se inició en la cuna del capitalismo democrático, los Estados Unidos de Norteamérica, nos afectará en forma seria, pues nuestra economía está íntimamente ligada al mercado gringo. Somos el traspatio de Estados Unidos y como nación pobre y débil, dependemos de ese país, querrámoslo o no.

Es tan poderosa la economía de Estados Unidos que su problema económico arrastró a la Europa unificada, la Unión Europea, a un proceso de recesión. Japón y China, potencias económicas indubitables, y la gran Alemania, están emproblemados por la crisis de Estados Unidos.

Imagínense cómo seremos afectados nosotros que somos tan pequeños y pobres, y por esto necesitamos ante la crisis que se avecina, estar unidos para confrontarla con un programa anticrisis que surja de todos los segmentos de la sociedad y que debe ser no sólo consensuada internamente, sino que también con los organismos financieros internacionales.

No se trata de humillarse internamente ante la empresa privada, la  sociedad civil, los grupos campesinos, las universidades o la gente que pueda enriquecer el  programa de defensa de nuestra economía, ni tampoco se trata de subyugarse ante los organismos financieros.

Un país dividido se derrumba, y ante la crisis que se avecina tenemos que estar unidos,
convencidos que lo que haremos es lo mejor, y que todos estaremos listos a apoyar la estrategia, que incluirá sacrificios de toda índole.

Pero cómo lograremos consenso, si el mandatario está perennemente en una actitud confrontativa; quién querrá meterse en un barco en donde el capitán no cree en el consenso, sino que desea mandar en forma prepotente y amenazante.

La mayoría de los hondureños no se ha percatado de lo que viene, posiblemente no entiende la crisis financiera mundial y el efecto de la cascada que tendrá en nuestra pequeña economía, y por lo tanto, son pocos los que le hemos pedido al Presidente un cambio de estilo, una humildad que refleje grandeza, una habilidad  para conjuntar todas las partes del todo, que somos la nación que tanto queremos, y que se llama Honduras.

Si el Presidente ama el protagonismo, que canalice ese producto de su ser consciente o inconsciente, en preparar la nación para navegar en un mar tempestuoso este año y más que todo el próximo, que aunque no le tocará a él gobernar, si no deja las cosas bien armadas en este período, repercutirá de manera grosera el otro año.

Cada presidente tiene su estilo de gobernar; el manifestado por el Presidente Zelaya no está acorde con el momento en que vivimos, y por lo tanto le estamos pidiendo que rectifique.

Los hondureños, una vez empapados con el problema, estoy seguro se harán un nudo detrás de un líder sabio y unificador. Por lo contrario, si estamos sembrando la división a través de una política confrontativa, terminaremos con una explosión social que nadie desea.

Hay que parar de jugar con la brasa ideológica, y más bien, busquemos en esta crisis, nuestra propia identidad.