Hemos contaminado el planeta de basura y aun en el espacio extraterrestre giran en torno a la Tierra satélites o restos de equipos inservibles. Y más allá viajan por tiempo indefinido sondas interestelares que inexorablemente se convertirán en basura sideral.

Y ni qué decir de nuestra atmósfera, ensuciada ya por otro tipo de basura: la de los gases tóxicos que emanan de las chimeneas fabriles o de los tubos de escape de los más de 700 millones de vehículos automotores que hay en el mundo, de los cuales más de las tres cuartas partes son automóviles.

A buena parte de nuestra hermosa esfera azul la tenemos infestada de basura industrial, comercial, de servicios, social, de salud, de transporte, agrícola y de desechos químicos o nucleares. Nuestros mares y ríos han sido contaminados por la basura. Esteros y sistemas lagunares parecen desahuciados por este mal de la modernidad. Y así como cada año se pierden cientos de miles de hectáreas boscosas y selváticas por la depredación, cada año también desaparecen de la faz de la Tierra arroyos y manantiales que antaño fueron cristalinas fuentes de vida.

El azote de la basura ha llegado a límites rayanos en lo irremediable. Incapaces de resolver el problema de la basura no degradable, simplemente hemos optado por confinarla, esconderla, guardarla como siniestra herencia para las generaciones futuras. Disminuyen los desechos biodegradables y aumentan los residuos plásticos, eléctricos y electrónicos.

Expertos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) nos informan que el planeta produce 10 mil millones de toneladas anuales de basura, y que la mitad de ella no se recoge ni se somete a tratamiento. Por cada tonelada de residuos generados por el uso y el consumo, ya se produjeron previamente cinco toneladas de desperdicios en su fabricación y 20 toneladas de desechos en la extracción de materias primas. El detergente de uso cotidiano ya generó basura antes de que abramos su envase.

Bombardeada por la publicidad, la sociedad ha sido subordinada al consumismo y produce más basura. Solamente en México se calcula que sus poco más de 100 millones de habitantes generan diariamente 100 mil toneladas de basura que van a dar a unos 3 millones de tiraderos públicos. En el Valle de Anáhuac el volumen gira alrededor de las 25 mil toneladas diarias y de otros datos de suyo preocupantes: la recogen más de 6 mil pepenadores explotados por cinco líderes multimillonarios.

La basura, ha dicho Carlos Padilla Massieu, especialista mexicano dedicado al estudio del problema desde hace más de 25 años, es producto de una sociedad en decadencia. Ha advertido también que la solución no está en comprar tecnologías caras e inútiles, sino en la actitud de la gente: “Nuestro mayor problema es la basura mental”.

Lo anterior nos conduce a dos flancos vulnerables de nuestra sociedad: cultura y educación, y de allí deriva el problema a aspectos legales, ambientales e institucionales. Pero siempre estará por encima la cuestión mayor, que es la social.

Lo inadmisible es permanecer con los brazos cruzados, inermes testigos y víctimas del avance del mal.

No nos asustemos. Actuemos.

luismaldonado@senado.gob.mx

Presidente del CEN de Convergencia y senador de la República