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30/05/2005 | Las regulaciones ambientales nos hacen más vulnerables a la escasez de energía

Richard Salsman

"Como en el caso de las refinerías, no se ha construído una sola nueva planta nuclear desde 1979 debido a los altos costos impuestos por las políticas promovidas por los ambientalistas. Hoy, existen solo 95 plantas nucleares; cinco de ellas han sido sacadas de servicio desde 1979. ¿Y qué pasa con la energía hidroeléctrica? Los ambientalistas bregan por demoler las represas existentes."

 

La semana pasada una explosión en una refinería de gas y petróleo de British Petroleum (BP) mató a quince operarios e hirió a otros setenta, a cinco de ellos gravemente. Como siempre, los medios de comunicación miopes acusaron a BP y a sus presuntas inseguras condiciones de trabajo, al tiempo que pidieron al gobierno mayores controles y penalidades. Ni siquiera BP estuvo en condiciones de asignar adecuadamente las culpas por el accidente. Un informe periodístico señaló:

(La explosión letal) ha incrementado las inspecciones de seguridad de BP PLC, empresa acorralada por un gran número de accidentes ... El gigante petrolero británico dijo que aún se desconoce la causa del estallido ... Iniciará una investigación interna y cooperará con investigadores externos, incluyendo a controladores de la seguridad laboral de los Estados Unidos ... El incidente podría conducir a un aumento de las inspecciones a BP ... Asimismo, la compañía podría tener que afrontar severas multas en caso de que las víctimas, familiares de los muertos u otros afectados por la explosión inicien un juicio civil.

¿Por qué este informe es miope? Por que fija su mirada en las penúltimas y no en las últimas causas del accidente. Es el equivalente a esos increíbles informes documentales del estilo PBS (Public Broadcasting Service, el servicio público de información de los Estados Unidos) que fueron emitidos luego del 11 de septiembre; los mismos que afirmaban que las torres gemelas del World Trade Center se habían caído debido a fallas en la construcción y a problemas de seguridad.

La presunta "solución" al caso del estallido de Texas, de acuerdo a los críticos de la industria, es aplicar mayores controles, aún cuando estos hayan sido la causa última del accidente (y de muchos otros que han sucedido en el sector). Dato concreto: desde 1976 no se ha construído ni un sola refinería de gas en los Estados Unidos; la última fue instalada en Garyville, Louisiana. Peor aún, existen hoy un 54% (149) menos de refinerías de petróleo y gas que las que había en 1981 (321).

¿Por qué? Porque no sólo los ambientalistas han presionado al gobierno para que impida la construcción de nuevas plantas, sino que también han logrado que algunas hayan sido sacadas de servicio. Más aún, los controles ambientales han elevado el costo operativo de las refinerías al punto de convertir a muchas de ellas en económicamente inviables. Se ha estimado que construir una nueva refinería en la actualidad demandaría siete años, 800 permisos y dos mil quinientos millones de dólares, la mitad de los cuales deberían asignarse a afrontar los costos arbitrarios e innecesarios impuestos por los ambientalistas y su política obstruccionista.

La Asociación Nacional de Petroquímica y Refinerías informa que los costos adicionales del sector provocados por el lobby ambientalista totalizaron 47 mil millones de dólares en la década pasada; suma suficiente como para construir 19 nuevas refinerías (aún al exagerado costo actual de 2,5 mil millones por unidad), un 13% más de las que existen actualmente en los Estados Unidos.

Cuando los ambientalistas y sus secuaces impiden la construcción de nuevas refinerías, impiden también la construcción de nuevos ductos que eficientemente provean el producto a distribuidores y terminales. Los ambientalistas también evitan el levantamiento de nuevas plantas nucleares, las mismas que producen una segura energía alternativa del petróleo y del gas. Como en el caso de las refinerías, no se ha construído una sola nueva planta nuclear desde 1979 debido a los altos costos impuestos por las políticas promovidas por los ambientalistas. Hoy, existen solo 95 plantas nucleares; cinco de ellas han sido sacadas de servicio desde 1979. ¿Y qué pasa con la energía hidroeléctrica? Los ambientalistas bregan por demoler las represas existentes.

En las últimas décadas las refinerías han trabajado duro para compensar el inmenso daño sufrido por las restricciones de cuño ambientalista, exprimiendo la capacidad del decreciente número de instalaciones para proveer petróleo y gas a los consumidores. En muchos casos se ha logrado aumentar la capacidad y la productividad de las refinerías. Mientras que en 1981 la refinería promedio producía 60.000 barriles de combustible por día, hoy el promedio se ha elevado a 113.000.

Sin embargo, a pesar de esta casi duplicación de la productividad -posible gracias a los grandes logros de la ciencia y la ingeniería- en total se refina hoy por día 10% menos de combustible (16,8 millones de barriles) que lo que se refinaba en 1981 (18,6 millones). Por ello, no hay que sorprenderse por el constante aumento del precio del combustible, tanto en términos nominales como reales. Pero, ¿quién culpa a los ambientalistas por esta situación? Si sus obstrucciones no hubieran sido compensadas, en parte, por las compañías el galón de combustible costaría hoy 5 dólares y no 2.

¿Cómo están relacionados todos estos hechos con los accidentes, muertes y heridas que se producen en las refinerías? Un número constantemente decreciente de refinerías combinado con un permanente crecimiento de la demanda provocan que las compañías exijan al límite a sus plantas; algunos operan hoy al 95% de su capacidad, porcentaje que está muy por encima de la norma de la industria, en términos generales.

Esta situación deja poco tiempo para el mantenimiento, las reparaciones o el mejoramiento de las plantas. Como consecuencia, el equipo existente resulta ser menos seguro y las operaciones más riesgosas. Está claro que mayor cantidad de controles y penalidades no pueden resolver el problema, sino que, más bien, lo causan. En la actualidad no necesitamos que haya menos compañías petroleras, política ya probada a un costo mortal, económico y humano.

Lo que necesitamos es limitar el accionar destructivo de los ambientalistas y de sus perros falderos de la EPA (Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos). Si deben iniciarse juicios e imponerse multas entonces que esos juicios y esas multas recaigan sobre los verdaderos enemigos de la producción y la seguridad: los ambientalistas. Permitamos que los ejecutivos del sector petrolero puedan identificar a los que perpetran los accidentes en el sector.

El pueblo americano necesita despertarse -mental y moralmente- y resolver sus flagrantes contradicciones. Están moralmente en lo cierto cuando pretenden conducir sus SUV, (Vehículo Utilitario y Deportivo) insaciables devoradores de combustible, o cuando quieren calefaccionar sus hogares y elevar su calidad de vida; pero muchos están definitivamente equivocados (en más de una manera, si recordamos el estallido en la planta de BP) cuando continúan perdonando, apoyando económicamente y aplaudiendo a los obscenos, inhumanos y criminales ambientalistas.

Luego de la explosión en la planta de BP algunas personas supusieron que la culpa era de algún grupo terrorista. De hecho es verdad, el terrorismo fue el culpable; el terrorismo practicado por los grupos ambientalistas.


Traducción: Gustavo Jalife

Diario Exterior (España)

 



 
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