Bolivia desesperadamente busca un líder para la conducción del país, pues se encuentra en una grave crisis de liderazgo, que resulta muy injusta para todos los bolivianos. De no encontrarlo, tal vez lo más conveniente sea que, bajo el título de este artículo, se coloque un anuncio en los periódicos de distribución nacional, que diga lo siguiente:

Se necesita un demócrata convencido que, al margen de sus condiciones de honestidad, moralidad y ética, tenga un profundo conocimiento del funcionamiento del Estado y que sea capaz de proponer programas y políticas coherentes, consistentes y comprensivas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y contribuir a que el país pueda eliminar la pobreza que nos agobia y la dependencia que nos avergüenza. En otras palabras, se necesita de un estadista.

Esta persona deberá también tener un gran conocimiento y experiencia en la administración de las finanzas del Estado, a fin de que Bolivia pueda vencer la crisis de la que no podemos salir y convertir al Estado en un ente que genere ahorros, en vez de los acostumbrados déficits, que no hacen otra cosa que sumir a la nación en la dependencia de los organismos internacionales. Deberán abstenerse de enviar sus solicitudes todas aquellas personas que, de una manera u otra, fueron responsables de administrar las finanzas de Bolivia en los últimos años.

Asimismo, deberá ser capaz de llevar adelante la Reforma Educativa de Bolivia, como el único instrumento de largo plazo capaz de nivelar la diferencia de clases existente entre los bolivianos que, injustamente, es saboteada por los propios educadores, en contra de los intereses de las clases más empobrecidas. También deberá entender claramente la política de hidrocarburos, su importancia en la generación de mayores ingresos y su gran impacto sobre la inversión en salud y educación. Es indispensable además que esta persona comprenda la necesidad de administrar adecuadamente esta política, en un delicado equilibrio sectorial, que permita lograr sus máximos beneficios, pero sin desestimular la inversión extranjera, que nos trae recursos financieros que Bolivia no los tiene y que fácilmente pueden migrar hacia otros países donde se les ofrece mejores condiciones de trabajo.

Debe también tener ideas claras sobre la política de relaciones exteriores, para que más allá de los viajes y de los cócteles, se enfoque hacia los beneficios económicos de la apertura de mercados y abandone los viejos postulados del odio y del rencor, que hoy en día nos cierran todas las posibilidades de hacer negocios y de conseguir importantes logros económicos para el país. En esta misma línea, debe entender también cómo negociar con los organismos financieros internacionales, para lograr el máximo de apoyo y el mínimo de dependencia. No importa que sea conservador o liberal, si es que, a semejanza de Juan Pablo II, demuestra ser un líder sensible a la pobreza y amante de la libertad y la democracia.

Sin embargo y por sobre todas las cosas, debe ser un conductor que defienda a ultranza y con valentía el principio de autoridad, el cumplimiento de la Ley y la Constitución Política del Estado, para que los bolivianos podamos hacer algo que intentamos hacer todos los días: trabajar en paz y tranquilidad, libres de paros y necias manifestaciones.

Para optar por el cargo, no es suficiente ser político o empresario. Tampoco es suficiente hablar bien o hablar bien el inglés, aunque es importante ser un comunicador que diga la verdad. Se ruega no insistir. No se descarta la posibilidad de que sea un hombre mayor, así el país podría beneficiarse de su sabiduría, su largo recorrido por la vida y la madurez que sólo dan los años. Por último, se otorgará un puntaje especial a todos los candidatos que sean casados con una mujer excepcionalmente compasiva y de una gran belleza espiritual.