“Muy complejos, muy trascendentes y muy difíciles”, dijo ayer el secretario del Tesoro americano, Timothy Geithner, que van a ser los cambios de regulación del sistema financiero. Geithner desveló ante el Congreso algunos –pocos- detalles de su plan para atar más cortas a las empresas y a sus productos: por primera vez el gobierno se plantea meter mano en los fondos de alto riesgo y otras filigranas de la inversión “bajo el radar”.
¿Es el fin de la anarquía financiera? Lo que el Tesoro propone es centralizar toda la regulación en un único organismo –probablemente la Reserva Federal- para evitar que las empresas se autorregulen a la carta, eligiendo la ventanilla que en cada caso les conviene más.
Tímidamente, Geithner incluso hizo votos para coordinarse con la Unión Europea y combatir la “balcanización” económica. La novedad es que quien sea too big to fail (demasiado grande para que se le deje caer) también será considerado demasiado grande para ir por libre.
Las macrocompañías soportarán un escrutinio mucho más severo que sus hermanas pequeñas. El gobierno obligará a los bancos a tener reservas, dictaminará qué retribuciones son o no son de recibo, etc.
Geithner tranquilizó a los escaldados: estas medidas nunca serán retroactivas. Lo más arduo puede ser cumplir la promesa de entrar a regular los fondos de inversión de alto riesgo. Pero el gobierno no quiere más tumores en la sombra.
Más cuando los indicadores no dan una sola alegría: si hace poco se supo que la contracción del Producto Interior Bruto el pasado trimestre es mucho peor de lo que se había calculado, del orden del 6,2 por ciento, ahora resulta que es peor todavía, el 6,3 por ciento.