A los 40 años perdió su razón de ser, al debilitarse el enemigo común que había dado sentido al vínculo a uno y otro lado del Atlántico. Sexagenaria, la OTAN ahora está más activa que nunca -con misiones en varios continentes- y acaba de reconciliarse con Francia, que vuelve a la estructura militar integrada.

Sin embargo, las divisiones entre sus 26 miembros saltan a la luz en operaciones sobre el terreno, como en Afganistán, donde EEUU lleva la voz cantante, o en crisis como la de Georgia (eterno aspirante) el verano pasado.

Durante décadas el artículo 5, por el que los aliados se comprometían mutuamente a la defensa en caso de ataque, ha sido un vínculo inquebrantable. Sólo se activó tras los atentados del 11-S, pero EEUU declinó la oferta. Tras poner en cuestión las «operaciones fuera de área», ahora que la mayor parte de las intervenciones se llevan a cabo a miles de kilómetros de los países miembros suena lejanísimo el encendido debate que suscitó la acción aliada en Kosovo en 1999.

Desde entonces, es decir antes del 11-S, de la Guerra de Irak y de la intervención en Afganistán, la OTAN no ha revisado su «concepto estratégico», es decir, el guión sobre el que funda su manera de hacer frente a los desafíos, que en la actualidad van desde la guerra contra el terrorismo (Afganistán) a la protección de sus miembros y a la consolidación de procesos democratizadores con la política de puertas abiertas. Croacia y Albania son los últimos llamados a entrar en el club, con el permiso de Eslovenia, mientras que Macedonia está a la espera de resolver con Grecia el contencioso sobre su nombre. «Con la nueva Administración de EEUU, más favorable al multilateralismo, ha llegado la hora de un nuevo diseño, pero es importante ser realista.

Tareas como la seguridad energética o el medio ambiente no pueden ser las fundamentales», señala Jos Boonstra, investigador sobre temas de seguridad en el Fride.

En la sede aliada de Bruselas afirman que el 60º aniversario marca un punto de inflexión y que así se verá en la Declaración sobre Seguridad Atlántica que presentará el secretario general, Jaap de Hoop Scheffer, en la cumbre de Estrasburgo y Kehl. «Solidaridad», «cooperación» y «flexibilidad» serán las piedras de toque de esta nueva era. «Hemos de recurrir a la prevención tanto como sea posible para que no lleguemos al punto en el que el único recurso sea el militar», afirmaba esta semana la canciller alemana Angela Merkel, subrayando que es más necesaria que nunca «la cooperación con organizaciones internacionales como la ONU o la Unión Africana y con ONG».

Para elaborar el «nuevo concepto estratégico» la Alianza Atlántica se plantea consultar con grupos de sabios ajenos a la organización.Previsiblemente el documento final estará listo el año próximo.La pregunta clave es en qué se traduce la solidaridad aliada en el siglo XXI.

El debate entre los socios es si el compromiso común ha de basarse en la protección de los países miembros -los ex comunistas siguen sintiéndose amenazados por Rusia- o si operaciones como la de Afganistán serán su principal competencia, es decir, si la OTAN ha de ser más local o más global. «Polonia y muchos países del antiguo Pacto de Varsovia quieren que la prioridad sea la defensa del territorio de los Estados miembros.

Temen que esas actividades globales aparten a la Alianza de su misión fundamental y la debiliten», afirma Edwin Bakker, responsable del programa de Seguridad y Conflictos del Instituto Clingendael de La Haya. Un informe de otro think-tank holandés destaca la «necesidad estratégica» de reconciliar su papel tradicional -garantizar la seguridad de sus miembros- con los desafíos globales.

En este contexto, el Reino Unido propone la creación de una «fuerza solidaria», compuesta por pequeños contingentes de varias naciones, que actuaría como una fuerza de reacción rápida para ayudar a los países que lo necesiten. La idea no es nueva y precisa suficientes recursos y voluntad para intervenir sin cortapisas, y no como ocurre en Afganistán, donde la OTAN se está jugando su credibilidad.

«Era el escenario perfecto; una guerra legitimada internacionalmente en la que vencerían a grupos radicales promocionando la democracia.Pero la estrategia militar no funciona y ahora se quiere combinar negociaciones, desarrollo y uso de la fuerza. El resultado es incierto.

En la medida en que la OTAN ha repetido que su credibilidad está en juego en Afganistán, la idea de que una alianza militar no alcance una victoria pone en duda su sentido», concluye Mariano Aguirre, director del Centro Noruego de Peacebuilding. Será esa ambición globalizadora la que marcará el futuro de la Alianza Atlántica.

Scheffer: «Es mejor hablar con Rusia que no hablar»

A punto de cumplir sus cinco años de mandato como secretario general, el holandés Jaap de Hoop Scheffer cree que la OTAN es un «animal único», que acomete retos que ninguna otra institución afronta.

En un encuentro con periodistas en Bruselas, De Hoop Scheffer reconocía recientemente que su trabajo consiste en que los 26 países miembros suenen como una sola voz.

Sobre Rusia, que reitera siempre que puede que los planes de expansión al Este de la Alianza suponen una amenaza, el secretario general aclaró que la OTAN ha sido y será una «alianza defensiva», no ofensiva, y se felicitó de que el diálogo con Moscú se vaya a restablecer antes del verano. «Siempre será mejor hablar que no hablar. Lo hicimos hasta en la Guerra Fría. Podemos discrepar, pero seguiremos hablando», dijo De Hoop Scheffer. En la cumbre de Estrasburgo y Kehl está previsto que se conozca el nombre de su sucesor. Tiene todas las papeletas el primer ministro danés, Anders Fogh Rasmussen.