Como apoteosis no podía resultar más gloriosa. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, fue elegido ayer por aclamación presidente del nuevo partido Pueblo de la Libertad (PdL), al final del congreso fundacional que ha unificado al centroderecha en una sola formación política. De las huestes de Forza Italia - partido fundado por il Cavaliere en 1994-y de las filas de Alianza Nacional - partido derechista de origen posfascista de Gianfranco Fini-ha surgido una derecha amplísima, que de puro extensa aspira a conquistar el voto de uno de cada dos italianos.

"Hoy ha nacido un gran partido para conducir Italia en el nuevo siglo", proclamó Berlusconi, de 72 años, empresario televisivo y tres veces primer ministro, convencido de que está viendo la luz el primer y verdadero partido conservador de masas de la Italia posbélica. La Democracia Cristiana - que reinó durante cuatro decenios hasta que la corrupción la hizo trizas-era, en realidad, otra cosa, por mucho que en su seno predominara la derecha.

Prueba de esa diferencia es que su partido heredero, la democristiana UDC, no ha querido sumarse a la fusión en el PdL; y también que abundan los ex democristianos en las filas del centroizquierda, como el propio líder del Partido Demócrata, Dario Franceschini, elegido hace un mes.

Por lo que respecta al recién nacido PdL, muchos analistas consideran que el nuevo partido viene a ser una superación estratégica del mismo modelo berlusconiano, obligado a mutar para sobrevivir. A fin de cuentas, la arquitectura construida por il Cavaliere tiene ya quince años, y los tiempos actuales son de crisis.

Ayer por la mañana, tercer día de congreso fundacional, ante seis mil delegados reunidos en un pabellón de la Feria de Roma, Silvio Berlusconi desgranó un discurso de una hora y once minutos, con calculadas pausas para los aplausos. En su parlamento, reclamó una vez más una reforma de la Constitución que dé más competencias al presidente del Consejo de Ministros - nombre oficial en Italia del primer ministro-y anunció que se presenta candidato a las elecciones europeas del próximo junio.

"La Constitución asigna al presidente del Consejo poderes casi inexistentes - arguyó-.En otros países, el premier tiene verdaderos poderes. En Italia sólo tiene falsos poderes, y así el Gobierno no puede intervenir con prontitud, y el Estado no puede funcionar. El país necesita gobernabilidad". Técnicamente, es cierto que el primer ministro de Italia tiene menos competencias que homólogos como el presidente del Gobierno español o el premier británico.

Y como primer ministro, Berlusconi siempre ha llevado muy mal el contrapeso que la Constitución otorga al presidente de la República, cargo que él mismo aspira a ocupar cuando concluya su actual cometido gubernamental. De hecho, que il Cavaliere quiere más poder para el Ejecutivo no es ninguna novedad. Lo explicitó en febrero durante el choque institucional entre Gobierno y Quirinal - sede de la jefatura del Estado-por el caso Eluana Englaro, la paciente en estado vegetativo cuyo padre batallaba para que se le permitiera morir.

Y en el 2005, durante su anterior mandato, Berlusconi aprobó por rodillo una reforma constitucional que robustecía al primer ministro y - para contentar a sus aliados de la Liga Norte-introducía un leve federalismo. Esa reforma fue tumbada al año siguiente por los italianos en un referéndum promovido por el centroizquierda, que veía en el federalismo un peligro para la unidad de Italia y temía las ansias de poderío de Berlusconi.

Il Cavaliere dijo ayer que espera ahora colaboración de la oposición para esa reforma constitucional que, a su juicio, es necesaria para que "el Gobierno saque a Italia de esta crisis".

También proclamó su "candidatura de bandera" a las elecciones europeas, una desconcertante costumbre italiana que ha sido practicada alguna vez por casi todo el espectro político y que consiste en colocar como cabeza de lista a las europeas al líder del partido, aunque sea evidente que no irá luego a ejercer de eurodiputado a Estrasburgo porque tiene un escaño en Italia. Berlusconi lo hizo ya en las europeas del 2004, y Dario Franceschini, líder del Partido Demócrata, le ha emplazado a no hacerlo de nuevo.

Berlusconi le replicó ayer que el centroizquierda no lo hace por carecer de un líder verdadero. El PdL aspira a merendarse de nuevo a la oposición en los comicios comunitarios, tras su colección de triunfos desde las elecciones de abril del 2008. En esa misma cita ganó las regionales de Sicilia y de Friuli-Venecia Julia; luego se hizo con la alcaldía de Roma; en diciembre venció en las regionales de los Abruzos, y el pasado febrero arrasó en las de Cerdeña.

Ayer, il Cavaliere esgrimió contentísimo nuevos sondeos según los cuales, en los tres días de congreso, el nuevo partido ya ha superado el 44% de las intenciones de voto. Su meta declarada es obtener el 51%, arañando apoyos en su ex aliada UDC y en las alas moderadas del centroizquierda.

A la clausura del congreso fundacional de ayer - todo un espectáculo, como es habitual cuando se trata de il Cavaliere-faltó Gianfranco Fini, líder de la fusionada Alianza Nacional y presidente de la Cámara de Diputados. Fini, de 57 años, es el principal candidato a la sucesión de Berlusconi, frente al rival Giulio Tremonti, ministro de Economía. Según fuentes de Forza Italia - la otra fusionada-,estaba previsto que no asistiera, porque había hablado a la platea el sábado.

Ese día, Fini dijo en su discurso algunas de esas cosas que le proporcionan simpatías en el centroizquierda, como la necesidad de reformas para el futuro económico y social del país. También discrepó del restrictivo proyecto de ley de testamento vital aprobado el jueves por el Senado, porque se corresponde más "con un Estado ético que con un Estado laico". Berlusconi no contestó ayer a tales planteamientos.

El congreso fundacional eligió a tres coordinadores para el nuevo PdL: dos por Forza Italia (Sandro Bondi y Denis Verdini) y otro por Alianza Nacional (Ignazio La Russa). Además de esos dos grandes núcleos, en la fusión participan otros once minipartidos de variada coloratura derechista, y hay incluso socialistas.