La negociación con los sectores «recuperables» de la insurgencia afgana aparece como el elemento más relevante de la nueva estrategia para desbloquear la guerra en aquel país.

Estados Unidos, el propio gobierno de Kabul y la mayor parte de los países que mantienen tropas en Afganistán creen que ha llegado el momento de poner en práctica una estrategia similar a la ya utilizada en Irak con buenos resultados.

Se trata de «atraer de vuelta» a los combatientes que se consideran «desesperados» y cuya motivación puede ser alterada. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, habló de «una oferta de reconciliación y de integración» en la sociedad afgana para una parte de la insurgencia.

El presidente afgano, Hamid Karzai, ha pedido a la ONU que elimine de la lista negra del terrorismo a aquellos talibanes que no tengan lazos con Al Qaida.

La segunda novedad de esta sexta Conferencia Internacional sobre Afganistán ha sido el primer contacto directo entre EE.UU. e Irán.

El viceministro iraní de Exteriores, Mohammed Mehdi Ahundsadeh, se cruzó «casualmente» con el embajador especial norteamericano para «Af-Pak» -Afganistán-Pakistán-, Richard Holbrooke. «Hablaron de nada importante y se comprometieron a seguir en contacto», contó Hillary Clinton. Ella, por su parte, utilizó la inusual fórmula de hacer llegar una carta a la delegación iraní sin intermediarios para interesarse por la suerte de los estadounidenses que se encuentran en Irán en distintas delicadas circunstancias. «La presencia de Irán en esta conferencia tal vez signifique que se abrirá una nueva página en la política regional», debido precisamente a este primer contacto entre Washington y Teherán después de décadas de incomunicación absoluta, según dijo el ministro de Exteriores afgano, Rangin Dadfas Spanta.

Sin embargo, por lo que se refiere a su intervención, el representante del régimen islámico de Teherán hizo énfasis en la lucha contra el narcotráfico.   No en vano en Irán el opio se ha convertido en un problema nacional. El delegado iraní fue escéptico sobre la efectividad del resto de las medidas del plan Obama para Afganistán: «No se puede luchar contra el terrorismo sólo con la fuerza... Aumentar el número de soldados no asegura una mayor estabilidad».     El consenso más abrumador rodeó la conferencia, de la que todos los participantes salieron convencidos de que a partir de ahora las cosas van a cambiar. «La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces», dijo Clinton citando un proverbio afgano.   Como dijo el ministro español, Miguel Ángel Moratinos, «se trata de lograr que sean los afganos los que nos exijan que estemos allí», ya sea a través de lo que llamó el «Plan Marshall verde» para recuperar la agricultura afgana, o incluso por el hermanamiento de ciudades o por viajes de notables afganos a España.   Mientras en La Haya todo parecía de color de rosa, el líder de los talibanes de Pakistán, Baitulah Mahsud, reivindicaba el sangriento ataque del lunes contra la Academia de Policía de Lahore, que causó una docena de muertos.   Y más consternación que el número de víctimas causó el constatar que, cada día con más atrevimiento, los talibanes avanzan también sus peones en Pakistán.