Según señala el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, la crisis actual es particularmente grave pues combina elementos de diversas crisis anteriores: el estallido de una burbuja inmobiliaria similar a la ocurrida en Japón en los ochenta; una sucesión de pánicos bancarios muy parecidos a los que se produjeron en ocasión de la Gran Depresión; una carencia de liquidez que recuerda de nuevo al Japón de los ochenta; un conjunto de crisis de divisas en sintonía con la producida por la crisis asiática de finales de los noventa y una interrupción de flujos de capital internacional que recuerda a las generadas por algunas de las situaciones referidas (El Retorno de la Economía de la Depresión y la Crisis Actual, Barcelona, 2009). Se trata, al igual que en el caso de la Gran Depresión, de una crisis global de la cual nadie resulta inmune.

En su génesis, sin embargo, fue una crisis de Wall Street. En tal sentido se enmarca dentro de una tradición de pánicos bancarios muy propios de Estados Unidos: el de 1873, el de 1907 y el de 1929. La situación actual guarda importantes similitudes con 1907 y 1929. Con respecto a la primera pues esta crisis no emerge de los problemas del sistema bancario propiamente tal, sino de un sistema paralelo.

En aquella ocasión surgió de los "trust", entidades muy parecidas a los bancos, que aceptaban depósitos, pero que no eran bancos como tal. Ahora, surge de lo que algunos economistas han llamado el "sistema bancario en la sombra", es decir, instituciones que actúan como bancos sin serlo. El parecido con la de 1929, proyectada en sucesivas oleadas a lo largo de los treinta, deriva del hecho de que fue el carácter "bancario" de aquella crisis lo que brindó particular gravedad a la situación.

A raíz de la última de tales crisis se dictó la ley Glass-Steagall, la cual buscaba dar muchas mayores garantías al sistema bancario. La misma fijó un marco de regulaciones, de ayudas federales a los bancos en problemas y de garantías por los depósitos hechos. Los pánicos desatados en 2008 se deben, en esencia, a tres razones. La primera es que los causantes de la crisis fueron instituciones que actuaban como bancos sin serlo, lo cual los eximía de la ley antes citada.

Es decir, un conjunto de instituciones que actuaban como bancos de facto y manejaban instrumentos financieros de alto riesgo (hedge funds, auction rate, repo-tripartito, bonos con opción de oferta, vehículos de inversión estructurados, etc.), sin supervisión alguna. La segunda fue la derogación en 1999 de la ley Glass-Steagall, lo cual lanzó a los bancos por el camino de la desregulación y derogó las barreras que delimitaban lo que los diversos integrantes del sistema podían hacer.

En tercer lugar, el ambiente de "laissez-faire" prevaleciente en la Administración Bush. Valga citar, en este último sentido, una famosa sesión fotográfica de 2003 en la cual altos representantes de diversas agencias de regulación federal, cortaron con sierras eléctricas pilas amontonadas de reglamentos.

Al final, el estallido de la burbuja inmobiliaria, sustentada en la anarquía antes referida, hizo inevitable una crisis que pronto se proyectó en las más diversas direcciones y latitudes.

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