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06/06/2005 | Los disturbios "espontáneos" tanto tiempo planeados

Walid Phares

"Las manifestaciones violentas de Pakistán y Afganistán no fueron una reacción súbita y precipitada a la frase de la revista semanal que acusa al personal norteamericano de profanar una copia del libro sagrado musulmán. Desde la caída de Tora Bora en diciembre del 2001, al-Qaeda y los restos de los Talibanes esperaban este momento: lo llaman "al awda", que significa "el retorno".

 

Con una oración, Newsweek disparó una serie de intifadas violentas en países tan remotos como Pakistán, Afganistán, o más allá. Por lo menos así es como lo ve el grueso de los medios, los funcionarios gubernamentales y la mayor parte del público. La verdad es más compleja: los islamistas llevaban planeando estos incidentes [desde] bastante antes de que la historia llegara a imprimirse.

Es cierto, la noticia de Michael Isikoff y John Barry, que intentaba destapar un nuevo escándalo, se convirtió en el detonante de violencia en masa por todo el mundo, liderada por los islamistas. Pero los jihadistas habían sido movilizados con vistas a una contraofensiva contra los "infieles" [desde] hacía tiempo. Irónicamente, estos dos acontecimientos tienen algo en común: ambos minan la credibilidad de los movimientos democráticos apoyados por Estados Unidos en el mundo árabe.

Las manifestaciones violentas de Pakistán y Afganistán no fueron una reacción súbita y precipitada a la frase de la revista semanal que acusa al personal norteamericano de profanar una copia del libro sagrado musulmán. Desde la caída de Tora Bora en diciembre del 2001, al-Qaeda y los restos de los Talibanes esperaban este momento: lo llaman "al awda", que significa "el retorno".

Pacientemente, los líderes de los jihadistas, Thawahiri, el Muláh Umar y los diversos islamistas de Jamiet Islamí o Hizbu Tahrir incluidos, llevaban trabajando en montar la principal contraofensiva contra el gobierno democráticamente electo de Hamid Karzai en Afganistán. Día tras día, desde Kabul a Kandahar, la sociedad afgana se alejaba del dominio mental y político de los Talibanes. Y año tras año, más y más líderes de al-Qaeda eran eliminados o arrestados, dos [de ellos] solamente durante las últimas semanas.

El peligro más letal que afronta la ideología jihadista es el éxito de la democracia en la región. Las mujeres afganas votaron por millones; los 8,5 millones de votantes de Irak desafiaron a los asesinos de Zarqawi; un millón de manifestantes retaron al ejército de Siria en Beirut, y hace apenas unas semanas, las mujeres kuwaitíes forzaron al parlamento a concederles el derecho de sufragio. Según los estándares jihadistas, la guerra de ideas se está perdiendo. La noticia de Newsweek les dio la posibilidad de contraatacar e intentar ganar terreno en su guerra de terror.

Al preparar su "retorno", los salafíes comprendieron que las manifestaciones son su mejor arma por el momento. Las decapitaciones y los atentados suicida les hacían parecer tan perversos como son, incluso a los ojos de la mayoría de los árabes y musulmanes. Vieron cómo expresiones populares de Kabul a Beirut, desde Teherán a Bagdad, capturaban la imaginación de musulmanes más y más jóvenes, pero también la atención de la opinión pública de Occidente.

A comienzos del invierno, Aymán al Thawahiri, el número 2 de al-Qaeda, invitó a sus seguidores "a recuperar el país y reducir a Karzai a su palacio". Ese fue el orden de la misión: encontrar un modo de reconquistar la calle y, desde ahí, el mundo árabe entero. En las páginas web de Al Ansar, en al Jazira o en la al Manar TV de Hezboláh, se ha enarbolado una campaña propagandística global desde el 2002 que se incrementó enormemente desde la caída de Saddam. En los chats que visito, el lema dominante es: América ha declarado la guerra contra el islam entero, como religión.

Los inteligentes clérigos jugaron con los genes doctrinales de sus seguidores. Día sí y día también, desde Arabia Saudí hasta Virginia, los jihadistas se prepararon pacientemente para el momento de la explosión. En suma, el artículo de Newsweek no generó el "Big Bang"; lo detonó. La explosión iba a llegar, pero tenía que suministrarse el motivo aparente. Podría haber sido una violación, una muerte u otra profanación occidental. Los periodistas "de investigación" de Newsweek proporcionaron este fusible.

Messieur Isikoff y Barry, probablemente en una cruzada política en casa, escribieron precipitadamente: "fuentes dicen a NEWSWEEK: los interrogadores, en un intento por confundir a los sospechosos, tiraron por el váter un Corán". Tan sencillo como eso y en un estilo más propio de los medios populares árabes que de la prensa occidental, la "historia" llegó a los rotativos. Basando sus acusaciones en una fuente que no fueron capaces de identificar, proporcionaron una descripción gráfica del acto. Dado que al menos uno de los autores, Michael Isikoff, se describe a sí mismo como "experto en terrorismo", debería haber sabido que describir tirar por el váter un Corán es el equivalente a disparar napalm contra un almacén trufado de dinamita.

Más perturbador es el patrón tras el corto artículo. Isikoff ha mostrado una tendencia deliberada al escrito de activismo más que al periodismo objetivo. Allá por octubre, Isikoff apuntó a una coalición de grupos americanos de Oriente Medio que apoyaban la guerra de Washington en favor de la democracia. Tras una serie de entrevistas con los miembros de esa coalición, les acusaba en un artículo (el 29 de octubre) de "ser lobby de Libia". Sin embargo, no informó a sus lectores de que entre los miembros de la coalición se encontraban disidentes libios que pedían un cambio de régimen en Trípoli.

Al igual que en el escándalo de esta semana, en principio Isikoff quería minar las políticas de la administración Bush. Terminó mintiendo, negando cualquier error a sus lectores, y provocando el caos. La absurda acusación "libia" pudo haber causado algunas tensiones de menor importancia entre los americanos de Oriente Medio, pero su acusación "coránica" costó vidas y sufrimiento humano, 16 muertos y más de 100 heridos.

Un elemento que se pasó por alto en toda la cobertura de los incidentes de inspiración jihadista es la completa hipocresía de los manifestantes. Sus preocupaciones por el libro sagrado musulmán no se manifestaron cuando quemaban mezquitas hasta los cimientos en Pakistán durante los últimos meses. Ni iniciaron manifestaciones después de destruir mezquitas en Irak durante todo el año.

Ciertamente había cientos de coranes hechos cenizas. (Que los propietarios de estas mezquitas fueran chi´íes no les preocupó). Un par de décadas atrás, las brutales brigadas de Hafez Assad aplastaron las mezquitas de la ciudad de Hama. Miles de coranes fueron destruidos (junto con 20.000 sunníes). Pero el mundo islámico y árabe no levantó una ceja. La indignación selectiva por los coranes destruidos no es teológica, sino política.

Sólo cuando los islamistas quieren emprender una jihad por su libro sagrado, las infracciones comienzan a suponer alguna diferencia para ellos. Cuando las milicias árabes hacen redadas en aldeas musulmanas negras en Darfur y las destruyen junto con sus libros sagrados, eso es aceptable, ¿pero una frase en un artículo publicado en la revista norteamericana merece una guerra santa entera?. ¿A quién estamos tomando el pelo?.

Lo que quieren los jihadistas es movilizar a sus servidores con argumentos "religiosos". Ven el desfile de principios democráticos, secularismo y modernidad, y quieren detenerlo. Están utilizando sus últimas armas: el fundamentalismo dogmático. Quieren contraatacar a la fuerza que está difuminando el dominio que han tenido sobre sus seguidores desde tiempos inmemoriales. Por toda la región, los académicos salafíes afirman, (a los que se ha unido recientemente Hassan Fadlalah, de Hezboláh), "Esto no versa sobre un incidente particular, va de que América emprende una guerra contra el islam como religión". Este es el plan entero.

Las sociedades civiles del mundo árabe no están engañadas; entendieron la amenaza que suponían las manifestaciones islamistas. Desafortunadamente, mientras los verdaderos demócratas de la región repelen el impacto de sus propios trogloditas, Newsweek extendió una invitación especial a la jihad global, y proporcionó a los islamistas la chispa que necesitaban para su malévola contraofensiva.

Diario Exterior (España)

 



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