Rusia se mantuvo al margen de este proyecto, tras haber asegurado a todos que no pretende usar la tubería Bakú-Tbilisi-Ceyhan para el transporte del crudo ruso. Según observó en su día Serguey Grigoriev, vicepresidente de la petrolera rusa Transneft, cualquier nación tiene el derecho inalienable de promover las obras que estime necesarias. Incluidas las no rentables, me gustaría añadir a este respecto, porque el nuevo oleoducto que conecta el Mar Caspio con el Mediterráneo es excesivamente costoso y Azerbaiyán solo va a tardar un rato en llenarlo a tope. Tampoco se habla ya de las reservas supuestamente colosales del petróleo en la plataforma azerí del Caspio. Los principales volúmenes, según se ha comprobado a la fecha, se concentran en el sector kazajo, en el este del Mar Caspio.

Las grandes petroleras siempre habían luchado de forma encarnizada por las eventuales vías del transporte pero nunca antes esa rivalidad había tenido tan fuertes connotaciones políticas como en el caso del BTC, que por algo se dio en llamar como principal proyecto geopolítico de EE.UU. en el espacio postsoviético. El fallecido presidente azerí Gueidar Aliev observó en su momento que la nueva tubería iba a transportar el petróleo en una dirección, y la política, en la dirección contraria. Y antes ya de que el crudo empezara a moverse hacia el oeste, en una de las naciones implicadas en el proyecto, Georgia, se produjo una revolución proamericana.

Habiendo gastado un montón de dinero, EE.UU. construyó el primer tramo de una nueva "Ruta de la Seda", formada por las tuberías de acero soldado que se extienden bajo la tierra a espaldas de Rusia, la cual, a medida que va cobrando vigor su economía, reivindica cada vez con más frecuencia una visión propia del cómo debe desarrollarse la situación en el territorio de la ex URSS y, en particular, al sur de las fronteras rusas. Lo que aún está en veremos es si el nuevo oleoducto realmente podrá reducir el potencial ruso en materia del tránsito.

Los nuevos puertos ultramodernos en la costa rusa del Báltico, el desarrollo del Sistema Báltico de Tuberías cuya capacidad se habrá elevado este año a

60 millones de toneladas, así como las nuevas tuberías que empiezan a construirse en el norte y en el Extremo Oriente del país le garantizan a Rusia por mucho tiempo un claro protagonismo geopolítico en el tránsito euroasiático.

El desvío del petróleo de exportación azerí desde el puerto ruso de Novorossiysk hacia la tubería BTC ha pasado desapercibido, pues no superaba el uno por ciento en el volumen total del crudo exportado por Rusia. Azerbaiyán no oculta que le gustaría ver entre sus clientes las empresas petroleras rusas. Para llenar la capacidad declarada del BTC, de 50 millones de toneladas anuales, se requiere bastante tiempo. Y el monopolio ruso de oleoductos, Transneft, tiene un excedente de capacidades por segundo año consecutivo, según reconoce el jefe de esta entidad Semen Vainstein. La extracción del petróleo en Rusia no alcanza a llenar las tuberías y las terminales portuarias que se van construyendo o modernizando en la actualidad, a pesar de que Transneft pretender aumentar sus exportaciones en un 16% en el presente año, hasta 255 millones de toneladas.

A futuro también se vislumbran capacidades ociosas, así que nadie en Rusia quiere revisar de momento las rutas de exportación. Un representante de Lukoil, compañía petrolera rusa que trabaja activamente en la plataforma continental del Caspio, ha confesado a RIA "Novosti" que están muy contentos con las tarifas actuales y el hecho de que "no hay cola" para las tuberías. Rosneft y otras petroleras rusas tampoco quieren cambiar nada.

Además, Rusia tiene la intención de completar la construcción de una tubería alternativa al BTC: Burgas (Bulgaria)- Alexandroupolis (Grecia). Es un proyecto claramente más rentable que el oleoducto que conecta Transcaucasia con Turquía. Una extensión de poco más de 300 Km, una capacidad de 35-50 millones de toneladas anuales y un coste del orden de US$700 millones colocan esta ruta opcional en una situación muy superior a la del BTC, el cual se extiende a

1.767 Km, puede transportar 50 millones de toneladas pero cuesta casi

US$4.000 millones. En cuanto la tubería balcánica se haya completado, ya no habrá necesidad de que los buques petroleros rusos permanezcan durante semanas en los Estrechos de Turquía.

Azerbaiyán piensa que el petróleo kazajo podría ser un remedio parcial para el BTC. Y aunque el presidente de Kazajstán Nursultán Nazarbaev era el invitado extranjero de mayor rango en la ceremonia de inauguración del oleoducto y manifestó mucho interés por participar en el proyecto, los kazajos no van a apresurar la firma de acuerdos algunos. En este sentido se pronunció el otro día el viceministro de Energía kazajo, Liazzat Kiinov, al puntualizar que Kazajstán tiene un proyecto activo del sistema Aktau-Bakú. Por ahora, la nueva tubería deberá llenarse exclusivamente de petróleo azerí. Kazajstán va a examinar su posible participación en el BTC cuando las obras hayan finalizado por completo y el nuevo oleoducto haya alcanzado la costa del Mediterráneo.

¿Cómo será el impacto del proyecto en la región transcaucásica en su conjunto? Es cierto que todavía falta el petróleo para llenar a tope las capacidades de la tubería pero el capital total de las empresas integradas en el consorcio BTC asciende a un billón de dólares, de manera que el nuevo oleoducto pasa a ser una importante herramienta de influencia política en la zona, opina Eduard Agadzhanov, representante del Centro armenio por la Democracia y la Sociedad Cívica "Armat". Y como el conflicto armenio-azerí en torno a la región del Alto Karabaj sigue pendiente, el hecho de que Bakú ha recibido un fuerte respaldo por parte de Washington contribuye a cambiar toda la situación geopolítica.