Hoy las encuestas aprueban su gobierno y le abren la puerta a casi una segura y merecida reelección. Uribe siempre tuvo claro que le acaba el tiempo para implementar todas las reformas que había comenzado con éxito y empezó a trabajar con el horizonte de la reelección logrando el pasado diciembre que el Congreso aprobara una reforma constitucional que permite la reelección inmediata del jefe del Estado.

La entrada en vigor plena de esta reforma depende de la Corte Constitucional. Los colombianos acudirán a las urnas en marzo próximo, para renovar el Congreso, y dos meses después lo harán para designar un nuevo presidente, que puede ser Uribe, por su alta popularidad y como lo pronostican las más recientes encuestas.

Esa alta popularidad se sustenta en sus logros, como haber presentado la Declaratoria de Conmoción Interior, medidas que contuvo a la violencia que azotaba a Colombia a manos de los grupos terroristas de las FARC y el ENL. Allí está su mayor acierto: entender que los grupos armados pueden y deben ser derrotados sin caer en viles  negociaciones (como pretende Zapatero con ETA) hasta que éstos sean militarmente derrotados.

También hay que sumar el establecimiento de las Zonas de Rehabilitación en las provincias de Arauca, Sucre y Bolívar, convirtiéndolas en territorios especiales con más control y presencia de la Fuerza Pública.

Gracias a su carisma y su cercanía con el llano, Uribe alejó de su gobierno las prácticas clientelistas y de entrada planteó un referéndum que ponía en vigilancia extrema a los miembros de la clase política ante cualquier sospecha de corrupción. Las acusaciones de su rival, César Gaviria, señalándolo como "caudillista y mesiánico" no tienen asidero. Porque Colombia no necesita un Gaviria; necesita más Uribe.