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30/06/2005 | Dialogar mejor y debatir menos

Álvaro Cedeño

Construir un acuerdo necesita que las partes interventoras comprendan los puntos de vista respectivos. Requiere un desarrollo estructurado de la conversación, seguimiento y síntesis, espacios donde se identifiquen los acuerdos, desacuerdos y posibles vías de entendimiento.

 

La democracia necesita la participación de los ciudadanos. En un nivel avanzado de madurez podría operar la participación ciudadana en la toma de decisiones. En una etapa no tan avanzada, la participación deberá consistir en estar bien informado y poder emitir juicios y votos razonados. No es saludable para la democracia que los ciudadanos comunes utilicen sus derechos simplemente para no estar de acuerdo o para oponerse a todo (o casi todo) lo propuesto por los gobernantes. El progreso de los pueblos se construye haciendo, no frenando. Y en esto, los ciudadanos tenemos una seria responsabilidad de participar.

La percepción que tienen los ciudadanos en cuanto a que sus líderes están mejor preparados para decidir crea una expectativa deseable que los dirigentes deben atender, además muestra una dimensión de la confianza requerida para que los líderes puedan desempeñar su función, pero no autoriza al ciudadano a inhibirse de opinar e informarse, lo cual mostraría dependencia y paternalismo.

La timidez y la comodidad –a mí quién me mete en esto o “mejor machete estate en tu vaina” – perjudican a la comunidad, ya que por ese camino no solo se va dejando de opinar, sino que se va dejando de ejercer control sobre quienes conducen los asuntos públicos y, bajo ninguna circunstancia debemos olvidar que el control ciudadano es un mecanismo indispensable para evitar los excesos de poder. 

Participar e informarse tiene un costo para el habitante. A la nación le conviene que ese costo sea bajo. Conviene que los medios de información sean múltiples, claros y de fácil acceso, tanto para recibir la información como para recoger y difundir la opinión de los ciudadanos. En esto, los medios electrónicos actuales ofrecen una promesa, pero esa promesa solamente se concretará si creamos formas tan novedosas de producir los mensajes, como novedosa es su transmisión.

Los mensajes adolecen de defectos que alejan la posibilidad de llegar a acuerdos. Las ciencias exactas se distinguen porque tienen un conjunto de términos sobre los cuales no cabe interpretación: masa, fuerza de gravedad, velocidad. En cambio, lo que un economista llama dinero es diferente a lo que llaman dinero quienes están en el cine. En política escuchamos a todos los candidatos decir que quieren sacar el país adelante, lo cual nos parece creíble; ya que, salvo presente ciertas patologías, ninguno podría querer deliberadamente estancar o perjudicar al país, pero nos deja a oscuras en cuanto al significado concreto de la frase.


La necesidad de síntesis

Si leemos lo narrado en los periódicos a lo largo de un año, vemos una cantidad de ideas valiosas, de distinta orientación, pero nunca se llega a una síntesis. Son como disparos que se hacen en todas las direcciones pero sin que se perfilen los frentes. Son como fuerzas de distinta magnitud y orientación en espera de que alguien saque la resultante. Se necesita articular, enlazar lo que se va diciendo.

Esta es la tarea que realiza un buen moderador en una mesa redonda. Los asuntos ventilados en los órganos de comunicación colectiva necesitan de un moderador que vaya extrayendo posibles acuerdos. Que vaya señalando los subconjuntos que podrían tener el carácter de precursores de acuerdos, los cuales aún no tienen el carácter de acuerdo, pero que van en la dirección de convertirse en ello.

Los encuentros –los debates– deberían tener una preparación más cuidadosa. No basta con invitar a los participantes. Todo debate, todo diálogo debería partir de que cada participante conozca cuidadosamente las posiciones de los demás. 

Los encuentros reflexivos deberían contar con un pronóstico elaborado por su facilitador acerca de cuáles serían los temas y las posiciones que van a surgir. No se puede facilitar un acuerdo si se ignoran las posiciones posibles.
En asuntos muy sensibles convendría, a lo largo de la actividad, que cada uno expusiera con la mayor fidelidad la posición del otro, para que los participantes no se desgasten replicando sobre algo que su opositor no ha dicho (The fateful process of Mr. A talking to Mr. B, por C. Rogers y F. Roethlisberger). Un buen esquema que podría seguir cada participante es el siguiente: El señor A escucha al señor B plantear su posición. Entonces la resume y busca la conformidad de B. Luego formula preguntas aclaratorias a B. posteriormente dice en qué está de acuerdo y en qué no está de acuerdo. Y el facilitador o quien modere la mesa redonda, va comunicando al público esos acuerdos y desacuerdos, por ejemplo, mediante un equipo de proyección.

El debate y la polémica merecen que se les dé seguimiento. Es muy costoso que personas bien informadas dediquen su tiempo a intercambiar razones durante dos horas y que al final no se recopile, no se sintetice, no se conserve el conjunto de acuerdos, desacuerdos y posibles vías de entendimiento. Así siempre tendremos que estar recomenzando la tarea de construir juntos.

Para ello es necesario que un equipo moderador-facilitador señalara temas en los que hay acuerdos cercanos o posibles y temas en los que hay brechas de entendimiento. La parte más interesante del encuentro consistiría en que los expositores profundizaran en sus acuerdos y redujeran las brechas de entendimiento. Sería muy útil, por ejemplo, que se percataran de cuándo los desacuerdos se refieren a aspectos de poco impacto para la esencia del asunto en cuestión.

El debate, el diálogo, son actividades complejas. Por eso conviene distinguir la función que tienen los distintos componentes de lo que se va diciendo. Hay afirmaciones demostrables, hay juicios de valor, hay juicios desiderativos (wishful thinking), hay generalizaciones y otros “rotundismos”, hay hechos, hay percepciones que son la imagen interna que se forma de los hechos el expositor, hay fantasías que son imaginaciones con base o sin ella de los hechos, hay temores, hay esperanzas, hay inferencias y presunciones.

Construir un acuerdo es como construir un puente. Es interrelacionar una serie de elementos (donde cada uno de los cuales tiene una función determinada) hasta obtener una estructura autosostenible. ¿Cómo quedaría el puente si no se tuviera clara la distinción entre una viga y una columna, entre una carga, una fuerza y una resistencia?

En muchos casos, bienintencionados propulsores de una determinada tesis intentan convencer a los oponentes solo basándose en el razonamiento. En la posición de quien se opone a un cambio existen razones, pero también temores, esperanzas, fantasías, las cuales no se eliminan con razonamientos, sino que requieren de una comunicación más compleja, más total y sobre todo de una actitud que no sea de polémica, palabra que en su etimología recuerda la guerra.

Es importante darse cuenta de la complejidad que poseen los asuntos socio-políticos, los cuales no pueden ser tratados utilizando la regla de tres. Afirmar que para mejorar la educación es necesario elevar el presupuesto destinado a esa actividad es una afirmación lineal simplificada, la cual deja por fuera muchos elementos interactuantes en el complejo asunto. Es necesario incorporar los conceptos de lo estático y lo dinámico. Un ladrillo es lo que es y dentro de cien años será lo mismo. Una semilla, un niño, un programa educativo, una política, una carretera, son algo hoy y otra cosa muy diferente dentro de veinte años. Si quien emite el mensaje está pensando en un plazo de diez años para que sus afirmaciones se cumplan y quienes lo reciben quieren todo en el plazo instantáneo, no es sorprendente que el acuerdo nunca llegue. 

Una proporción del ruido en la formación de opinión se debe a que quienes están llamados a guiar, son dirigidos por el clamor popular. Y si ese clamor es más visceral que racional, se ha perdido la eficacia de quien guía. Esto es lo que llamamos demagogia y es una tentación comprensible puesto que los gobernantes, como representantes, como delegados del poder del pueblo, calculan el impacto de sus medidas y sus consecuencias electorales de esta manera.

Seguimos viendo sesiones de trabajo, mesas de gestión de acuerdos, debates, mesas redondas, las cuales operan como si no se dispusiera de medios para proyectar en una pantalla el camino recorrido, encomendando la información a la memoria de cada uno, con lo cual el intercambio de ideas es poco eficaz.

acedenog@racsa.co.cr

Actualidad Económica (Costa Rica)

 


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