El sábado dos de julio se realizó un recital simultáneo en varias ciudades del mundo. En la misma jornada se rememoró el recital “Live Aid” de los años ochenta convocando a músicos de la talla de U2, Paul Mc Cartney, Annie Lennox, Sting, Elton John, REM, UB 40, Madonna entre otros.
El motivo del concierto fue por un lado sembrar conciencia sobre el trágico estado del continente africano y por otra parte, exigir al Grupo de los 8 que termine con el hambre y el SIDA en dicho continente. Entre el 6 y el 8 de Julio los presidentes de los ocho países mas avanzados (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia y Canadá) se reunirán en Edimburgo. Ante esa reunión, se organizó el musical reclamo cuyo máximo responsable Bob Geldof sintentizó diciendo “Los líderes del G8 tienen el poder de alterar la historia. Al doblar la ayuda, cancelar la deuda y ofrecer un comercio equitativo en Africa, el G8 puede cambiar la historia”.
El megarecital fue técnicamente sorprendente, la preocupación sobre la pobreza en Africa es moralmente loable, pero el reclamo esta desafinado.
Es irreal, iluso e infantil pensar que un “doble clic” o una firma del Grupo de los Ocho (o de cualquier otro poder político) puede terminar de un plumazo con la pobreza en alguna parte del mundo.
Si la pobreza no se resuelve en Africa, ¿será entonces culpa del G8?
La pobreza no pasa a la historia con un decreto, ni con un recital, ni con emocionadas palabras de músicos o presidentes.
Las intenciones distribucionistas y ese afán de buscar la culpa en gobiernos extranjeros es una de las principales causas de la pobreza no sólo en Africa sino también en América Latina.
El dictador Chávez en Venezuela, distribuyó cerca de 200.000 millones de dólares (mas que toda la deuda pública argentina acumulada en décadas) en los últimos seis años, sin embargo la pobreza aumentó al 70% de su población. Chávez es el ejemplo mas acabado de que la distribución genera pobreza y que la disponibilidad de recursos es irrelevante para generar riqueza.
La situación en Africa es una bomba de tiempo. La preocupación de Bob Geldof y los músicos que participaron responde a un problema real. Según datos del Banco Mundial la situación de la región de Afríca Sub-Sahariana es llamativamente peligrosa. La esperanza de vida de 46 años, el ingreso per capita es de 500 dólares/año, la mortalidad infantil alcanza los 171 casos cada 1000 habitantes y mas del 7% de la población es portadora de HIV.
En países algunos países la población infectada con HIV es alarmante. (Botswana 37%, Malawi 14%, Mozambique 12%, Zambia 15%, Zimbawe 24%).
Hoy el PBI per cápita de Africa es el mismo que tenía Europa en 1820. Es decir que Africa esta atrasada 18 décadas con respecto al mundo.
Creer que esta realidad es culpa de los países desarrollado es una chiquilinada. Soñar con que una reunión puede solucionarla es crear una expectativa falsa con un claro afán publicitario.
Fue interesante la cobertura que se hizo en las radios argentinas especializadas en música. Aprovecharon cada acorde para culpar a la “globalización”, al “G8”, al “capitalismo” de la situación en Africa y en América Latina. Acólitos de la cultura de la culpa ajena derramaron los clásicos consuelos argentinos para trasladar al exterior la culpa de nuestro fracaso.
La guitarra es imprescindible en los conciertos de rock, pero peligrosa en la mesa de las soluciones.
