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24/07/2009 | Kerenskismo obamista, Honduras y abismo chavista

Armando F. Valladares

Cuando se produjo la destitución del presidente hondureño Zelaya, por orden de la Suprema Corte de ese país, y con el respaldo mayoritario del Congreso, Honduras caminaba a pasos rápidos hacia una dictadura chavista, pasando por encima de la Constitución y las leyes.

 

Además del más alto órgano judicial de Honduras, estaban advirtiendo sobre el riesgo chavista las más importantes figuras políticas y religiosas de destaque en Honduras.

No obstante, ni el presidente Obama; ni el secretario general de la OEA, el socialista chileno Insulza; ni el “moderado” presidente del Brasil, Lula da Silva; y ni siquiera, que nos conste, ningún otro presidente latinoamericano, dijo una palabra al respecto. Se alegaba la autodeterminación, la necesidad del diálogo, del respeto de los procesos políticos internos, etc.

Todas esas personalidades políticas tuvieron oportunidades de hablar en favor de la libertad de Honduras, y muy recientes por cierto, pero prefirieron lavarse las manos, como Pilatos. Menciono las dos más notorias.

La primera de ellas fue la Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago, cerca de Honduras, en la cual el presidente Obama, con su estilo neokerenskista, se deshizo en sonrisas con el presidente-dictador Chávez, flirteó con el propio Zelaya y con otros presidentes populistas-indigenistas como el ecuatoriano Correa y el boliviano Morales, prestigió al “moderado” Lula y anunció que estaba dispuesto a dialogar y a establecer un “nuevo comienzo” con la sanguinaria dictadura castrista.

La segunda de ellas fue la Asamblea General de la OEA, por una ironía de la Historia realizada en la propia Honduras, en la cual, con la aprobación del gobierno de Obama, se absolvió a la dictadura castrista y se le abrieron las puertas para poder retornar al referido organismo internacional.

En sus propias narices, y delante de sus propios ojos, los cancilleres de los gobiernos de las Américas pudieron sentir y ver la grave situación interna de Honduras, pero prefirieron lavarse las manos como Pilatos.

Cuando se produjo la destitución del presidente Zelaya, ordenada por la Suprema Corte, con base en preceptos constitucionales que impiden que un presidente intente reelegirse, ahí sí rasgaron sus vestiduras y comenzó una de las mayores griterías conjuntas de izquierdistas y “moderados útiles” de la historia contemporánea, con un verdadero ensañamiento contra un pequeño país que decidió resistir a esas presiones.

Un pequeño país que se agigantó espiritualmente, inspirado en la expresión de San Pablo, esperando “contra toda esperanza” humana, pero aguardando todo de parte de la Providencia, y haciendo recordar, a quienes ven aprensivos el drama hondureño, a la figura bíblica de David contra Goliat.

En momentos en que escribo estas líneas, el destituido presidente Zelaya amenaza con retornar a Honduras, con lo cual, según advertencia del Cardenal de ese país, se tornará responsable por la sangre fratricida que pueda correr.

Delante de la resistencia hondureña, hasta el presidente-dictador Chávez mira hacia el presidente Obama y espera que éste quiebre las resistencias hondureñas a la chavización del país. También en momentos en que escribo estas líneas, se difunde la noticia de que la secretaria de Estado Hillary Clinton acaba de llamar al presidente interino de Honduras, y corren versiones que le habría dado una especie de ultimátum.

La misma secretaria Clinton que en Honduras, en la reciente reunión de la OEA, aprobó la absolución de la sanguinaria dictadura castrista; la misma que, junto con el presidente Obama, está dispuesta a dialogar con el gobierno pro-terrorista iraní, abre sus brazos a los comunistas cubanos, se reúne y ríe con el presidente-dictador Chávez, dio un portazo a la delegación civil hondureña que llegó a Washington simplemente a explicar su versión de los hechos.

Son dos pesos y dos medidas de una injusticia, una hipocresía y una arbitrariedad que claman a los cielos.

Como ya fue recordado, el Cardenal de Honduras advirtió al depuesto presidente Zelaya que será responsable por el baño de sangre que pueda ocurrir si fuerza su regreso a su país.

Por mi parte, en cuanto ex preso político cubano durante 22 años en las mazmorras castristas, en mi condición de embajador estadounidense ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU durante varios años y en cuanto simple ciudadano de las Américas, tengo la certeza de que así como el presidente Eduardo Frei Montalvan pasó a la historia como el Kerensky chileno, por pavimentar el camino al socialista Allende, el presidente Obama corre el riesgo de pasar a la historia como el Kerensky de las Américas si contribuye a empujar a Honduras al abismo chavista.

**Ex preso político cubano, ex embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, durante las administraciones Reagan y Bush.

El Heraldo (Honduras)

 


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