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08/08/2009 | México - El club de Norteamérica

Enrique Berruga Filloy

América del Norte nunca ha sido el espacio afectivo de los mexicanos. La admiración se ha cargado esencialmente hacia Europa —ésos sí que son sofisticados y con clase— mientras que el corazón y la nostalgia —sobre todo en el discurso oficial— se han cargado hacia América Latina y el Caribe. Así, nos hemos puesto del lado de quienes tienen problemas similares a los nuestros, en vez de intentar descubrir cómo le hicieron los otros para resolverlos.

 

En la reunión de esta semana en Guadalajara entre los mandatarios de Canadá, Estados Unidos y México, es hora de trazar el mapa del futuro de la región. Por muchos años por venir, los grandes intereses de México seguirán concentrados en nuestros vecinos del norte. Para maximizarlos, resulta más conveniente desde el punto de vista táctico que se celebren negociaciones trilaterales —con el ingrediente canadiense bien presente— que encontrarse frente a frente y en solitario con Estados Unidos.

Así, el reto es elaborar una agenda genuinamente trilateral para resolver los problemas propios y, sobre todo, para enfrentar con éxito la competencia y las amenazas que provienen de otras regiones.

No es necesario empantanarse en una discusión sobre integración norteamericana al estilo del proyecto europeo. El carácter de potencia global de Estados Unidos no haría más que arrastrarnos a políticas y misiones que ni Canadá ni México podrían o querrían acompañar. Lo que sí conviene hacer, y en esto ya hemos perdido mucho tiempo, es construir instituciones de alcance norteamericano, en torno a asuntos de interés y beneficio común.

La migración, la energía, la seguridad, el medio ambiente, el agua, la modernización fronteriza, las telecomunicaciones y la investigación científica y tecnológica son áreas naturales para crear instituciones de alcance norteamericano.

A los tres conviene un flujo ordenado y seguro de migrantes. Según se sabe hoy, la imposición de una visa canadiense a los mexicanos tenía que ver con los flujos descontrolados de migrantes que empezaban a darse y no —como estableció la explicación oficial— al abuso de la figura del refugio. No hay manera de que las economías de Estados Unidos y Canadá puedan mantener sus niveles de bienestar y bajos costos sin mano de obra migrante, sea de México o de cualquier otro lado. Pero si en un entendimiento genuinamente trilateral se privilegia la migración mexicana, los beneficios regionales pueden ser mayores que si se atraen migrantes de otras zonas. Dentro de las reglas del club norteamericano debe existir un capítulo social y este se llama la migración.

La escasez de hidrocarburos que se avecina, sobre todo en México y Estados Unidos, llama a pensar en un instituto norteamericano de energía del cual surjan las nuevas tecnologías eólicas, marinas, solares y de biomasa que permitirán mantener la viabilidad de nuestras economías y de nuestro modo de vida. Se trata de medir cómo aprovechar de la manera más eficiente los recursos energéticos hasta hoy existentes, combinarlos con los nuevos descubrimientos y prepararnos para la era pospetrolera. Ahí, los centros de investigación de los vecinos tienen mucho que aportarnos.

Más allá de estos temas, el ángulo político es quizá el más importante. A través de instituciones trilaterales los intereses de los tres países se entrelazarán más y más, con lo cual el beneficio de Estados Unidos y de Canadá se relacionarán cada vez más con el interés y el beneficio de México. La interlocución con esos dos países se hará más rica y, por necesidad, menos subordinada.

En vez de tener una Iniciativa Mérida para combatir el narcotráfico —que se parece más a una forma de limosna condicionada—, tendremos un plan general contra las adicciones. En vez de que nuestros paisanos produzcan en suelo de Estados Unidos los alimentos que consumen importados sus familiares en México, podemos tener un campo productivo que exporte en grande a esos dos países. En vez de tener personas que cruzan el desierto o saltan bardas en busca de un empleo podríamos tener un arreglo laboral, en el que se ofrezca empleo a quien lo necesite —así sea sobre bases temporales— en Estados Unidos y Canadá.

Ante todo, en Guadalajara tendría que consolidarse la noción de que para estos tres países —más allá de otros afectos, admiraciones o temores— no hay otras naciones más importantes para su propio bienestar y viabilidad hacia el futuro.

**Ex representante de México ante Naciones Unidas

El Universal (Mexico)

 


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