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09/08/2009 | El septiembre más negro de Israel

Henrique Cymerman

La carga emocional era enorme: los deportistas judíos volvían al corazón de Alemania 27 años después de la 'shoah'."Podríamos enviar a los funerales al nadador judío", le sugirió a Nixon su secretario de Estado; se refería a Mark Spitz.

 

Anki Spitzer tenía 26 años, los mismos que su marido, Andrei, el entrenador de esgrima de la selección olímpica israelí. Como todos los miembros de la delegación israelí y sus acompañantes en Munich, AnkiyAndrei estaban muy tensos en vísperas de los Juegos Olímpicos de 1972. La carga emocional era enorme: los deportistas judíos volvían al corazón de Alemania 27 años después del final de la shoah, el exterminio nazi.

En los meses anteriores, a partir de mayo, los grupos radicales pertenecientes a la Organización para la Liberación de Palestina y sus aliados llevaron a cabo varios graves atentados. El 8 de mayo de 1972, el grupo Septiembre Negro secuestró un avión de la compañía belga Sabena que viajaba de Bruselas a Tel Aviv. El día siguiente, la unidad de élite israelí, Sayeret Matkal - encabezada por el actual ministro de Defensa, Ehud Barak, y con la participación del primer ministro, Beniamin Netanyahu-,liberó a los rehenes en una sofisticada operación de comandos. Los soldados estaban vestidos de mecánicos, con monos blancos. Tres semanas después, el Ejército Rojo japonés, que actuaba en nombre del Frente Popular para la Liberación de Palestina, perpetró un atentado en el aeropuerto de Ben Gurion y mató a 24 personas.

El 3 de septiembre del mismo año, Anki le pidió a Andrei que durmiera con ella fuera de la ciudad olímpica, en la casa de sus padres en Holanda, y le prometió que lo llevaría en coche a la estación de tren. Así fue, pero Andrei estaba preocupado porque perdió el tren a Munich. Anki se metió en el coche y a toda velocidad lo llevó a la estación siguiente para que cogiera el mismo tren y llegara a la hora prevista - a medianoche del día 4-a la villa olímpica. "Lo conseguimos, nos besamos rápidamente, y fue la última vez que lo vi", cuenta Anki. Andrei entró en el piso de los israelíes en la villa olímpica a medianoche.

A esa hora, exactamente, ocho palestinos llegaron por separado a la estación de ferrocarriles de Munich. Acudieron a la consigna y retiraron las armas y municiones escondidas allí de antemano. Se vistieron con ropa de deportista y partieron en dos taxis hacia la villa olímpica.

A las 4.10 horas, madrugada ya del día 5, entraron en el lugar. Todos ellos hablaban alemán perfectamente y habían recibido una larga preparación militar. Los terroristas, encabezados por Mohamad Masalja y Yusef Nazal, se apoderaron del piso de Andrei y de otros diez miembros de la delegación israelí. Entraron sin hacer ruido, y cuando se encontraron cara a cara con el entrenador de lucha, Moshe Wainberg, y con el levantador de pesas Yosef Romano, estos entendieron de inmediato lo que ocurría. Ambos se lanzaron sobre los terroristas, intentando resistir cuerpo a cuerpo, hasta que fueron muertos a tiros. Nueve deportistas fueron secuestrados. Los Juegos fueron detenidos por 24 horas.

Septiembre Negro exigió la liberación de 232 presos palestinos de las cárceles israelíes y de dos encarcelados en Alemania. "Si eso no ocurre, los rehenes serán asesinados", amenazaron. El gobierno de Israel, encabezado por Golda Meir, contestó con un no rotundo: "No negociamos con terroristas". El gobierno alemán, en cambio, tenía otra prioridad: alejar el incidente de los Juegos para permitir que estos continuaran. En un determinado momento, Anki vio por televisión a su marido Andrei y al entrenador de tiro, Kehat Shor, con las manos esposadas, hablando desde la ventana con las autoridades alemanas. "En las primeras horas me torturé pensando que por mi culpa llegó a la villa olímpica dos horas antes del ataque", recuerda. Los secuestradores aceptaron la propuesta alemana de, supuestamente, permitirles partir en avión con los rehenes hacia Túnez. Dos helicópteros con secuestrados y secuestradores a bordo partieron de la villa olímpica en dirección al aeropuerto militar de Firstenfeldbruk.

El plan alemán era intentar liberar a los deportistas israelíes en la noche del 5 de septiembre al aterrizar en Firstenfeldbruk. El jefe de los servicios secretos israelíes, Zvi Zamir, nervioso, tenía la impresión de que la policía alemana no estaba lo suficientemente entrenada. Tenía razón: los agentes alemanes se abalanzaron por sorpresa sobre los helicópteros en medio de un fuerte tiroteo y de lanzamiento de granadas por ambas partes. Tras minutos de gran confusión, quedó claro el trágico resultado: los nueve deportistas israelíes, entre ellos Andrei, perdieron la vida, así como un policía alemán y cinco terroristas. Los tres palestinos restantes fueron arrestados.

El Comité Olímpico Internacional (COI) llevó a cabo una ceremonia en el estadio y decidió continuar las competiciones. "No podemos permitir que los terroristas consigan su propósito: matar el espíritu olímpico". Pero para el pueblo israelí la decisión fue muy dolorosa y muy criticada. Anki, junto al resto de los supervivientes de la delegación, abandonó los Juegos y regresó a casa con once féretros. Un reducido número de deportistas de otros países decidió también retirarse de Munich. En Jerusalén, el gobierno de Golda Meir enterró a las víctimas y decidió lanzar un ataque aéreo inmediato sobre bases de organizaciones palestinas en Siria y Líbano. En los masivos bombardeos del8de septiembre murieron decenas de militantes palestinos.

En Washington, el presidente Richard Nixon seguía los hechos con preocupación. En sus conversaciones - recientemente se han hecho públicos los documentos-queda claro que él temía que Israel lanzara una nueva guerra en la zona y que los votantes judíos norteamericanos fueran lanzados a los brazos de su rival demócrata en las elecciones previstas en EE. UU. para dos meses después.

El 5 de septiembre, a las 22.30 horas, el general Alexander Haig llama a Nixon y le cuenta que los rehenes están muertos. "Los israelíes reaccionarán", prevé Haig. "¿Pero a quién van a golpear?", pregunta Nixon. Haig: "A Líbano. Van a encontrar las bases...". Nixon: "Son capaces. Tienen que golpear a alguien, ¿no crees?". El día6de septiembre, la preocupación norteamericana es la continuación de los Juegos. Nixon: "Hay que decir al embajador de Israel (Yitzhak Rabin) que Meir es la única que puede pedir al COI que continúen los Juegos".

Henry Kissinger, en esa época asesor de Seguridad Nacional, comenta al presidente: "Los israelíes quieren justo lo contrario, que se paren los Juegos. Me preocupa que con sus sentimientos (de ira) quieran ocupar Beirut". Nixon: "No pueden. No pueden declarar una guerra por esto. ¿Crees que son capaces?". Kissinger: "Sí. Tienen la situación ideal para ello. Allí no hay rusos, y nosotros estamos ocupados con la campaña electoral". Nixon: "No quiero que conquisten Beirut. No me importa que golpeen algunos campos. Es mejor que desempeñen el papel de víctimas, de mártires".

En otro debate presidencial sobre si EE. UU. debe abandonar o no los Juegos de Munich a raíz de la masacre, un memorándum de Haig cita al secretario de Estado, William Rogers: "Abandonar los Juegos sería una bofetada para los alemanes. Ellos ya sufren por lo que ocurrió en el aeropuerto". Nixon: "No abandonamos. Esa es la línea de The New York Times y de George McGovern (candidato demócrata)". Rogers añade: "Quizá deberíamos enviar a los funerales al nadador judío (léase el ganador de siete medallas olímpicas de oro en Munich, el norteamericano Mark Spitz)".

El 30 de octubre del 1972, el gobierno alemán claudicó ante Septiembre Negro tras el secuestro de un avión de la compañía Lufthansa. Los tres terroristas supervivientes fueron liberados a cambio de los pasajeros, sólo siete semanas después de asesinar a los deportistas israelíes.

En Jerusalén, la primera ministra Meir convocó a su gobierno para lanzar la operación Ira de Dios. El objetivo: matar a todos los miembros de la organización Septiembre Negro que habían estado involucrados en el asesinato de los once deportistas. Los encargados serían los servicios secretos, el Mosad. Durante varios años, sus agentes concentraron sus esfuerzos en localizar y liquidar, uno a uno, a ocho militantes palestinos, entre ellos uno de los tres liberados de Munich y al comandante de la organización, Ali Hasan Salame, que perdió la vida en 1979 en un ataque del Mosad.

La esposa del entrenador de esgrima, Anki Spitzer, participó en el documental Un día de septiembre,cuya tesis es que el secuestro del avión de Lufthansa fue pactado por los palestinos con las autoridades alemanas, ya que Bonn prefería librarse de los tres terroristas de Munich para no atraer el fuego de las organizaciones radicales palestinas. "El avión sólo llevaba doce pasajeros, todos hombres, incluida la tripulación, y rápidamente los bajaron en Zagreb", explica Anki.

La viuda Spitzer, entonces de 26 años, volvió a Israel con su bebé de mes y medio y dedicó años a intentar entender exactamente qué le había ocurrido a su marido en sus últimas horas de vida. Se convirtió en corresponsal en Oriente Medio de una televisión europea, y se reunió en varias ocasiones en los territorios palestinos con el responsable supremo de Septiembre Negro, Yasir Arafat (ex presidente palestino), con su esposa, Suha, y con el sucesor al frente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abas, que, según varios testimonios, financió la operación de Munich. Anki, que se volvió a casar y cambió de apellido, les preguntó muchas veces sobre el tema, pero nunca les desveló su verdadera identidad. "Mi lucha y la de mi hija es ahora que en la ceremonia inaugural de Londres 2012 se recuerde a Andrei y a las diez restantes víctimas de Munich".

Terrorismo y guerra fría


-16 km. Los Juegos de Munich tenían una gran carga emocional para la delegación israelí, que viajaba a Alemania 27 años después del holocausto. Los israelíes no dudaron en ir a visitar, un día antes de la ceremonia inaugural, el campo de concentración de Dachau, a sólo 16 kilómetros de la villa olímpica. Allí Spitzer fue el encargado de depositar una corona de flores

-Funerales multitudinarios. Israel enterró a sus muertos en un funeral multitudinario en Jerusalén. Miles de personas recibieron los diez féretros (el undécimo fue a EE. UU., donde vivía su familia). Mientras, decenas de miles de personas asistían en Libia a una ceremonia por los cinco terroristas palestinos caídos en Munich, enterrados con honores militares

-La proeza de Spitz. 100 y 200 metros mariposa; 100 m, 200 m, 4x100 m, 4x200 m, 4x100 m estilos... El nadador estadounidense Mark Spitz logró en Munich siete oros y siete récords del mundo. Su marca no sería superada hasta los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 con las ocho medallas de oro de su compatriota Michael Phelps

-Tres segundos polémicos.Final de baloncesto con sabor a guerra fría. Estados Unidos, ganador del título en todos los Juegos anteriores, perdió ante la URSS. El partido acabó con victoria americana, pero los árbitros hicieron jugar tres segundos más que dieron el triunfo a los soviéticos (51-50) gracias a un palmeo milagroso de Alexander Belov. La selección estadounidense, indignada, reclamó ante el COI y nunca llegó a recoger sus medallas

-Poder soviético en el tartán. El velocista soviético Valeri Borzov logró el difícil doblete al proclamarse campeón en los 100 y los 200 metros lisos. Otra amarga derrota para los estadounidenses, convencidos de su victoria en el tartán. Borzov se impuso primero en los 100 m, pero los americanos dijeron que sólo había ganado porque los estadounidenses Hart y Robinson no habían podido correr (por un error de su entrenador). "¿Qué piensa de una victoria lograda sin los mejores velocistas estadounidenses?", le preguntó un periodista de EE. UU. a Borzov. Su segundo triunfo en los 200 m los obligó a callar

La Vanguardia (España)

 


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