Tienen más impacto cuando matan que cuando hablan. Alfonso Cano, nombre de guerra de Guillermo Sáenz, jefe máximo de las FARC, ha concedido la primera entrevista a un medio colombiano desde que asumió el mando hace un año y en el lugar de levantar polvareda, como ocurría antaño con su antecesor, y marcar la agenda electoral, generó decepción e indiferencia. La banda terrorista sigue anclada en sus planteamientos anacrónicos.

Sus declaraciones, publicadas ayer y dadas por medio del correo electrónico, coincidieron con la revelación que hizo el cardenal Darío Castrillón, prelado originario de Medellín que ocupó cargos relevantes en el Vaticano, lo que hizo abrigar esperanzas de un giro en la estrategia de guerra de la organización armada. Además, suelen tomar la iniciativa en periodos electorales a fin de mostrar que en lugar de terroristas, son revolucionarios con principios y fines políticos.

A la salida de una reunión con el presidente, Álvaro Uribe, Castrillón anunció que habló con Cano varias veces por teléfono, sin dar más detalles. Como la Iglesia Católica mantiene su determinación de hallar una salida dialogada al conflicto, todo hacía prever que el panorama se estaba despejando. Pero las manifestaciones del comandante enterraron toda ilusión de cambio en una organización criminal caracterizada por su inmovilismo.

«Cierra puertas, justifica el secuestro, no concede nada y no muestra ninguna apertura. La famosa cara política que creímos que tenía Alfonso Cano, no la refleja en absoluto», señalaba Rodrigo Pardo, ex ministro de Exteriores y director de Cambio, donde aparece la entrevista. «Es decepcionante y preocupante, o bien necesita ese tipo de discurso para controlar a las bases o tiene una posición ideológica inflexible, anquilosada».

Sobre la posibilidad de negociar con el actual Gobierno, el jefe guerrillero volvió a los lugares comunes. «Una salida civilizada al conflicto no puede depender de la voluntad de una persona, por poderosa que sea. Así que, independientemente de quién ocupe la Presidencia, persistiremos en buscar salidas políticas», señaló, sin agregar cómo piensan hacerlo.

Entre otras afirmaciones, Alfonso Cano, que sucedió a Manuel Marulanda cuando el fundador de las FARC falleció hace un año, negó que tuviera relación alguna con Hugo Chávez o Rafael Correa, como aseguran los servicios de inteligencia colombianos, aunque sí mostró su admiración por el venezolano.

Camilo Gómez, ex comisionado de paz en el Gobierno de Andrés Pastrana, y la persona que pasó años intentando, sin éxito, sacar adelante un proceso de paz con las FARC, tampoco considera que lo dicho por Cano suponga un avance. «Mi sensación es que en medio de la seguridad democrática, ahí siguen. El mensaje no es novedad, muestran la estupidez, el retraso frente al mundo y al país, pero es portada de la segunda revista más importante. Después tantos años, de tanta ofensiva de Uribe, las FARC están ahí, con el mismo discurso».

En cuanto a la conversación sostenida con el cardenal Castrillón, que sorprendió en Bogotá, opina que «hablan con gente porque siguen siendo parte de la agenda política del país y porque al propio uribismo le interesa que sigan existiendo. Es Uribe quién les ha dado el protagonismo, no pasa una semana sin referirse a ellos, siguen siendo el eje principal de sus discursos, de su política exterior».

La guerrilla más antigua y poderosa del continente americano, que lleva 40 años asolando Colombia, emprendió este año una ofensiva terrorista para conmemorar distintos aniversarios. Logró causar bajas en el Ejército y la policía, demostrando que si bien les han arrinconado, mantienen su capacidad de hacer daño.

«Si la situación de las FARC fuese de crisis, el presidente no habría invitado a los gringos a escalar su invasión. No lo consideraría necesario», afirma Cano. Pero, como le rebate el ex comisionado Gómez, «su única meta es existir. Sobrevivir a la seguridad democrática es ganar».

Mazazo para los secuestrados

Alfonso Cano también da un mazazo a los familiares de los 23 policías y militares que aún permanecen secuestrados, dos de los cuales están a punto de cumplir 12 años en cautividad. De hecho, la mayoría ha alcanzado ya los dos lustros.

«En toda confrontación militar hay detenidos, hay muertos y hay heridos. Mientras ésta perdure habrá prisioneros de guerra, aunque el Gobierno se empeñe en llamarlos tercamente secuestrados», asevera el subversivo.

Para él, no existe otra vía que el intercambio de los rehenes por guerrilleros presos, aun a sabiendas de que Álvaro Uribe ha cerrado esa puerta. Incluso la prometida liberación del cabo Pablo Moncayo, que en noviembre cumplirá 12 años encerrado en las selvas espesas colombianas, y la de un soldado capturado hace unos meses, tampoco parece cercana. Insiste en que sólo los entregará a la senadora Piedad Córdoba, artífice de otras liberaciones, y al padre del chico, el profesor Gustavo Moncayo, protagonista de largas marchas para llamar la atención sobre su dramática espera. Pero Uribe no acepta las dos condiciones y así llevan tres meses sin avanzar.

Ni siquiera renunciará a los secuestros económicos, un extremo que un grupo de mediadores -liderados por Piedad Córdoba, que no cuentan con el respaldo del Gobierno y que se llaman Colombianas y colombianos por la paz- creían que lograrían.

«Esta forma de lucha conlleva necesidades, como las financieras, que tratamos de cubrir con colaboraciones voluntarias de amigos e impuestos a los sectores más ricos de la sociedad», concluye.

Los dos interlocutores

-Darío Castrillón. El cardenal colombiano fue uno de los primeros purpurados latinoamericanos designados hace 20 años por Juan Pablo II para trabajar en la Curia Romana, el gobierno de la Iglesia Católica.

-Alfonso Cano. Se considera al jefe de las FARC el principal ideólogo político del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, proyecto político de la guerrilla.