Desde los tiempos más antiguos, el sexo ha sido una de las influencias más poderosas en la política. Varios gobernantes han tomado decisiones fundamentales para el futuro de sus pueblos pensando “con el sexo”. Las carreras de varios políticos se han consolidado en torno al sexo o se han destruido debido a escándalos sexuales, dependiendo del país y del momento histórico al que se haga referencia.
Los ejemplos sobran. Después de todo, Marco Antonio fue declarado enemigo de Roma por su relación con Cleopatra en los años 30 a.C. Siglos más tarde, Enrique VIII separó a su reino del catolicismo por su obsesión con Ana Bolena. En fechas mucho más recientes, la presidencia de Bill Clinton bien podría dividirse en un a.M y un p.M (antes de Mónica Lewinsky y post Mónica), al tiempo que Eliot Spitzer tuvo que renunciar a la gubernatura de Nueva York por haberse involucrado con una costosa escort.
De manufactura italiana llega el más reciente vínculo entre sexo y política. El primer ministro Silvio Berlusconi es el protagonista de un escándalo que ha sido documentado por los periódicos italianos Il Corriere della Sera y La Repubblica y por el argentino El Clarín, así como por el semanario L’ espresso, cuya portada de esta semana lleva el título “Silvio: Bocciato” (Silvio: reprobado) y hace referencia a los escándalos personales del premier y a los magros resultados de su gabinete.
El llamado Cavaliere es conocido por su dolce vita. Las mujeres, los trajes finos, el bótox, el color naranja de su bronceado, el dinero y los injertos de cabello son su sello personal. Sin embargo, el más reciente escándalo por el que la prensa italiana ha empezado a llamarlo “Papi” se dio porque Patrizia D’Addario, una escort de lujo, reveló detalles de las fiestas que Berlusconi realiza en su residencia privada en Cerdeña y en su residencia oficial en Roma. Fiestas en las que grupos de hasta 20 mujeres amenizan “como harem”. Siete de esas fiestas y un hombre llamado Gianpaolo Tarantini están siendo investigados por la justicia debido a las denuncias de D’Addario, ya que el trabajo sexual es tolerado pero ilegal en Italia.
El escándalo de las escorts es sólo la punta del iceberg. Paolo Guzzanti, un crítico de Berlusconi, ha inventado el término mignottocrazia (vaginocracia) para describir la forma en la que Il Cavaliere parece gobernar. En la estructura partidista de Il Popolo Della Libertá, la coalición electoral creada por Berlusconi para su gobierno, hay grupos de mujeres guapas, jóvenes, ex modelos o ex conductoras del grupo televisivo del Cavaliere, cuyas carreras políticas han despegado súbitamente. De igual forma, desde mayo de 2008 Mara Carfagna y Michela Brambilla son dos ministras del gabinete Berlusconi que destacan por su belleza física y por haber iniciado sus trayectorias en Miss Italia y en la conducción de programas nocturnos respectivamente.
En junio de 2008 una política italiana de alto rango declaró a La Repubblica que había escuchado la grabación de una conversación telefónica con contenido sexual entre Berlusconi y Carfagna, ministra para la Equidad de Oportunidades. Posteriormente, el escándalo se internacionalizó cuando El Clarín publicó una nota en Argentina, firmada por Julio Algañaraz, en la que se menciona que en las conversaciones entre Berlusconi y Carfagna se hace referencia explícita al sexo oral. Irónicamente, Carfagna es la promotora de una ley por la que se castiga el acoso hasta con cuatro años de cárcel.
El sexo y la política seguirán invariablemente unidos. Los próximos Mario Marín, Silvio Berlusconi, Bill Clinton y demás políticos preciosos son incontenibles. Sin embargo, lo que sí debería y podría cambiar es el hecho de que en países como Italia y México los escándalos sexuales de políticos no produzcan efectos.
La vida personal debe ser respetada siempre, pero para un político la frontera entre lo público y lo privado es imperceptible. No considero deseable el puritanismo estadounidense. Después de todo la única persona que debería perdonar una infidelidad sexual es la pareja y nadie más. Sin embargo, lo que debe cambiar en países como México e Italia es la tolerancia a una cultura que convierte el machismo en política de Estado. Culturas en las que los titulares de cargos públicos ejecutivos cuyas carreras políticas han sido inundadas de acusaciones de pederastia o de presunta repartición de cargos políticos a cambio de sexo no se sienten obligados a renunciar.
Como dijo un político italiano: ¿imagínense que Bill hubiera hecho secretaria de Comercio a Mónica? Tales cosas en la Italia del premier precioso pasan, mientras que en la Puebla del góber precioso, el PRI se lleva carro completo en las elecciones…
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**Politólogo e internacionalista
