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16/08/2009 | El Gobierno de Taiwan, víctima política del tifón

Aritz Parra

La falta de respuesta de Taipei y su rechazo a la ayuda exterior enfurecen a una población devastada por el 'Morakot'.Unas 500 personas se daban ayer por muertas en Taiwan a consecuencia del poderoso tifón Morakot, que esta semana provocaba las peores inundaciones del último siglo en la isla.

 

El Gobierno de Taipei, al que la opinión pública y oposición acusan de no haber sabido calibrar la magnitud del desastre y de reaccionar con una lentitud y autosuficiencia injustificadas, elevó ayer el cálculo de posibles víctimas porque, además de los 117 fallecidos que ya han sido confirmados, unas 400 personas llevan días sepultadas bajo toneladas de barro y piedras en Xiaolin, al sur del país.

Morakot, apodado ya en Taiwan como el tifón diabólico, se formó en el Pacífico, descargó toda su fuerza en la isla, y fue perdiendo fuelle al llegar a la costa de China, donde también provocó inundaciones. Más grave que su virulencia han sido las fuertes trombas que lo acompañaron durante cuatro días, y que llegaron a descargar en el centro y sur de Taiwan hasta tres metros de agua por metro cuadrado, la mitad de las precipitaciones anuales. La lluvia ocasionó corrimientos de tierra que se han llevado por delante carreteras, puentes y pueblos enteros.

Las autoridades calculan en 640 millones de euros las pérdidas en agricultura, infraestructuras y sector turístico. La reconstrucción costará 1.500 millones, un alto precio para una economía exportadora que se ha desplomado con la crisis global.

La localidad de Xiaolin, donde 390 personas se cree que han sido sepultadas por un alud de barro y piedras, ha sido una de las más afectadas. Un grupo de militares, de entre los casi 50.000 efectivos que participan en las tareas de rescate, logró llegar ayer hasta la zona, pero las esperanzas de encontrar a alguien con vida eran escasas. La niebla y el mal tiempo dificultan el trabajo: tres soldados murieron el martes cuando su helicóptero se estrelló con una montaña y toda la isla guarda la respiración por el temor a que se desborden los lagos que se han formado con los desprendimientos de tierra.

Una docena de tifones pasan cada verano por Taiwan, pero hay que retroceder hasta agosto de 1959 para encontrar uno de efectos tan graves como los de Morakot. Entonces fueron 667 los muertos y un millar los heridos. Esta vez, los supervivientes se quejan de que la ayuda ha llegado tarde y mal organizada. Además, la decisión del Ministerio de Asuntos Exteriores de rechazar toda asistencia externa que no fueran donaciones económicas cayó como un jarro de agua fría cuando quedó patente que el país no era tan autosuficiente para manejar la catástrofe como se insistía desde Taipei.

Allá donde iba estos días el presidente, Ma Ying-jeou, era recibido con frialdad y hasta insultos por supervivientes y familiares de víctimas indignados. Como decía en su editorial de ayer el Taipei Times, «es un misterio cómo un Gobierno con uno de los ejércitos más preparados para el combate puede permitir que la gente permanezca sin ayuda durante tanto tiempo». Un comentarista de televisión llegó a comparar al Gobierno de Ma con la Junta birmana, que cerró las fronteras a la ayuda externa tras el azote del tifón Nargis.

Ayer, el Ministerio de Asuntos Exteriores taiwanés reculó y solicitó a la comunidad internacional maquinaria pesada, viviendas prefabricadas para los damnificados y helicópteros capaces de trasladar bulldozers hasta las zonas afectadas.

Que éstas sean, además, zonas rurales pobres, habitadas por aborígenes como los pingpu, una tribu que reside en Xiaolin, ha sido un agravante para las críticas. A pesar de las políticas de integración, los habitantes ancestrales de Taiwan suelen quejarse de que se sienten marginados y desplazados económicamente por los gobiernos de cualquier color. El DPP, la oposición al Kuomintang de Ma, ha arreciado estos días las críticas. El sur de la isla es su bastión tradicional y Kaoshiung, la ciudad más grande, muy disputada entre los dos partidos mayoritarios, que en diciembre se volverán a medir en elecciones municipales.

Las tareas de rescate continuaban ayer para seguir evacuando a cerca de 15.000 personas atrapadas en pueblos cercanos a la montaña Ali, un importante centro turístico. Muchos llevan casi una semana incomunicados, pendientes de los alimentos que se les entrega por aire. La evacuación se realiza con helicópteros, pero también con tirolinas que el Ejército ha tendido sobre los ríos que han multiplicado su caudal. Las comunicaciones tampoco se han restablecido por completo, pues el tifón destruyó varios cables submarinos.

«Pobre la gente, e incapaz el gobierno», comentaba ayer a EL MUNDO Chang Chia-cheng, residente en Kaoshiung. «Ma es demasiado orgulloso. Un terremoto no se puede prever, pero un tifón sí. No sé por qué es tan difícil pedir perdón y reconocer que han fallado, en vez de seguir tapando los fallos con excusas». El presidente prometió ayer que «el Gobierno superará todos los obstáculos para ayudar a las víctimas».

El Mundo (España)

 


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