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15/07/2005 | Destruir los organismos internacionales

Carlos Ball

"Han perfeccionado el discurso socialdemócrata y socialcristiano de ayer, asegurándole al pueblo que no hay que trabajar muy duro porque la “nueva” justicia social sí redistribuirá equitativamente la riqueza."

 

El daño que los organismos internacionales, tales como la CEPAL, el Banco Interamericano de Desarrollo, la OEA, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han hecho en América Latina es incalculable. Sus directivos suelen ser burócratas reciclados y empeñados en aplicar a nivel continental las mismas fracasadas políticas intervencionistas con las que antes perjudicaban sólo a sus compatriotas.    

Muchos de esos señores pagaron por sus infames políticas cuando sus partidos políticos fueron sacados del poder por electores desesperados. Pero ahora, en sus lujosas oficinas en Washington, con pasaportes diplomáticos y sin pagar los impuestos que quieren aumentarles a todos los demás, se sienten intocables, más allá del bien y del mal, dispuestos a seguir imponiendo su mentalidad socialista al hemisferio entero. Y su éxito está a la vista en la resaca socialista/comunista que avanza como un tsunami en toda la región, aplastando los pocos vestigios que quedaban de libertad individual, Estado de Derecho y gobiernos limitados.    

El corrompido “neoliberalismo” fue la respuesta política latinoamericana al fracaso de las fórmulas cepalistas de la “teoría de la dependencia” que acusaban de la pobreza latinoamericana al injusto intercambio de materias primas baratas por productos terminados caros. Gracias a la “apertura económica neoliberal”, los amigos de los gobernantes que compraron los monopolios estatales se convirtieron en los personajes más ricos, comenzando con el más acaudalado de todos ellos, el mexicano Carlos Slim.    

La educación pública, tradicionalmente en manos de la izquierda, ya había avanzado mucho en fomentar el socialismo, mientras que el llamado “neoliberalismo” fue más bien -en casi todas partes- un “neomercantilismo” que muy eficientemente destruyó cualquier respeto que los pueblos latinoamericanos pudieran sentir por la economía de mercado y el capitalismo. Los monopolios privatizados procedieron rápidamente a despedir el personal excesivo que tenían los monopolios estatales y a aumentar los precios, abonándole así el camino a Chávez, Lula, Kirchner, etc.

Estos nuevos líderes latinoamericanos simplemente han perfeccionado el discurso socialdemócrata y socialcristiano de ayer, asegurándole al pueblo que no hay que trabajar muy duro porque la “nueva” justicia social sí redistribuirá equitativamente la riqueza.    

Pero la miopía tradicional de Washington respecto a América Latina probablemente sufrirá un rudo golpe si en México resulta electo presidente Andrés López Obrador del PRD, otro miembro del Foro de Sao Paulo junto a Castro, Chávez, Lula, Ortega, Marulanda y “destacadas” figuras de los Montoneros, Tupamaros, Zapatistas, Farabundistas, Miristas, Senderistas, Bandera Rojas, etc. Varios miembros de esa fauna terrorista también pertenecen actualmente a los gabinetes de Kirchner, Vásquez y Lagos, gobiernos “moderados” según la prensa internacional. Después de todo, Condi Rice declaró que Lula “porta la antorcha democrática en América Latina”.    

No dudo que el comunismo que impondría López Obrador profundizaría la miseria del pueblo mexicano tan rápidamente como lo ha logrado Chávez en Venezuela y, entonces, se multiplicaría y desbordaría la inmigración ilegal a EEUU. Por su parte, el proyecto de Chávez, la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), pretende comprar con petróleo regalado y a crédito el apoyo de los países latinoamericanos y del Caribe en el BID, la OEA y demás organismos hemisféricos.    

Sólo entonces se percatará Washington de lo que está sucediendo “en el patio de atrás” y pronto dejaría de financiar la propagación del socialismo en Latinoamérica, procediendo a renunciar como miembro financiador de estas organizaciones multilaterales y también a expulsar a todos esas sanguijuelas de la burocracia internacional que residen actualmente en la capital de EEUU.

© AIPE

Carlos Ball es director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.

Libertad Digital (España)

 



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