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18/07/2005 | ¿La fusión termonuclear del proyecto ITER amenaza al petróleo?

Carlos de Greiff Moreno

La problemática actual de la energía en el mundo y en Colombia está llamada a actualizarse.

 

 

La demanda de petróleo y derivados debe estar hoy en día cercana a los 85 millones de barriles por día (MBD). La capacidad de producción está casi copada. La sobrante (OPEP y otros) no supera los 5 MBD o 6% del total que, dado el crecimiento de la demanda, podría coparse en dos o tres años.

La elasticidad precio de la demanda es de US$6 por millón de barriles; es decir, que una oferta que aumente o disminuya en un millón de barriles hace bajar o subir el precio en US$6. Los fuertes aumentos de precio que se han registrado recientemente hasta más de US$60 por barril, obedecen a la fuerte demanda de crudos livianos que rinden mayores volúmenes de gasolina para suplir la estacionalidad primavera-verano y que comienzan a escasear. Por lo contrario, en la estacionalidad otoño-invierno, la necesidad de calefacción es más favorable a la oferta de crudos de mayor disponibilidad (semipesados y pesados) que se cotizan a menores precios que los livianos. Entonces, los precios de referencia del crudo tienden a bajar.

Pero el motivo principal por el cual los crudos han marcado fuerte tendencia al alza ha sido la ausencia del mercado de un total de 3 MBD: de Irak (1.5 MBD) debido al terrorismo aún imperante, y de Rusia (1.5 MBD) imputables al conflicto entre el Grupo Yukos y el gobierno ruso. Esta falencia ha resultado en un alza de entre US$18 y US$20 por barril en los precios de referencia del crudo. Es posible que a corto plazo, en el curso de un año, la totalidad de estos crudos regresen al mercado y los precios bajen hasta niveles cercanos a US$40.

Ya a mediano plazo, antes de 2010, es muy probable que comiencen a fluir crudos procedentes de la reserva ambiental de Alaska –entre 1.8 y 2.0 MBD– cuyo aprovechamiento ha sido ya autorizado por el Congreso de E.U. También crudos resultantes de renovados esfuerzos exploratorios en países fuera de la OPEP, en áreas que ya cuenten con infraestructura petrolera (como en Colombia) para lo cual, precios de referencia por encima de US$25 por barril serían incentivo no despreciable.

Y, además, que crezca la participación en el mercado de sustitutos del petróleo como gas natural, alcoholes y biodiesel. Todo ello comenzará a marcar creciente presión sobre los precios del crudo y a inducir tendencias a su estabilización y/o a la baja, según se comporte la demanda.

Pero lo más probable es que la demanda, aun antes de 2010, sienta los efectos del ingreso cada vez mayor de vehículos con celdas de combustible, silenciosos y ambientalmente limpios. Los más importantes fabricantes de vehículos automotores ya cuentan con prototipos comerciales debidamente probados en las corrientes de tráfico de grandes ciudades, en muchas de las cuales desde hace ya dos o tres años circulan con éxito los llamados híbridos, combinación que opera alternativamente con celdas de combustible (eléctricos) o con motor de gasolina.

No cabe duda de que los ya plenamente impulsados por celdas de combustible aparecerán en el mercado entre 2007 y 2008. Usarán gasolina como combustible, para aprovechar la infraestructura de distribución y la red mundial de estaciones de servicio. En estas solo será necesario instalar un dispositivo –llamado reformador– que separa el hidrógeno de la molécula de gasolina.

Así, el vehículo sería abastecido directamente con hidrógeno, combustible ideal para las celdas que generan la electricidad para los motores eléctricos que impulsan el vehículo. Se estima que un sedán cuatro, o cinco, puertas puede lograr en carretera cerca de 120 km por la cantidad de hidrógeno que contiene un galón de gasolina. Los vehículos impulsados por celdas de combustible son ambientalmente limpios, silenciosos y exhostan agua pura.

Si se tiene en cuenta que, por ejemplo, en E.U. se renueva todo el parque automotor en promedio cada 8 años, no sería difícil imaginar que para 2015 el impacto de la celda de combustible vehicular sería demoledor para la OPEP, dado que el sector transporte es el mayor consumidor de gasolinas. Y que las celdas podrían tener múltiples otras aplicaciones agrícolas, industriales y residenciales, tanto en áreas rurales como urbanas, las cuales también se traducirían en menor demanda de crudo y derivados.

Los chinos, en su tradicional sabiduría, adelantan el mayor programa del mundo en investigación y perfeccionamiento de las celdas de combustible.

Saben que con base en petróleo y sus derivados jamás podrían resolver económicamente el problema del transporte en un tan vasto territorio con 1.300 millones de habitantes.

Y que si lo intentaran presionarían los precios del petróleo hasta niveles que no podrían sufragar y que desestabilizarían la economía mundial, con consecuencias imprevisibles para todos. Saben que en la celda de combustible pueden encontrar la solución gradual y económica para tan enorme reto; mientras tanto, habrán de seguir pedaleando (¡ojo doctores Mokus y Peñaloza!) y quemando el peor carbón del mundo, en espera del perfeccionamiento de la tecnología de la fusión termonuclear, en el Proyecto ITER.

La fusión del hidrógeno es la energía fundamental del proceso de la Creación. El Universo no es más que un indescriptible reactor termonuclear.

La fusión del hidrógeno es el proceso de transformación de energía que se da en las estrellas, en nuestro Sol. En la fusión del hidrógeno se inicia la cadena de transformación de los elementos, que todos conocemos, de la Tabla Periódica de Mendeleyev.

E.U., la Unión Europea, Rusia, Japón, China y Corea del Sur son los integrantes del Proyecto ITER (Internacional Termonuclear Experimental Reactor). Han pactado la construcción, en Cadarache (sur de Francia) y a un costo de 4.57 billones de euros, del primer reactor termonuclear experimental que debe estar listo para entrar en operación en 2014. La escogencia de Cadarache se debió, fundamentalmente, a que cuenta con una infraestructura de investigación atómica de importancia mundial como lo es el Centro de Investigación de Cadarache, que adelanta el más importante programa experimental en superconductividad de fusión; y, además, porque se encuentra cerca de las instalaciones del CERN (Centro Experimental de Investigación Nuclear) de la Unión Europea, en Ginebra (Suiza), que aloja el mayor complejo de aceleradores de partículas del mundo.

La primera aplicación de la fusión termonuclear fue la bomba de hidrógeno. Más tarde, en 1997, se obtuvo por 10 segundos energía neta de fusión en el reactor experimental de la Universidad de Princeton en E.U. Es más que probable que desde entonces se hayan resuelto algunos problemas: se haya mejorado el confinamiento del plasma de Deuterio en el reactor, para reducir la temperatura de fusión de los 100 millones de grados Celsius (centígrados), necesaria entonces, a los 45 millones a que hacen alusión algunas informaciones sobre el ITER; también es posible que se haya podido eliminar como combustible intermedio el tritio, que se obtiene a partir del litio, elemento abundante en la corteza terrestre. El tritio produce una ligera radiación de vida corta (radiación Beta) y alcance en el aire (pocos milímetros) pero nociva para los humanos presentes en las cercanías del reactor.

Pero, si no se ha podido eliminar el tritio, es posible que se cuente ya con sistemas de óptima seguridad para almacenarlo. La reacción con tritio se conoce como reacción Deuterio/Tritio (D/T). La reacción sin tritio sería una reacción Deuterio/Deuterio (D/D). Como ya se ha anunciado, el combustible del ITER será el deuterio, un isótopo pesado del hidrógeno, no radiactivo, que se obtiene del agua de mar.

De 50 litros de agua de mar se obtiene un gramo de deuterio, lo cual puede convertirse en el reactor en energía equivalente a 100.000 kilowatios-hora (kwh). Una familia de cinco personas, de ingreso medio, consume mensualmente, en promedio, 500 kwh. Luego, un gramo de deuterio (50 litros de agua de mar) sería suficiente para abastecer de electricidad a esa familia durante 200 meses; es decir, durante 17 años.

O mejor, Colombia genera actualmente alrededor de 100 mil millones (gigawatios) de kwh por año, lo cual también se lograría mediante la conversión en un reactor de fusión de 3.000 gramos de deuterio por día, resultantes del procesamiento diario de 140 metros cúbicos de agua de mar: el volumen que se recircula varias veces por día en una piscina pequeña de cualquier finca de recreo en Colombia.

Si ITER resulta exitoso, el desarrollo de la fusión abrirá las puertas a una producción ilimitada de hidrógeno que es el subproducto del proceso y, así, a más tardar en 2040, el mundo entero podrá gozar de energía tan barata que su costo sería mayor que el costo de medirla in situ del consumidor. La contaminación ambiental y el calentamiento global se acabarán.

Y los ambientalistas podrán dormir tranquilos. Además, el proceso no puede desbocarse como lo puede el conocido proceso de fisión, al entrar en reacción en cadena y fundir el núcleo del reactor, como ocurrió en la planta de Chernobyl. Por el contrario, cualquier anomalía que se presente en el reactor de fusión o en cualquier otra parte del sistema, provoca que el proceso mismo se detenga ipso facto.

Es muy probable que desde el experimento de Princeton se haya avanzado en la definición de la tecnología de la fusión termonuclear. De otra manera no sería razonablemente explicable la decisión de encarar el costoso y dilatado proyecto ITER. Y es que la sola decisión de acometerlo provoca un impacto geopolítico de consecuencias ineludibles para la OPEP y geoestratégico en las relaciones de poder en el enfrentamiento Islam-Judeo-Cristianismo que, en el fondo, no es más que un conflicto entre el dogma y el conocimiento.

La OPEP tendrá que evaluar y sopesar cuidadosamente el efecto que puedan ir restándole a la demanda de petróleo los desarrollos en el tiempo de la exploración y perforación en países por fuera de la OPEP; así como el de las nuevas tecnologías sustitutivas (celdas de combustible, alcoholes, biodiesel) y el ITER. Tendrá que escoger entre optimizar sus ingresos a tiempo y que se le quede buena parte de su petróleo enterrado.

Los precios altos son un incentivo para desarrollar alternativas. Porque, ¿qué sería de los países de la OPEP –monoproductores y monoexportadores con poblaciones crecientes– y del Islam si se les queda enterrado?

No estábamos equivocados cuando sosteníamos, hace ya algún tiempo, que en el curso de la primera generación del nuevo siglo el petróleo quedaría reducido a una fuente de energía de tercera categoría.

Y en mientes de la OPEP, y recordando a nuestro vecino Venezuela, vale anotar que desde mediados de los años ochenta se le agotó la formación de Maracaibo (petróleo y gas) y debió recurrir a los crudos pesados del Cinturón del Orinoco: de bajo coeficiente de extracción y baja conversión a gasolinas y diesel livianos. Crudos que hoy no se cotizan por encima de US$38 por barril.

En los años setenta Venezuela llegó a producir hasta 4.6 millones de barriles por día y en 1970 llegó a exportar 1.335 millones de barriles de crudos de buena calidad. Hoy escasamente produce 2.2 MBD, aun cuando el Coronel infle las cifras, y en 2003 exportó solo 825 MB de crudos pesados de baja calidad.

La tendencia histórica sugiere que, dentro de meros cinco años, para 2010, su sobrante exportable será de escasos 600 MBA a precios probablemente ya bastante deprimidos. Hoy quiere gas colombiano para los estados fronterizos. ¿En qué podrán quedar su Petrocaribe y el tan bien armado Coronel?

Colombia también tendrá que diseñar y adoptar una política de Estado realista, que le permita conservar su autarquía en materia de energía y generar sobrantes exportables de petróleo en función de las coyunturas de oferta, demanda y precios de los mercados externos.

Política que debería centrarse en realidades y condiciones estables para explorar, explorar y explorar para perforar, perforar y perforar, para producir, producir y producir, mientras desarrolla al máximo sus alternativas sustitutivas y construye su primer reactor termonuclear: ¿en 2030?

Carlos de Greiff Moreno es Ingeniero, con 50 años de experiencia en el sector energético.

El Tiempo (Colombia)

 


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