“A mí siempre me llama la atención la manera en que siempre se representan de forma exótica todas las expresiones ideólogicas y cuturales del mundo criminalizado del narcotráfico. Uno puede ver a un Malverde en la Condesa, en un bar, usado por los niños yuppies para sentirse cool; uno puede ver ahorita todas las expresiones ideólogicas de La Familia, en las que han construido un discurso de derechos humanos, de respeto a La Familia michoacana y de combate a la drogadicción, y eso tiene el efecto de crear una imagen exótica de este mundo y nunca entender su lógica. Su lógica ecónomica y su lógica política”.

¿Qué es el mundo del narco, más allá de esa visión exótica?

Si superamos esa expresión estética de la narcocultura y empezamos a darle un valor económico, la historia es muy diferente. El mundo del narcotráfico es un mercado al final. La función de los narcotraficantes es llevar un producto a un consumidor, pero en el camino se tienen que enfrentar al Estado, porque el Estado ha definido esa actividad como ilegal. El consumidor al final paga, en Estados Unidos o donde sea, un montón de dinero por el servicio de estos señores que tienen la valentía, si tú quieres, o la temeraridad si tú quieres, de llevar este producto y de enfrentar la posibilidad de que los maten, la posibilidad de que los encarcelen, de corromper gente en el camino, muchas de esas cosas.

“Entonces, la narcocultura tiene un valor económico, y ese valor económico se negocia políticamente porque la ley, la letra de la ley, en este país, y en muchos países, no se corresponde con la practica de la ley, ni con las actividades policiacas y militares. Es una mentira la ley, si quieres verlo de esa manera, y el enfrentar estas definiciones jurídicas y los aparatos del Estado tiene un valor económico”.

¿Cuáles son las funciones de la narcocultura?

La narcocultura, en el mundo criminal, tiene tres funciones, según yo: uno es enfrentar el riesgo del mercado; si uno va a meterse a eso, necesita como instrumentos psicológicos que le permitan envalentonarse y poder matar a un militar, a un policía que te está estorbando, o a un policía que fue corrompido y que luego no tuvo el suficiente honor, o la suficiente valentía de mantener su pacto, entonces el primero es la protección psicológica contra el riesgo en el mercado.

“El segundo es un valor organizacional. Las organizaciones criminalizadas viven en un estigma, entonces necesitan una ideología que le dé coherencia a la organización. Los que tienen la ideología más llamativa en términos analíticos y términos periodísticos, es La Familia, que ahorita está tan comentada en todos lados, ellos pudieron crear una ideología casi religiosa de protección y solidaridad mutua contra las definiciones legales, ellos en 2006, me acuerdo que estaba revisando un relato del periodista Ricardo Ravelo, en que cuenta que vio a El Tío y que El Tío le empezó a hablar de derechos humanos, y de la necesidad de independizarse del cártel del Golfo, desde entonces vemos cómo la entrada de (cártel de) Sinaloa a Michoacán, y la entrada del (cártel del) Golfo y esa lucha férrea por controlar La Familia, tiene en el fondo una explicación económica. Y esa explicación es que una organización es más coherente y eficiente en el mercado, si tiene una ideología detrás que le permita superar la estigmatización de ser ilegal.

“Y la tercer función de la narcocultura es crear sueños. Es el reclutamiento para la organización criminal. Si uno tiene narcocorridos, si uno tiene expresiones gráficas, expresiones religiosas que crean un sentido de esperanza en este sistema económico que está oprimiendo a la mayoría en el país, esa organización va a tener más personas que quieran entrar. Y ahí tenemos a nuestra secretaria de Seguridad Pública de Sinaloa que, bobamente, exotisa a los jóvenes en Sinaloa, que dice que quieren ser narcos. Esto tiene una explicación económica, material, en el fondo y en la forma en que está estructurado el proyecto neoliberal en México”.

¿Cómo se percibe este andamiaje cultural en el día a día?

Me ha tocado muchas veces. Uno no necesita ser especialista para verlo. A ras de suelo se nota mucho. Una vez yo estaba en un baile en Culiacán, y de repente conocí a un chavo que era amigo de otro, y fuimos a un lugar donde ahí estaba un vato cantando narcocorridos. Este chavo, desempleado y que estaba a punto de casarse, desesperado de cómo va a mantener a la esposa y al hijo que venía en camino, de repente dijo: ¿Sabes qué? De éstos hablan muy mal, pero si tengo la oportunidad, yo me voy a meter, y empezó a cantarme el corrido que estaba sonando. Ahí está el origen: en el sentimiento de marginalidad, el desempleo, la falta de oportunidades que se está generando con este sistema mal manejado, con nuestro Presidente del empleo que no genera empleos, con un sistema económico que está diseñado para generar la riqueza y luego, supuestamente, derramarla entre las clases más bajas, pero que nunca se derrama hacia ningún lado y que sólo crea marginación. Es evidente: los chavos están ahí y ven una oportunidad.

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