La vuelta de vacaciones coincide con dos momentos clave en la evolución de los acontecimientos en Irán y Afganistán. Sobre el primer caso nos concentraremos la próxima semana, tras la reunión de la Junta de Gobernadores de la AIEA. En cuanto al segundo el Presidente tendrá que enfrentarse a la realidad de dirigir una guerra.    El general Petraeus definió la estrategia a seguir, a partir de los clásicos principios de la guerra contrainsurgente acuñados en los días del conflicto de Argelia. La victoria está en el aislamiento de los islamistas, en lograr que su entorno social los rechace, lo que requiere una acción política y militar en paralelo. Sin seguridad no hay reconstrucción y sin reconstrucción los talibán contarán con apoyo social. Hace falta un gran despliegue humano para impedir la libertad de movimientos de los insurgentes por un territorio mayor que España y es esencial una Administración eficaz que canalice los recursos y haga posible tanto el establecimiento de un estado como la modernización de uno de los países más atrasados de la Tierra. Las elecciones en curso son un mal presagio: falta de legitimidad y corrupción no son los mejores pilares sobre los que levantar el nuevo Afganistán.   Ahora le toca al general McChrystal decidir qué medios necesita. Ya ha dado el primer paso al subrayar la gravedad de la situación. Cuando un general afirma que la guerra "es ganable" es que está a punto de perderla. McCrystal necesita dos cosas que el tandem Obama-Gates no le quiere dar: tiempo y hombres. Los demócratas temen que Afganistán le cueste a Obama la reelección, pero la alternativa es apuntarse una nueva derrota y además perder la Casa Blanca.