Vaya, eso es rapidez. Nada más detonar las explosiones en Sharm e-Sheikh, los egipcios ya culpaban del criminal ataque que se cobró al menos 88 vidas a los judíos. Como informaba Khaled Abú Toameh en el Jerusalem Post del domingo, la reacción inmediata a las explosiones de la noche del sábado en la televisión estatal egipcia y en las cadenas de televisión pan-árabe Al-Jazira y Al Arabiya fue culpar a Israel de los atentados.

Como afirmaba en general jubilado del ejército egipcio Fuad Alam en una entrevista en la televisión egipcia que fue repetidamente difundida, los autores materiales de los atentados de octubre del 2004 en enclaves turísticos del Sinaí, donde se encontraban 12 israelíes entre los 34 fallecidos, "están vinculados aparentemente a las fuerzas de seguridad de Israel". Él continúa: "Estoy casi seguro de que Israel está también detrás de este atentado, porque quieren minar a nuestro gobierno y asestar un duro golpe a nuestra economía".

Una no puede sino preguntarse a qué propósito del gobierno egipcio sirven tales declaraciones, el cual controla la red de televisión del país. ¿Por qué metería la televisión egipcia una afirmación tan ridícula mientras el dictador egipcio Hosni Mubarak indicaba "este acto cobardemente criminal pretende minar la seguridad y la estabilidad de Egipto y perjudicar a su pueblo y a sus invitados?".

La única explicación razonable de este comportamiento es que declaraciones como las de Alam sean una indicación de una ausencia de intenciones por parte del gobierno egipcio de llevar a cabo cualquier acción concreta o eficaz contra los terroristas islámicos que operan en el Sinaí. Al culpar a Israel de los atentados, Egipto hace esencialmente dos cosas. Primero, hace causa común con los terroristas en el tema que les une – el odio a los judíos y a Israel.

EN UNA ENCUESTA de Pew Global Attitudes publicada el 14 de julio, se preguntaba a los ciudadanos del Líbano y Jordania si tenían una opinión favorable o desfavorable de los judíos. En Jordania, el 100% de los entrevistados afirmaba tener una opinión desfavorable de los judíos; en el Líbano, el 99% de los encuestados decía lo mismo. Mientras que Egipto no fue examinado en la encuesta, puesto que bajo el reinado de Mubarak, Egipto ha actuado como epicentro de propagación del antisemitismo por todo el mundo árabe, es difícil imaginar que los judíos recibieran significativamente más simpatía allí de la que recibimos en Jordania o el Líbano.

Así que al culpar a los judíos, el canal de televisión de Mubarak manifestaba la afinidad del gobierno con los asesinos de su propio pueblo en Sharm e-Sheikh.

Teniendo en cuenta este odio endémico a Israel, es razonable pensar que una vez la teoría conspiratoria ha sido oficialmente propagada, cualquier tentativa de tomar medidas contra los culpables reales – que por supuesto no tienen vínculos con Israel, sino que están vinculados a al-Qaida – será visto por el público egipcio profundamente antisemita y apropiadamente incitado como una forma de colaboración con los judíos.

Y así, lo segundo que ha hecho Egipto al afirmar que Israel estaba detrás de las explosiones de la noche del viernes es deslegitimar cualquier acción concreta que pudiera tomar contra los autores materiales en el futuro.

Después de los atentados del pasado octubre, el gobierno egipcio, cuya precaria economía es dependiente en gran medida del turismo, no tomó acción ninguna contra la célula del terror de al-Qaida responsable de esos ataques. Tampoco tomó ninguna medida eficaz para proteger sus fácilmente defendibles enclaves turísticos. En su lugar, sitió a alrededor de 100 beduinos, cuyos vínculos con los atentados nunca llegaron a estar claros. Al igual que en los atentados más recientes, los medios egipcios el pasado octubre fueron raudos en echarle la culpa a Israel.

Y hoy, como entonces, los egipcios ya han cercado a unos 100 beduinos cuyos vínculos con los atentados son tan confusos como los de octubre.

TODO ESTO debe tenerse en cuenta mientras esta semana, está programado que el gobierno israelí firme un memorando de entendimiento con los egipcios que permitirá el despliegue de 750 efectivos egipcios en el Pasillo de Filadelfia, que une Gaza con el Sinaí.

Durante los cinco últimos años de la guerra del terror palestino, Egipto no ha hecho nada para evitar, y así ha autorizado, el tráfico masivo de armamento a Gaza a través del Pasillo de Filadelfia, que el ejército dejará vacante a su desconexión el mes que viene de la Franja de Gaza. Hoy, tanto el gobierno de Ariel Sharon como la administración Bush argumentan que se puede confiar en Egipto para bloquear la infiltración de terroristas y armamento a la Franja de Gaza tras la retirada programada del ejército. La noción que se ha vendido al público es que Egipto no está interesado en permitir que Gaza se convierta en la base de la jihad global, porque tal transformación podría dar lugar a una amenaza contra Egipto.

El hecho de que Egipto no haya tomado acción alguna contra los terroristas que operan en su territorio, en contra de su propia economía y su propia ciudadanía, debería exponer abiertamente la locura de esta opinión. Al margen de eso, la ilusión de que Egipto está interesado en luchar contra el terrorismo fue puesta en marcha la noche después de los atentados de Sharm e-Sheikh por nada menos que el representante del jefe de la inteligencia militar egipcia.

La noche del sábado, menos de 24 horas después de los atentados de Sharm e-Sheikh y apenas una hora antes de que Dov y Rachel Kol fueran asesinados a lo largo de la ruta Kissufim tras finalizar una visita de un fin de semana a su familia en Gush Katif, el representante del jefe de la inteligencia egipcia, Mustafá al-Beheiri, se reunía con los líderes de la Jihad Islámica de Gaza. En lugar de correr de vuelta a casa para proteger Egipto del terrorismo, Beheiri continuaba el diálogo oficial de cuatro años de duración de Egipto con Hamas, Fatah y la Jihad Islámica, en una tentativa por integrar a estos criminales en la Autoridad Palestina.

Los dos terroristas que asesinaron a los Kol afirmaban pertenecer a Fatah y a la Jihad Islámica.

La negativa de Egipto a tomar cualquier medida contra los terroristas palestinos debería descalificarlo de cualquier papel en Gaza después de la desconexión planeada de Israel. Asimismo, la repugnante negativa de Egipto desde octubre del 2004 a tomar cualquier medida eficaz contra los operativos de al-Qaida en el Sinaí plantea claramente el fantasma de que inmediatamente después de la retirada de Israel, no sólo florecerán los terroristas palestinos, al-Qaida también se plantará en Gaza.

Como el General (en la reserva) Ya´acov Amidror observaba en una revista política publicada por el Jerusalem Center for Public Affairs en noviembre del 2004, al-Qaida tiene tendencia a ubicar sus operativos y bases operacionales "dondequiera que exista un vacío de seguridad". Ciertamente, Gaza es tal localización, y probablemente será más caótica después de la desconexión planeada del ejército.

LA AP NO EJERCE ningún control eficaz de seguridad sobre Gaza. El hecho de los Kol fueran asesinados en una operación conjunta Fatah - Jihad Islámica, al igual que el hecho de que el terrorista suicida interceptado por el ejército al oeste del Negev la noche del viernes después de que se hubiera infiltrado desde Gaza también fuera miembro de Fatah, demuestra que el líder de la AP Mahmoud Abbás ni siquiera ejerce control sobre su propia facción político-terrorista.

Hamas y al-Qaida comparten tanto afinidad ideológica como redes de financiación. También han perpetrado al menos una operación conjunta en el pasado. El atentado en el club nocturno Mike´s Place de Tel Aviv, ubicado a un tiro de piedra de la embajada norteamericana, que fue perpetrado por terroristas británicos en abril del 2003, fue una operación conjunta Hamas-al-Qaida. Como observaba Amidror, hay pocos motivos para no sospechar que inmediatamente después de la desconexión del ejército y transferencia del control del Pasillo de Filadelfia a los palestinos y a los egipcios, se transformará en una base significativa para al-Qaida.

La disponibilidad de Egipto a continuar acusando a Israel de estar detrás de las operaciones de al-Qaida que tienen lugar en su suelo debería tumbar cualquier noción de que o Israel o Estados Unidos pueden pedir cualquier asistencia a El Cairo para estabilizar una Gaza post-retirada, o en combatir a las fuerzas jihadistas en general.

El hecho de que ni Jerusalén ni Washington estén dispuestos a reconocer este hecho es una indicación preocupante de que los atentados de Sharm e-Sheikh y el asesinato de Rahel y Dov Kol son apenas un aperitivo de lo que nos espera.