A juzgar por lo que escuche de varios altos funcionarios latinoamericanos esta semana, un voto del Congreso de Estados Unidos en contra del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y la República Dominicana --conocido por sus siglas en ingles, CAFTA-- sería el equivalente en las Américas al reciente voto de Francia y Holanda contra la Constitución Europea.

Sería una virtual sentencia de muerte al ya debilitado proyecto apoyado por Estados Unidos de crear un Area de Libre Comercio de las Américas que incluya a los 34 países del hemisferio. Y también sería un golpe devastador a las negociaciones de libre comercio con subregiones como el Grupo Andino integrado por Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, o con países individuales como Panamá.

¿Cómo podrían seguir vivos estos proyectos con economías mucho mayores, si Estados Unidos ni siquiera es capaz de aprobar un tratado con pequeños países de Centroamérica y el Caribe, que juntos no alcanzan el 1.9 por ciento del comercio internacional de Estados Unidos?, se preguntan muchos latinoamericanos.

Aunque el Senado ya aprobó el CAFTA por un pequeño margen, se espera una resistencia mucho mayor en la Cámara de Representantes. Casi todos los congresistas demócratas --presionados por la industria del azúcar y los sindicatos laborales-- están en contra del tratado, lo que podría aniquilarlo. Una derrota del CAFTA sería un desastre para la política exterior de Estados Unidos, porque este país ha hecho del libre comercio el eje de su política hacia la región. En las últimas dos décadas, bajo gobiernos demócratas y republicanos, el mantra de Estados Unidos ha sido ``comercio, no ayuda''.

Si se aniquilaran las perspectivas de nuevos acuerdos de libre comercio, desaparecería la única zanahoria en la agenda de Estados Unidos para América Latina. Lo único que quedaría serían los temas de la ''agenda negativa'', como las exigencias de Washington de que los países latinoamericanos colaboren en la lucha contra el terrorismo, la inmigración ilegal y el narcotráfico.

''Enviaría una pésima señal a América Latina'', me señaló el ministro de Comercio de Perú, Alfredo Ferrero, en una entrevista. ``Estados Unidos ya tiene un problema de imagen. No es visto como un buen socio. Si no se aprueba CAFTA, sería mucho peor''.

Los países andinos están especialmente preocupados. Sus preferencias comerciales para exportar a Estados Unidos bajo un acuerdo antidrogas expiran a fines del año próximo. Si dicho acuerdo no es prorrogado y no se firma un tratado de libre comercio, sus exportaciones se verían enormemente afectadas. ''A nosotros se nos caerían el 25 por ciento del total de nuestras exportaciones'', me señaló el ministro de Comercio de Ecuador, Oswaldo Molestina.

No es que los países dela región no tengan quien les esté proponiendo un Plan B. El autoproclamado líder ''revolucionario'' de Venezuela, Hugo Chávez, está más activo que nunca promocionando --chequera en mano-- su Alternativa Bolivariana para las Américas. Y ahora que los precios del petróleo están por las nubes y el activismo de Brasil en la región se ve disminuido por su crisis política, Chávez siente que tiene todo a su favor. Aunque el propio Instituto Nacional de Estadísticas de Venezuela reconoce un aumento del 11 por ciento en la pobreza durante los primeros cuatro años de Chávez, el presidente venezolano acaba de firmar acuerdos para crear tres empresas petroleras regionales --Petrosur, Petrocaribe y Petroandina-- con las que Venezuela subsidiará las industrias petroleras de varios países. Asimismo, Chávez ha prometido comprar $500 millones de la deuda externa de Ecuador, y está haciendo ofertas parecidas a Argentina, Brasil y Bolivia.

Muchos de estos acuerdos vienen con condicionamientos políticos. En el primer párrafo del documento de creación de Petrocaribe, firmado por Chávez y 12 países de la Comunidad del Caribe el 29 de junio, se establece que el ''objetivo fundamental'' del convenio es promover la seguridad energética y el desarrollo económico ``basado enteramente en los principios de integración conocidos como la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba)''.

Mi conclusión: Si CAFTA no es aprobado, Bush haría bien en cancelar su viaje a la Argentina a principios de noviembre para la Cumbre de las Américas, de 34 países del continente.

No sólo se estaría metiendo en territorio hostil --el alcalde de Mar del Plata, la ciudad sede, ya ha sido citado por la prensa argentina diciendo que Bush es ''la persona más desagradable del mundo''-- sino que llegaría con las manos vacías, sin nada más que hablar que los temas de la ``agenda negativa'' de Estados Unidos. Haría mejor en no ir y resignarse a despedirse de América Latina.