Reduciendo al máximo, Obama se juega su presidencia en la Reforma de la Sanidad y en Afganistán. En la Reforma, parece haber ganado la primera batalla la semana pasada. El segundo frente no se centra solo en Afganistán sino también en Paquistán. En esa frontera está la terrible hidra: tan pronto se corta una cabeza, nace otra. Obama ha prometido un aumento de la ayuda económica a Islamabad, 5.000 millones de dólares a añadir en los próximos tres años.

 El general Stanley McChrystal es gran analizador, además de hombre de guerra. Poco dormir, mucho escuchar, trabajador de 14 horas diarias, cool headed man. A todo hombre de guerra, conocedor de los horrores de la guerra, le interesa la paz. McChrystal ha pedido al secretario de Defensa, Robert Gates, 40.000 soldados más. Lo ha hecho por el conducto reglamentario Su razonado informe de agosto, 66 páginas, debería leerse por los alérgicos a la lectura. Son cifras modestas para un país de la dimensión de Francia, con una endiablada orografía, cruzado por seis cordilleras, desde el Hindu Kush, junto a China, hasta la frontera de Irán. El enclave afgano ha sido desde hace veintitantos siglos territorio de paso, enlace de la ruta de la Seda entre China y el Bósforo, mientras la ruta del Índico -opio, especias, pólvora- cruzaba de Bombay a Viena. Persia abría o cerraba el paso, con sus fortificaciones entre el Caspio y el golfo Pérsico. La mezcla de razas, turcomanos y tayicos en el norte, pashtunes mayoritarios en centro y sur, contribuyen al caótico y estricto orden.

Los talibán cambian sin cesar. Algunas tribus parecen aliadas a Al Qaeda pero mañana pueden girar. McChrystal y sus sucesores necesitarán más fuerzas, y luego más... Pero no parece que haya alternativa. Se abre paso una alianza Gates-Clinton: tratarán de dominar seis o siete ciudades afganas que sirvan de ejemplo, con su población protegida. Es un plan razonable: aunque no sea posible dominar el país. El plan del vicepresidente Biden, de progresiva retirada, parece inviable. El corrompido gobierno de Hamid Karzai, con su presidente a la cabeza, acaba de recibir un golpe durísimo con la anulación de la elección de agosto.

Poco antes, el 5 de agosto, Baitullah Mehsud, comandante de los talibán paquistaníes, era alcanzado por un misil americano, en Waziristán-Sur, lado paquistaní. Mehsud estaba sometido a un tratamiento de diálisis, cuenta Ahmed Rashid. A la una de la madrugada, un misil de un avión sin piloto partió su cuerpo en dos, además de matar a su nueva y joven mujer, a su suegro y a siete guardaespaldas. Fue el mayor golpe a la insurgencia paquistaní desde la muerte de los líderes de Al Qaeda en la misma zona, en 2003. Mehsud controlaba 20.000 hombres armados en la frontera federal, FATA (Federal Administred Tribal Areas). Había puesto a punto un nuevo mecanismo de muchachos suicidas de 11 o 12 años, además de una elaborada red de secuestradores. Mehsud operaba sobre la base económica de la amapola, aunque ponía especial énfasis en los motivos patrióticos de su sucia, repugnante guerra, contraria a todas las leyes de la guerra.

El general McChrystal no es partidario de los vuelos drone sin piloto. Hay que ganarse el corazón de los afganos y paquistaníes. Esto se dice fácilmente pero es complicado llevar a la realidad.