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29/10/2009 | La cuestión hondureña

Florentino Portero

Vivimos en un tiempo en el que la comunidad internacional anda preocupada por eso que han dado en llamar la "gobernanza mundial", que viene a ser la redefinición de las reglas e instituciones apropiadas para la resolución pacífica y eficaz de los problemas de interés global.

 

Un caso interesante de estudio en el marco de esta reflexión general es la crisis política hondureña, un problema nacional que se convirtió en internacional desde el momento en que la Organización de Estados Americanos (OEA) decidió que debía intervenir por haberse producido una grave violación de los principios democráticos que, supuestamente, dan sentido a ese organismo. Como a estas alturas el lector andará un poco cansado de recibir información redundante sobre esta crisis me centraré en cuatro ideas que desde mi entender resultan de especial interés para comprender su naturaleza real.

 

El golpe que no existió

 

La OEA se consideró capacitada para ocuparse de la crisis una vez que catalogó de golpe de estado lo sucedido. Nunca hubo tal golpe y eso era evidente para cualquiera que quisiera saberlo. Los militares que entraron en la residencia del presidente Zelaya y lo echaron del país no estaban actuando siguiendo una agenda militar sino, bien al contrario, precisas instrucciones del Congreso y del Tribunal Supremo. Ambas instituciones actuaban en el marco de lo establecido por la Constitución y como reacción a la actuación claramente anticonstitucional de Zelaya, en línea con el camino desbrozado y recorrido por Chávez, Correa y Morales. Los bolivarianos trataron de utilizar la OEA para proteger al presidente depuesto, contaron con la prevista colaboración del secretario general de este tinglado, el socialista chileno Insulza, y con el respaldo de gobiernos poco ejemplares, como el argentino. La sorpresa llegó cuando otros más fieles y respetuosos a los fundamentos de la democracia se sumaron cual palmeros a una maniobra de estas características.

El principio de no/sí injerencia en asuntos internos

 

La política latinoamericana se ha caracterizado por su especial sensibilidad al principio de no injerencia en asuntos internos de un estado soberano. Su origen está en el rechazo al intervencionismo estadounidense, en la aplicación de la famosa "Doctrina Monroe" que reivindicaba para la diplomacia washingtoniana el monopolio de la injerencia en los asuntos americanos. El general Franco supo aprovecharse de esta particular sensibilidad y logró pronto el apoyo de las cancillerías latinoamericanas frente al cerco diplomático levantado con la colaboración de Estados Unidos. Una de las razones de la manifiesta inutilidad de la OEA durante toda su existencia ha sido la disparidad de criterios en su seno sobre el respeto de los valores democráticos. Lo llamativo de esta situación es que la OEA considere que, a la vista de lo sucedido, debe actuar aislando al gobierno legítimo y tratando de imponer la vuelta del presidente destituido. ¿Cómo es posible que los mismos estados que hace unos meses defendían la admisión de Cuba ahora aíslen a Honduras? ¿Por qué no es relevante la naturaleza del régimen castrista y sí lo es el supuesto carácter antidemocrático del gobierno hondureño? Que los bolivarianos traten de usar las instituciones existentes en beneficio propio es comprensible, que los gobiernos democráticos lo consientan es inaudito.

 

La potencia acomplejada

 

Uno de los hechos más asombrosos y significativos de la presente crisis es el papel que está jugando Estados Unidos. Obama ha aceptado sumarse a la maniobra bolivariana para cercar a una democracia pequeña y frágil y facilitar su trasformación en otro régimen populista y antinorteamericano. Para entenderlo hay que recurrir al ámbito de los sentimientos. Obama representa a los sectores de la sociedad norteamericana que sufren de un complejo de culpa por las políticas seguidas, o supuestamente seguidas, años atrás en la región. No sienten vocación de liderazgo y quieren ser considerados como un estado más que trabaja en conjunción con el resto. Para hacerse perdonar por su pasado, para hacerse creíbles no dudan en dejarse utilizar aún a costa de los hondureños. El que un informe técnico de la Library of Congress afirme que la destitución de Zelaya fue acorde a derecho no puede sorprender a nadie en Washington porque ya lo sabían. De lo que se trata es de ceder la pieza hondureña a cambio de reconocimiento. Naturalmente la operación no ha salido bien. La debilidad manifestada por Obama ha sido utilizada por Chávez para golpear más duramente. Washington se siente engañado por la maniobra de situar a Zelaya en Tegucigalpa, con la intención evidente de aumentar la tensión y tratar de desestabilizar la situación. Chávez y Zelaya saben lo que quieren mientras que la diplomacia norteamericana navega sin rumbo, presa de sus complejos y ensoñaciones.

 

El inamovible pero negociable Acuerdo de San José

La posición de la OEA se fijó en el Acuerdo de San José, por el que la restitución de Zelaya en su cargo de presidente se convertía en condición sin la cual no cabía levantar las sanciones impuestas a Honduras. Más aún, se advertía a la sociedad hondureña de que no sería reconocido el resultado de la inminente elección presidencial, prevista con anterioridad a la deposición de Zelaya, si no se cumplía la citada condición ¿Quién es la OEA para aceptar o no el resultado de una elección convocada con plena normalidad democrática? Es evidente que nadie. La OEA carece de autoridad y legitimidad para ello. Ese comportamiento sólo se justifica por su intento de vulnerar el marco democrático hondureño. Ya es público que tanto Estados Unidos como otros estados miembros se sienten engañados y utilizados y que no saben cómo salir del callejón sin salida en el que entraron como borregos. El Acuerdo de San José ha pasado de ser inamovible a negociable y se busca un acuerdo chapuza que salve la cara a la OEA. Sería un error que el pueblo hondureño aceptara en el último momento concesiones que deslegitimaran, en mayor o menor medida, los pasos dados. Que la OEA limpie sus miserias como pueda, pero que las instituciones democráticas hondureñas no sufran más. 


 

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 


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