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04/08/2005 | Cambio de nombre: Lucha contra el extremismo

Kim R. Holmes

Altos funcionarios de la Administración Bush han cambiado recientemente la manera en la que hablan sobre el terrorismo. Han dejado de hablar de una “guerra contra el terrorismo”. Pensando que esa frase no abarcaba todo lo que significa, ahora los funcionarios de la Administración hablan de una “lucha contra el extemismo global”. El Secretario de Defensa Rumsfeld describe la política de Estados Unidos como “una lucha global contra los enemigos de la libertad, los enemigos de la civilización”.

 

Aunque todo esto parezca un juego de palabras, en realidad es un cambio que refleja algo mucho más importante: Es un perspicaz cambio de definición de las metas estratégicas de Estados Unidos a largo plazo. Puede que no altere las tácticas u objetivos a corto plazo pero con el tiempo podría tener un profundo efecto en la forma que los americanos ven el presente conflicto contra los grupos de terroristas islámicos radicales.

 

La Administración Bush hizo este cambio por una serie de razones. La “guerra contra el terror” equivocadamente pone demasiado enfásis en el lado militar de la campaña. Los otros esfuerzos – tales como la seguridad nacional, el cumplimiento de la ley y la diplomacia internacional—no fueron captados por la frase que evoca la imagen de soldados en uniforme combatiendo a otros soldados en uniforme; eso es algo que la presente lucha definitivamente no representa.

 

La frase “guerra contra el terror” pasó por alto el componente ideológico de la lucha. Los grupos radicales que usan el terrorismo contra gobiernos y civiles tienen un plan: Destrozar ciertos gobiernos, desafiar ciertos valores occidentales de civilización e implantar en su lugar sus propios gobiernos y sus propias nociones de cultura y religión.

 

Finalmente, el cambio de la terminología supera un problema largamente reconocido en la frase “guerra contra el terrorismo”. El terrorismo es una táctica usada para obtener ciertos fines políticos. El nuevo y más amplio enfoque captura no sólo la intención política del enemigo sino que también sugiere más claramente que nuestros esfuerzos serán una “lucha” a largo plazo que no tiene fecha de caducidad. A diferencia de una guerra, no habrá un simple tratado de paz.

 

De los dos términos nuevos usados por la Administración Bush, la frase de Rumsfeld “lucha contra los enemigos de la libertad y la civilización” es la mejor. Por un detalle: Evita cometer el error de remplazar un término inadecuado para el enemigo por otro término igualmente inadecuado, en este caso remplazar “terrorismo” con “extremismo”. Si sólo el “extremismo” fuese el problema –a diferencia del hecho que sólo ciertos extremistas usan el terror como arma—entonces tendríamos que hacerle la guerra a grupos no violentos que están fuera del grupo mayoritario político y religioso. Pero no lo hacemos y por una buena razón: Los grupos no violentos no amenazan a nadie.

 

El problema es el uso del terror, no si sus opiniones son “extremas” o no. Estamos luchando contra Al Qaeda y sus aliados justamente porque están reventando a la gente a pedazos. Deberíamos desafiar no sólo sus tácticas terroristas sino también su ideología, ésa que los lleva a matar en nombre de la religión. 

 

Además, la descripción de Rumsfeld capta mejor el verdadero principio en juego: Estos “enemigos de la libertad y la civilización” están usando la violencia contra gente inocente – algo tan despreciable que lo llamamos “terrorismo”—no sólo para quitarles la vida sino también para privarlos de su libertad. Si Osama bin Laden y sus amigos alguna vez lograran crear el califato medieval de sus sueños, no sólo la gente que viviera bajo su bota sufriría la pérdida de su libertad sino todos nosotros también a medida que bin Laden fuese borrando infieles en Nueva York, París y Londres.

 

La Administración no parece tener ganas aún de llamar al islam radical por su nombre. Mientras que es cierto que Estados Unidos se opone a cualquier grupo ideológico que use el terrorismo, también es cierto que, correctamente, estamos obsesionados con los grupos radicales islámicos. Hemos dudado en enfatizar este hecho en algunas de las declaraciones públicas oficiales por miedo a ofender a musulmanes inocentes o por no ganarnos la antipatía de aliados en potencia dentro de los países musulmanes.

 

¿Habremos hecho algo mal con nuestra política oficial si ni podemos mencionar lo obvio acerca de nuestros objetivos estratégicos? Una cosa es que seamos tácticamente astutos y que no pongamos en contra a posibles aliados o gente inocente pero otra cosa muy distinta es que nuestra indecisión nuble la realidad de nuestras metas y confunda a la gente – especialmente a los americanos – sobre cúal es nuestro verdadero enemigo y lo que realmente nos estamos jugando.

 

Tony Blair habló claramente la semana pasada cuando dijo: La mejor defensa de la comunidad musulmana en este país es que ejerza su liderazgo y se enfrente a los extremistas en sus entrañas, en nuestras entrañas”. Blair reconoce que esta lucha contra los terroristas islámicos radicales nunca se ganará a no ser que los propios musulmanes se indignen tanto como los no musulmanes cuando los terroristas ultrajan el islam mucho más de lo que cualquier soldado en Guantánamo o la lengua larga de algún funcionario americano alguna vez pueda lograr.

 

A veces es bueno hablar claro, sin rodeos. La Administración Bush ha hecho bien alterando el curso emprendido con uno de los eslóganes más importantes. El próximo paso debería ser que piense más seriamente, tal como lo ha hecho Blair, cómo explicar esta lucha de manera tal que los musulmanes del mundo amantes de la libertad quieran unirse para eliminar el azote del extremismo islámico y echarlo fuera de sus entrañas.


Kim R. Holmes es vicepresidente del Instituto de Estudios Internacionales Kathryn y Shelby Cullom Davis en la Fundación Heritage.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



 
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