Trabajaron codo con codo durante décadas y compartieron una única aspiración: una independencia digna para el pueblo palestino. Yasser Arafat y Mahmud Abbas bebieron de fuentes muy distintas que han marcado dos etapas diferentes en la historia de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

La defensa de la causa palestina se quitó el uniforme militar, se desprendió del kuffiyeh y soltó el fusil tras la muerte de Arafat, el 11 de noviembre de 2004. Su sucesor, Abbas, sólo se ha atrevido a empuñar a cambio una rama de olivo como símbolo de paz. En sólo cinco años, la OLP ha pasado de la resistencia militar hacia el pragmatismo diplomático.

Igual de comprometidos con la autodeterminación palestina pero criados en escuelas diferentes, Arafat y Abbas han dado dos dimensiones muy distintas al modo de hacer de la OLP, fundada en 1964, encabezada por Arafat desde 1969 hasta su muerte y desde entonces liderada por Abbas.Durante más de 40 años, Arafat luchó desde la óptica de un líder surgido de la guerrilla y la resistencia. Ataviado con su uniforme militar y el kuffiyeh o pañuelo palestino, inculcó a la OLP el uso de la lucha armada con un claro objetivo: destruir a Israel. Una finalidad que inevitablemente cambió con los años ante la evidente necesidad de convivir con el Estado judío.

“Arafat era un presidente peculiar, carismático, el padre de la revolución palestina, un símbolo para nuestro pueblo. Tenía urgencia por crear el Estado palestino y se ganó la confianza popular y de los grandes sectores de Al Fatah”, afirma Fayyed Sakka, diputado de Al Fatah por la ciudad de Belén.

Durante las dos primeras décadas de Arafat, la lucha se convirtió en la principal consigna del pueblo palestino. Pero el cambio no se hizo esperar. En los años 80 el propio Yasser Arafat empezó a cuestionar los actos de resistencia, argumentando que no estaban siendo bien orquestados.

En 1974, Arafat escenificó en las Naciones Unidas uno de sus momentos más simbólicos. Con una rama de olivo en una mano y un fusil en la otra afirmó ante la comunidad internacional: “vengo con el fusil del combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano. Repito: no dejen que la rama de olivo caiga de mi mano”.

La resistencia militar infundida por el propio Arafat empezaba a buscar otros métodos. “El pueblo palestino se volvió pragmático, de nada servía oponerse a negociar con Israel. Había que buscar una solución y la resistencia armada no bastaba”, dijo Bernard Sabella, miembro del Consejo Legislativo Palestino y ex académico en la Universidad de Belén.

“Quizás el mayor problema que se encontró Arafat para cambiar de estrategia era su carisma de líder militante. Aunque creyese en la vía política y diplomática, Israel y Estados Unidos seguían potenciando su imagen de caudillo”, dijo el experto.

Arafat sacó entonces partido de su mejor arma: la capacidad de unir polos opuestos. Artífice de la unidad nacional, en total secreto, y con Abbas de la mano, Arafat se atrevió a comenzar a negociar con el presidente de Israel, Yitzhak Rabin, los llamados Acuerdos de Oslo en 1993, que dieron lugar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP). La “gran ilusión” de un Estado independiente empezaba a materializarse.

Arafat quiso encaminar a la OLP hacia nuevos métodos que sólo lograron ponerse realmente en práctica con la llegada de Abbas. Más sobrio, más institucional, más diplomático y con mucha menos pasión —quizás el ingrediente que más añoran los palestinos— Abbas ha logrado dibujar a una OLP con la que el pueblo se siente más identificado. El problema, coinciden fuentes palestinas consultadas, no es la mayor o menor capacidad de liderazgo de Abbas. “A Arafat lo asesinaron físicamente y a Abbas lo están asesinando políticamente los estadounidenses y los israelíes”, afirman los expertos.