¿En qué consiste el documento que ha hecho resonar los tambores de guerra? Es un acuerdo de cooperación de defensa entre Colombia y Estados Unidos que incluye aspectos como el narcotráfico, grupos armados ilegales, el terrorismo, y asistencia en caso de desastres naturales. Actualiza los acuerdos bilaterales existentes entre ambos países y es similar a otros convenios que Washington mantiene con otras naciones. Uno de los puntos más amenazantes, según Venezuela, es que se facilita durante diez años el acceso de Washington a tres bases aéreas colombianas, a dos bases navales y a dos instalaciones del ejército. Tales instalaciones militares seguirán estando bajo el control de Colombia y todas las actividades que Estados Unidos lleve a cabo desde y hacia las bases colombianas deberán ser aprobadas por el Gobierno colombiano. El convenio mantiene los actuales límites de personal estadounidenses estipulado por el Congreso –800 militares y 600 civiles.    

No es la primera vez que Chávez denuncia los supuestos planes de Estados Unidos de invadir Venezuela, idea absurda y descabellada. Como tampoco es una novedad su animadversión hacia el Gobierno colombiano. No es esa la cuestión, sino si se deben ignorar unas amenazas que provienen de un presidente violento y agresivo que en 1992 encabezó un fallido golpe de Estado. 

Aunque el mandatario venezolano lleve años comprando armamento y haya paseado su amistad con Ahmadinejad y con las FARC, nadie cree que se lance a un enfrentamiento armado con Colombia, país que no tiene ningún interés en iniciar un conflicto. En general se apunta a que la tensión reciente es una cortina de humo para distraer a los ciudadanos venezolanos de los problemas internos como los recientes cortes de agua y de luz, la inflación galopante, al derrumbe de la economía y el desbordamiento de la delincuencia y los crímenes: el pasado fin de semana en Caracas, en menos de 36 horas, se registraron 45 homicidios. Un sinfín de complicaciones que han llevado a Chávez a entrar en un periodo de creciente impopularidad.

Pero hay más. La crisis con Colombia puede servirle al presidente venezolano, dentro de su esquema de consolidación interna de poder, como una excusa para poder declarar los Estados fronterizos zonas de seguridad nacional, militarizarlos y someter a sangre y fuego a aquellos gobernadores de esas regiones que se le oponen. Ya lo hizo con el alcalde de Caracas, despojándolo de buena parte de sus funciones.

La surrealista idea de Chávez de verse inmerso en una guerra tampoco contaría con el apoyo de los venezolanos que desaprueban sus amenazas y que incluso rechazan que se prohíba el comercio binacional con Colombia, o que se rompan relaciones diplomáticas con el vecino. Pero si la popularidad del presidente venezolano sigue cayendo, ¿quién no se imagina una pequeña confrontación en la frontera con Colombia que inunde de patriotismo el país y le permita presentarse como su salvador? Tiempo al tiempo.